OCCIDENTE ANTE LA MASACRE EN GAZA
POR OLGA RODRÍGUEZ
La imagen de EEUU y la mayor parte de la Europa
democrática pierde autoridad moral y queda arrasada por su incapacidad para
pedir alto y claro el fin de la masacre en Gaza
En su discurso del pasado sábado, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, apeló a “una guerra santa de aniquilación”, a “realizar la profecía” y a “recordar lo que Amalek os ha hecho”. Amalek es en la Biblia hebrea la nación enemiga del pueblo judío, cuyo exterminio se presenta como ley divina. El propio Netanyahu recitó el pasaje de Samuel 15:3:
“Ahora
vayan y atáquenlos y destruyan absolutamente todo lo que tengan y no los
perdonen, pero mátenlos, tanto a hombres como a mujeres, infantes y lactantes,
bueyes y ovejas, camellos y burros”. Recientemente también se refirió a Israel
como “el pueblo de la luz” frente al “pueblo de la oscuridad”.
Este
es el modo que el mandatario israelí elige para referirse a la operación
militar en Gaza que ha provocado ya una masacre sin precedentes en la Franja,
con miles de muertos, más de tres mil menores. Y esta es la estrategia que ha
elegido respaldar sin fisuras la mayor parte de la comunidad internacional
occidental, con Estados Unidos a la cabeza, configurando una foto histórica
que se hizo patente en la votación de la pasada semana en la Asamblea General de
Naciones Unidas.
La foto de la soledad occidental
En
ella ciento veinte naciones apoyaron una resolución que pide una “tregua
humanitaria inmediata, duradera y sostenida que conduzca al cese de las
hostilidades”. Entre esos ciento veinte países a favor, solo ocho son de la
Unión Europea: Bélgica, Francia, Irlanda, Luxemburgo, Malta, Portugal,
Eslovenia y España. Votaron en contra catorce naciones, entre ellas Estados
Unidos y cuatro integrantes de la Unión Europa. Y hubo cuarenta y cinco
abstenciones, es decir, naciones que evitaron pedir ese alto el fuego
inmediato. Entre ellas, quince países de la Unión Europea, además de Reino
Unido, Australia, Canadá o Japón, entre otros.
Las
votaciones en la Asamblea General de Naciones Unidas no son vinculantes y por
tanto quedan tan solo como una foto simbólica pero representativa de una
realidad actual. Este es el retrato que está llegando a todo el planeta: el de
buena parte de la comunidad internacional occidental negándose a detener la
masacre en Gaza, mientras el resto del mundo, la mayoría de las naciones, mantienen
una posición contraria.
A
ello se refería hace un par de días el ex primer ministro francés Dominique de
Villepin, quien advertía de que “hoy estamos solos
ante la Historia”:
“Nos
encontramos atrapados, con Israel, en este bloque occidental que hoy ha sido
desafiado por la mayor parte de la comunidad internacional. Vemos que existe la
idea de que ante lo que ocurre en Oriente Medio debemos seguir la lucha incluso
más, hacia lo que se parece a una guerra religiosa o civilizatoria. Es decir,
aislarnos nosotros mismos incluso más en la escena internacional”.
El
empeño de Israel en seguir bombardeando Gaza continúa provocando reacciones
fuera del llamado primer mundo. En las últimas horas Bolivia ha anunciado su
ruptura de relaciones con Tel Aviv, y Chile, Colombia y Jordania han llamado a
consultas a sus embajadores. Aquí en España la ministra de Derechos Sociales,
Ione Belarra, ha aplaudido el paso de esas tres naciones latinoamericanas.
Brasil y México también han elevado el tono y el presidente Lula da Silva ha
insistido en la urgencia de un alto el fuego inmediato.
Alarma de los organismos de derechos humanos
Mientras
sigue el asedio y el bloqueo contra Gaza, en Cisjordania se han multiplicado
los ataques de soldados y colonos contra población palestina, hasta el punto de
que en las últimas tres semanas han muerto 132 palestinos en ese territorio y los habitantes de trece aldeas han sido expulsados.
En Gaza la masacre sigue acumulando muertos y desaparecidos bajo los escombros.
Si la mayor parte de Occidente insiste en no pedir el alto el fuego inmediato y
en no presionar a Israel, morirán cientos de personas más. O miles. ¿Dónde se
detendrá la cifra?
Ante
los riesgos del futuro y la barbarie del presente, Naciones Unidas y
organizaciones internacionales de derechos humanos están movilizándose para
frenar lo que la mayor parte de Occidente permite. En ese sentido, Unicef
alerta de que Gaza se ha convertido en un cementerio para niños. Naciones Unidas ha pedido un alto el fuego y repite una y otra vez que incluso las guerras tienen reglas que no hay
que violar. El Alto Comisionado de la ONU ha advertido de que los ataques
israelíes del pasado lunes sobre el campo de refugiados de Jabalia en Gaza
podrían constituir crímenes de guerra.
El Comité Internacional de la Cruz Roja, que no suele pronunciarse en términos tan
contudentes, ha indicado que “el sufrimiento humano en Gaza conmociona. Miles
de muertos, acceso limitado a comida y agua, hospitales al borde del colapso
con los pasillos llenos de heridos y desplazados. Incluso las guerras tienen
límites”. La Organización Mundial de la Salud insiste en que “el número de víctimas civiles es
asombroso (…). No hay tiempo que perder. Cada momento importa”.
Denuncias y renuncias
El
cierre de filas de Washington en torno a Israel ha generado alguna reacción en
la Administración Biden. El Huffington Post ha informado de
que dos funcionarios estadounidenses estaban preparando un “cable de disidencia” –a través de un canal interno protegido– para
mostrar su desacuerdo con el presidente en este asunto. También recientemente
–el 18 de octubre– dimitía un veterano alto funcionario del Departamento de
Estado estadounidense, Josh Paul, en protesta por el “apoyo ciego” de
Washington a Israel.
En
un artículo en The Washington Post, Paul explicó que “el historial
muestra que las armas proporcionadas por EEUU no han llevado a Israel a la paz.
Más bien en Cisjordania han facilitado un crecimiento de una infraestructura de
asentamientos que ahora hace que un Estado palestino sea cada vez más
improbable, mientras que en la densamente poblada Gaza los bombardeos han
infligido traumas masivos y víctimas, sin contribuir en nada a la seguridad
israelí”.
Paul
también detallaba que tras los atentados del brazo armado de Hamás el pasado 7
de octubre Israel solicitó a EEUU armas de inmediato, “incluso una variedad de armas que
no tienen aplicabilidad en
el conflicto actual”, y que Washington aceptó la petición sin “debate franco”.
Y añadía que “el riesgo de que las armas estadounidenses proporcionadas a
Israel, especialmente municiones aire-tierra, causen daños a civiles y violen
los derechos humanos es obvio”, pero el Departamento de Estado “fue inflexible”
y evitó “cualquier debate sobre este riesgo”.
Este
martes, el hasta ahora director de la oficina del Alto Comisionado para los
Derechos Humanos de la ONU en Nueva York, Craig Mokhiber, también quiso pronunciarse al respecto tras dejar su
cargo: “Una vez más estamos viendo un genocidio desarrollarse ante nuestros ojos y la
organización a la que servimos parece impotente para pararlo”. En su carta de renuncia Mokhiber acusa a Estados Unidos, Reino Unido y
buena parte de Europa de “ser completamente cómplices de la horrible agresión”.
Y añade:
“No
solo están rechazando sus obligaciones para asegurar respeto a las Convenciones
de Ginebra, sino que de hecho están activamente armando la agresión, proveyendo
apoyo económico y de inteligencia y dando cobertura diplomática y política a
las atrocidades de Israel”.
El papel de la ONU y la ley internacional
Estas
denuncias exigen un análisis sobre la capacidad de maniobra de Naciones Unidas,
organismo imprescindible para vigilar y salvaguardar derechos humanos y ley
internacional, pero en la práctica condicionado por el poder de veto de los
cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad –Rusia, EEUU, China,
Francia y Reino Unido– y limitado por las propias violaciones de las
resoluciones y de la ley internacional por parte de diversas potencias,
incluidas aquellas percibidas en Occidente como representantes de los mejores
valores. Hace un par de semanas Estados Unidos vetó una resolución para un alto el fuego humanitario en Gaza
-presentada por Brasil- que obtuvo el apoyo de doce de los quince integrantes
del Consejo de la ONU y dos abstenciones. El único voto en contra fue el de
Washington.
