CRECEN LOS TERTUFACHAS
POR JUAN TORTOSA
Periodista
Hablan de Israel y de Palestina sin saber ni siquiera dónde están; a más de uno, y de una, se le nota que no acaba de entender qué es Gaza y qué es Cisjordania; no solo no conocen los orígenes del conflicto, sino que ni siquiera parecen muy preocupados por estar al día de los hechos más recientes, por nutrirse de datos que les permitan opinar con un cierto conocimiento de causa. No contrastan, no buscan fuentes alternativas, les basta y se muestran satisfechos con poner la cara para reforzar las consignas dominantes y cobrar por ello una pasta gansa, aunque cada vez menos gansa, que todo hay que decirlo. Eso en cuanto a los llamados periodistas.
En cuanto a
juguetes rotos como Cristina Cifuentes, Susana Díaz o Esperanza Aguirre no creo
que tampoco cobren mucho, pero cuando hablan de política nacional al menos
saben de lo que hablan y no engañan a nadie: aprovechan el altavoz que se les
brinda para arrimar el ascua a su sardina. La presencia de estos personajes, y
de algunos aún más patéticos -se me ocurre a bote pronto un tal Vaquerizo- han
terminado por liquidar el prestigio de muchos espacios televisivos y
radiofónicos, si es que alguna vez lo tuvieron.
Los programas que
recurren a este tipo de figuras para sus tertulias parece claro que han
decidido renunciar a hacer periodismo. Todo es propaganda, sesgo, tirar de
cualquier hilo sin preocuparse por si es un bulo o no, solo de si es útil para
poner a caldo al adversario. Y el adversario siempre suele ser el mismo, las
izquierdas porque, a día de hoy, en el 90% de los medios, instituciones
públicas incluidas, se defienden los
intereses de la derecha.
Espacios como La
noche en 24, de TVE, con ese presentador de piel tan fina que lo presenta y
dirige, defienden su nada creíble ecuanimidad argumentando que ellos buscan el
equilibrio dando voz a todas las sensibilidades, pero es mentira. Entre otras
cosas porque su preocupación básica es que el ABC, La Razón o El Mundo no se
enfaden con ellos, que no los enfilen. Luego, ya si eso, se les otorga voz a El
País y algún que otro representante de digitales no demasiado de derechas.
Misión cumplida.
De vez en cuando
brindan alguna excepción, es verdad, pero con el cronómetro en la mano para
atenerse al porcentaje de representatividad que cada fuerza tenga en el
congreso de los diputados. Y eso, Xabier Fortes lo sabe de sobra, no es
exactamente hacer periodismo. A veces esa obsesión con las cuotas y esa
presencia de invitados como Pablo Fernández, por ejemplo, me recuerdan la
manera de funcionar del Opus Dei, que siempre procura tener entre sus miembros
un carpintero o un albañil como coartada para enseñarlos cuando se les acusa de
elitistas.
Aún así, TVE sale
ganando en las comparaciones con las televisiones autonómicas. El Consejo
Profesional de Canal Sur, la radiotelevisión andaluza, ha hecho público un
listado un listado denunciando 250 casos de malas prácticas profesionales que
evidencian la falta de independencia y cómo la manipulación y la propaganda están
ahí ya cronificadas. Del mundo de los medios privados mejor ni hablar,
entregados como andan de pies y manos a propiciar un crecimiento de la derecha
que no acaba de llegar. Y mira que se empeñan, los pobres. Produce verdadera
vergüenza ajena comprobar lo previsibles que son.
Con lo fácil que
resulta invitar a que participen en los coloquios personas que conozcan la
materia de la que se habla, ¿por qué no suele hacerse? Pues entre otras razones
porque no pueden controlar ni atar corto a los especialistas cuando son estos
quienes intervienen, como suelen hacer con los estómagos agradecidos
habituales, que siempre andan con miedo a que se enfaden los jefes y dejen de
contar con ellos. Además, un especialista puede dejar en evidencia a los
presentadores a las primeras de cambio, porque por lo general estos suelen
prepararse los temas que abordan de manera muy superficial.
Un experto es un
peligro, por eso es mejor un tertuliano, o un tertufacha con ganas de trepar
que refuerce el argumentario pepero de la jornada y reproduzca bulos sin pudor
y con el mejor de los desparpajos. Tal como funcionan en la actualidad en
nuestro país, las tertulias de radio y televisión se han convertido en un
punzante cáncer para el periodismo. Muy pocas se salvan. Llevamos cuesta abajo
mucho tiempo, pero desde el siete de octubre la desvergüenza se ha
multiplicado. Unos son los buenos y otros los malos, y eso es lo que hay.
Punto.
En el panorama de
los medios públicos solo existe uno que yo conozca que está haciendo estos
días, a propósito del conflicto en Oriente Medio, un trabajo para quitarse el
sombrero. Se trata de En Jake, magazine de media mañana dirigido y presentado
por Xabier Lapitz en la televisión vasca. Véanlo si pueden, emiten en
castellano y el mundo digital permite acceder a él sin ninguna dificultad, a
cualquier hora y en cualquier lugar. Una isla de buen periodismo en medio del
océano tertufacha que nos ahoga, una frescura que nos aleja de ese estomagante
foco madrileño que concentra la mayor parte de la oferta de comunicación
audiovisual que a día de hoy se consume en España.
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