LOS PAÍSES MÁS RICOS CONTRA
UNA ECONOMÍA POBRE
El PIB de Rusia es un poco más alto que
el de España. Si la UE aplicara sanciones draconianas, la economía rusa se
hundiría y los perjuicios para los ciudadanos europeos serían enormes
GINÉS DE PASAMONTE
La tensión actual en Ucrania entre Rusia y los países que integran la OTAN está llenando páginas de periódicos y espacios de televisión, pero, a pesar de que el presidente Biden ha dejado claro que no habrá una intervención militar de su país en caso de avance de las tropas rusas en territorio ucraniano y que lo que habrá será una serie de sanciones económicas poco menos que apocalípticas, apenas hay análisis de las condiciones económicas en las que se desarrollaría este hipotético conflicto.
Si
intentamos una valoración objetiva nos encontramos con los siguientes datos
referidos a 2020:
- El PIB de Rusia fue de 1,293 billones de euros.
- El de la zona euro, 11,4 billones de euros.
- El de Estados Unidos, 18,22 billones de euros.
- La suma de los PIB de la eurozona + EE.UU. fue de
29, 6 billones de euros
De
acuerdo con estas cuentas el PIB de la Eurozona más EEUU es 22,96 veces mayor
que el de Rusia.
Solo
hemos sumado el PIB de la zona euro, si sumásemos el del conjunto de la UE y el
del Reino Unido, que en estos momentos son “enemigos” de Rusia, la proporción
de dispararía. Y si se abarcan los países de la OTAN que no están en la UE
(Turquía, Canadá) la desproporción sería más amplia.
Si
la comparación la hacemos con la renta per cápita, nos encontramos:
–
Rusia: 8.846 euros
–
Estados Unidos: 55.471 euros
–
Eurozona: 33.250 euros
El
gasto anual en defensa es:
–
Rusia: 55.128,6 millones de euros
–
Estados Unidos: 684.352 millones de euros
–
Eurozona: 175.103,6 millones de euros
Si
sumamos Estados Unidos + Zona euro: 859.455,6 millones de euros.
Es
decir, que sin contar a Canadá, Suecia, Reino Unido, Turquía…, el gasto militar
de la zona occidental sería 15,59 veces el de Rusia.
Si
la comparación la hacemos en capacidad nuclear, las fuerzas de las “partes”
están más equilibradas.
*Ojivas
desplegadas se refiere a ojivas colocadas en misiles o ubicadas en bases con
fuerzas operativas.
**Otras
ojivas nucleares se refiere a las ojivas almacenadas o de reserva y a las
ojivas retiradas en espera de ser desmanteladas.
En
términos de economía financiera, la supremacía global norteamericana es
absoluta, no solo por la hegemonía del dólar, que, entre otras cosas, permite
sancionar a cualquier empresa del mundo que lo utilice en sus intercambios con
Rusia si así lo quiere EEUU, sino también por su control de los mercados
financieros, bonos, derivados, etc., de los mercados interbancarios, del Swift,
que es el sistema a través del cual se relacionan los bancos de todo el mundo,
etcétera.
Por
eso, cuando los representantes de las potencias occidentales dicen que si Rusia
hace algo en Ucrania le impondrán sanciones económicas muy severas, la cosa no
es una broma; puede tener efectos muy graves sobre la economía rusa. Después de
la anexión de Crimea se impusieron sanciones económicas a Moscú que no tuvieron
efectos disuasorios ni prácticos; sin embargo, ahora podrían ser más graves y
apuntar al sistema financiero y a las exportaciones rusas.
Se
habla de que el “botón nuclear” de las sanciones sería desconectar a los bancos
rusos del sistema Swift. Sin duda eso les crearía problemas ya que es la
interconexión global de la operativa bancaria, pero aún se puede ir más allá
impidiendo a los grandes bancos rusos que operen en la mayor parte del mundo.
Los efectos de esto sobre las empresas y los ciudadanos rusos serían
demoledores ya que, probablemente, provocaría una crisis del sistema financiero
ruso que obligaría a la intervención del Estado y arrastraría consigo una serie
de secuelas que irían desde la paralización de las inversiones a una
devaluación del rublo.
Rusia
forma parte del sistema financiero global, sus bonos, públicos y privados, y
las acciones de muchas de sus empresas integran parte de las carteras de
inversores occidentales y, con toda seguridad, esos activos se depreciarían si
se impusieran sanciones. Los inversores tendrían pérdidas.
Pero
donde más daño pueden hacer las sanciones sería en las exportaciones que, según
las cifras de 2020, suponen el 22,46% del PIB ruso.
El
problema que tendría este abanico de sanciones es su repercusión en la UE, y
este detalle es importante porque el daño a la economía norteamericana sería
menor.