El
hecho de que un aliado crucial como Israel –en EEUU es denominado “nuestro
portaaviones en Oriente Medio”– incumpla de forma habitual las resoluciones de
Naciones Unidas resta eficacia a una parte de las funciones de la ONU. Este
hecho se agrava ahora con EEUU y gran parte de Europa manteniendo su luz verde
a los bombardeos contra Gaza.
De 2001 a 2023: el derrumbe del andamiaje
Este
mensaje cala en los países del Sur Global, que llevan dos décadas observando e
incluso sufriendo las consecuencias de la llamada guerra contra el terror
lanzada por Estados Unidos en 2001 como respuesta a los atentados del 11-S. Esa
estrategia –invasiones, ocupaciones militares, bombardeos a población civil,
cárceles secretas, torturas, secuestros o arrestos sin cargos ni juicios– no
solo no ha ayudado a mejorar las cosas, sino que ha engendrado más violencia,
incrementado las tensiones y provocado una enorme fragmentación en los países
donde se ha aplicado.
Quienes
cubrimos la invasión de Irak y otras operaciones militares en la región pudimos
constatarlo. Lejos de paliar el daño y el dolor, lo ha incrementado. También ha
generado cambios de alianzas y de capacidad de influencia de algunos actores
regionales, como Irán. A esta enorme grieta abierta desde entonces se suma
ahora el apoyo a los bombardeos de Israel contra la población palestina de
Gaza. Esta postura occidental, mantenida con el paso de las semanas, marca un
episodio clave en la historia.
Sobre
las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y el horror del Holocausto se levantó
la Carta Universal de Derechos Humanos, el desarrollo de Naciones Unidas y una
Europa que quiso transitar vías de paz. Casi ochenta años después ese consenso
se está terminando de resquebrajar. La evidencia es clara incluso para las
sociedades occidentales: solo se apela a las normas cuando quien las viola es
el adversario. A partir de ahora ya no hay ni disfraz ni hipocresía. Todo queda
claro y por tanto nada podrá volver a ser igual. La elección de Washington y la
mayoría de sus aliados europeos de vincular su posición –y su destino– a Israel
es moralmente suicida, políticamente errática y jurídicamente arriesgada.
El
orden basado en el derecho internacional se está desmoronando con el apoyo de
las potencias que promocionan sus valores y que dicen estar defendiéndolos. Hoy
Occidente está más solo ante la historia.
Frente al abismo de la impunidad
Los
acontecimientos en Gaza condicionan las relaciones internacionales presentes y
futuras. No solo atañen a israelíes y palestinos, sino que están marcando el
paso del futuro orden internacional. Ante ello algunas voces sensatas alertan
de la necesidad de mucha construcción y arquitectura para diseñar un marco
reforzado en la defensa de los derechos humanos, de la paz y la ley
internacional, potenciando la capacidad Naciones Unidas, de la Corte Penal Internacional y un nuevo compromiso de respeto entre los
Estados.
Frente
a la vía militarizada presentada como única opción, urge una diplomacia de
altura dispuesta a desatascar la cuestión palestina y a no regresar al statu
quo anterior al 7 de octubre. Es decir, a buscar vías que terminen con
la ocupación ilegal de los territorios palestinos y garanticen una vida con
plenos derechos para toda la población, ya sea a través de un Estado propio o
en un Estado binacional donde nadie sea segregado por su religión o etnia.
Lo
contrario será arrojarse al abismo de más guerra e impunidad, con una pérdida
de autoridad moral occidental que condiciona relaciones y otros conflictos
–como Ucrania– y con una imagen de Estados Unidos y de buena parte de Europa
arrasada por su incapacidad para pedir alto y claro el fin de la masacre en Gaza
y el respeto del derecho internacional.
Sobre
este riesgo, y en estos términos de máxima emergencia, se expresaba hace unas horas ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el Alto Comisionado de la ONU para
los Refugiados:
“Las
decisiones que ustedes quince tomen –o dejen de tomar– nos marcarán a todos y a
las generaciones venideras. ¿Seguirán permitiendo que este rompecabezas de la
guerra se complete con actos agresivos, con su desunión o con pura negligencia?
¿O darán los pasos valientes y necesarios para alejarse del abismo?”
Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/occidente-masacre-gaza_129_10649092.html
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