YOLANDA 'CASANDRA' DÍAZ
ANÍBAL MALVAR
O sea, que la perversa Yolanda Díaz, el nuevo Doctor No de nuestra derecha mediática, el profesor Moriarty del comunismo felón, sabía antes del ocho de marzo que las pandemias son terribles y se lo ocultó a la sociedad española. Tan bien lo ocultó que publicó sus temores en un informe, y ya se sabe que en España no hay mejor estrategia que publicar algo para que nadie lo lea. Sobre todo si hablamos de PP, Vox y Ciudadanitos, enemigos declarados de Guttemberg, de la letra que no con sangre entra, de Miguel Hernández, de Almudena Grandes... No sé qué tendrá esta gente contra la cultura, si nunca la han conocido.
El cacareo periodístico alrededor de la supuesta perversidad de Yolanda Díaz también nos demuestra que en este país se escupen mejor huesos de aceituna que adjetivos. En El Mundo titulan su editorial sobre el asunto: La denuncia de Díaz llega tarde para los muertos. Y tildan de "conducta miserable" la de Pedro Sánchez al despreciar el informe de la gallega por alarmista. Se olvidan, eso sí, de señalar que el PP también conoció aquel informe y también lo descalificó públicamente en sonadas ocasiones.
Ya puestos, los
responsables editoriales del periódico de la bola aprovechan para colar el
mensaje de Vox: la culpa de todo la tiene el 8-M, el feminismo, y el
"deseo de anteponer la agenda ideológica a la urgencia sanitaria, todo con
tal de no suspender una manifestación que ha degenerado ya en acto
propagandístico y sectario".
ABC también atiza a
tranca ciega: Lo sabían y mintieron, titulan. No lo sabían ni la Organización
Mundial de la Salud, ni ningún gobierno planetario, ni los científicos ni el
papa de Roma ni nadie. Solo lo sabía Pedro Sánchez y lo ocultó. Será un mal
hombre, pero de tonto no tiene nada si tanto sabía en aquella época en que los
más doctos investigadores del orbe se dedicaban a cazar pangolines cual si
fueran los gamusinos de la covid.
Hoy sacan en
portada que "El Supremo exige a Moncloa los informes ocultos sobre el
estado de alarma". Ya se han metido en el juego hasta nuestros
estupefacientes jueces. Es fabulosa nuestra capacidad de trasformar las más
aleves chorradas en cuestiones de Estado.
La pobre Casandra
sufrió la maldición de prever las catástrofes, pero nadie le hacía caso. Aquí
casandrizamos a Yolanda Díaz a la espera de encontrarle un novio de Basauri que
era amigo de uno que había conocido en un tasco a un primo segundo de un gudari
de la ETA.
Pide ABC con gran
estridor "la dimisión en bloque del equipo de Pedro Sánchez" por este
divertido y algo absurdo affaire, cuya existencia solo se explica por el gusto
de la gente en vivir desinformada. Y en esta misma desinformación voluntaria se
sustenta el ascenso del neofascismo, cuya arma de destrucción de la paz es más
la mentira que las pistolas, como ya nos advertía hace casi un siglo Antonio
Machado.
Los últimos datos
demoscópicos sobre la popularidad de Yolanda Díaz están poniendo muy de los
nervios a nuestras legiones mediáticas monárquicas y bipartidistas. La
entrevista que ha provocado este revuelo la hizo Fernando Berlín desde su
deliciosa Cafetera (Radiocable). Entrevista excesivamente amigable y mimosa
para mi gusto, pero es que Berlín tiene un alma de milonguilla tierna que a
veces lo pierde.
Analizando un poco
la evolución de la prensa diestra desde que la corrupción sistémica arreó una
patada democrática a Mariano Rajoy, se da cuenta uno de que nuestro facherío va
convirtiendo a los señores y señoras del gobierno en gente con superpoderes,
malos de la Marvel capaces de ocultarle al universo mundo los peligros
acechantes de la covid, de colar en los aeropuertos a misteriosas venezolanas y
de convertir en un rojo impresentable al mismísimo papa Bergoglio. Así no me
extraña que Yolanda Díaz crezca en popularidad. Con lo que gustan a los rojos
españoles las malvadas con súper poderes y cierta cultura. Ay, Casandra.
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