Con
un posible embargo de las exportaciones, el problema es que la UE es muy
dependiente de la energía fósil procedente de Rusia y no sería nada fácil
sustituirlas; los costes serían demasiado altos. No es ya que las casas se
quedasen sin calefacción y las empresas sin suficientes recursos energéticos,
es que la inflación y sus efectos negativos se dispararían.
Obviamente,
las sanciones que afectasen a los combustibles fósiles no se podrían aplicar
abruptamente, sino paulatinamente, y con ello podrían perder eficacia
coercitiva, y esto suponiendo que se pueda reconstruir en un tiempo prudencial
una red de abastecimiento alternativa tan grande como hoy es la rusa, con
cuatro grandes gasoductos que desembocan en la UE y otro más, el Nordstream 2,
acabado y esperando el visto bueno, político, de las autoridades regulatorias
alemanas.
A
pesar de que, según datos de Goldman Sachs, las exportaciones de gas natural
licuado de EEUU a la UE se han disparado –crecieron un 33% en diciembre
respecto a noviembre y un 145% en tasa interanual–, este aumento de la
capacidad de aprovisionarse a través de EEUU no sería suficiente para compensar
los actuales suministros rusos. A estos efectos, EEUU ya es beneficiario de la
actual tensión porque se ha convertido en el mayor exportador de gas licuado
del mundo.
Pensar
que Rusia no tendría problemas para dar salida a sus excedentes de combustibles
fósiles, porque siempre le quedaría China con su voracidad energética, es
quimérico y no solo por un problema de infraestructuras, sino también de
capacidad de absorción del país asiático.
Estamos,
de forma evidente, ante un enfrentamiento asimétrico: los países más ricos del
mundo contra una economía pobre –lo llaman “emergente”– cuyo armamento nuclear
no le sirve para mucho más que garantizar que no sea atacado. Y ante un choque
muy perjudicial para la UE: si se aplican sanciones económicas a Rusia, también
serían víctimas la mayoría de los ciudadanos europeos.
Muchos analistas norteamericanos y europeos se
inclinan por buscar una alianza con Rusia, alegando que si el rival de EE.UU.
es China, es una necesidad estratégica
Entonces
¿qué sentido tiene la actual tensión? ¿Por qué hemos llegado hasta aquí? Los
periodistas-sicarios, y soberbios, lo tienen claro: la culpa es de Putin y de
su agresividad, puesta de manifiesto con la anexión de Crimea, en la guerra del
Donbass y en el acantonamiento de tropas en la frontera con Ucrania. Este
análisis olvida la progresión lenta e imparable de la OTAN hacia las fronteras
rusas. Si en algún momento comenzó una dinámica agresiva, ese fue cuando 15
países (si incluimos Alemania del Este y algunas de las repúblicas
exyugoslavas) se integraron en la OTAN, en un avance sin contemplaciones hacia
las fronteras rusas que ha durado desde 1989 hasta 2020. Este avance hostil nos
devuelve a la pregunta del principio: ¿para qué?
Si
vamos más allá de los belicistas caseros quizás encontremos alguna respuesta.
Hay muchos analistas norteamericanos, algunos conservadores, pero nada beatos,
y europeos (el Instituto Brueghel en algunos artículos y, recientemente, una
componente del equipo de Josep Borrell, por ejemplo) que se inclinan por buscar
una alianza con Rusia, alegando que si el rival principal de Estados Unidos es
China, es una necesidad estratégica; por el contrario, echar a Rusia en brazos
de China sería un grave error.
Otros,
también en una línea de realismo estratégico, recuerdan las inmensas reservas
de recursos que guarda el país más extenso del planeta, sin olvidar que también
es el que tiene una frontera más grande en el Ártico, promisorio paraíso de
materias primas y de nuevas rutas marítimas gracias a la maldición del cambio
climático.
En
torno a estas dos cuestiones podrían estar las claves de la tensión actual. Si
es así, ¿por qué no llegar a algún tipo de entendimiento con Rusia? ¿Por qué no
explorar vías amistosas? Porque con Rusia se da un problema histórico: es una
economía pobre pero demasiado fuerte militarmente para ser sometida. De lo que
se trataría es de debilitarla hasta ponerla en una situación en la que no le
quede más remedio que pactar en condiciones de sumisión. Como bélicamente no se
puede conseguir, se trataría de apretar las clavijas poco a poco combinando
presión militar, que le obligue a destinar recursos a la defensa, con
herramientas económicas que, en los últimos tiempos, han resultado verdaderas
armas de destrucción masiva, como se vio en el caso de Grecia.
Esta
opción pone en evidencia las contradicciones en las que se mueven los países
ricos. No pueden dañar sin dañarse o, mejor dicho, sin dañar a las poblaciones
de una y otra parte, y dejan al margen los problemas que amenazan a la propia
especie como el cambio climático o las enfermedades pandémicas.
---------------
Ginés
de Pasamonte (pseudónimo) es economista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario