sábado, 6 de mayo de 2017

EL PNV SE LLEVA EL GATO AL AGUA



EL PNV SE LLEVA EL GATO
 AL AGUA
GORKA CASTILLO
El PNV vuelve a estar en primera plana de la política nacional por causa de fuerza mayor. El mismo portavoz nacionalista en el Congreso, Aitor Esteban, lo ha reconocido. Sencillamente, su partido ha apoyado los presupuestos del PP por responsabilidad, porque al quedarse sin ellos la imagen que proyectaría España a Europa y a los mercados financieros “sería nefasta”. Seguro que es verdad. Con los cinco escaños que tienen el argumento suena de lo más sensato. Si sus cinco votos no hubieran sido tan necesarios para Rajoy, no es difícil imaginar a los dirigentes del PNV deambulando por Sabin Etxea sin saber muy bien qué hacer, recordando sus batallas nacionales, ganadas y perdidas, con Adolfo Suárez, con Felipe, con Aznar y hasta con Zapatero. O hundidos en un sofá del Gobierno vasco, derrotados por la melancolía de los viejos tiempos, sin ganas siquiera de sacar pecho por un sistema fiscal propio que ha permitido a la Comunidad autónoma vasca vadear un poco la política de recortes leoninos aplicados por su nuevo amigo a nivel nacional.

Es posible que hasta su extravagante experiencia como negociador implacable –solo ha llegado a acuerdos cuando tiene la sartén por el mango– haya provocado a los jeltzales punzadas de nostalgia a la espera de la llamada redentora. Vamos, que se entiende perfectamente el subidón que les ha provocado su acuerdo con el PP porque nadie podía imaginar que cinco ridículos votos pudieran costar 1.400 millones de euros, que es el monto que el Ejecutivo vasco se ahorrará de pagar al Estado tras el pacto alcanzado por el Cupo.       .

Lo que se entiende menos es que al PNV le parezca una locura que el PSOE y Unidos Podemos rechacen los presupuestos “sin entrar en el contenido y sin explicar qué harían al día siguiente”. ¿O acaso en el Parlamento vasco no tiene un acuerdo de legislatura con los socialistas en el que la base de todo es declarar proscritas a las tijeras que con tanta fluidez desenvainan los políticos del PP en el resto de España? ¿Qué representa la corrupción endémica que carcome de arriba abajo al partido de Rajoy ante el influjo seductor de una bolsa repleta de dinero para la construcción del costoso y controvertido Tren de Alta Velocidad y la tarifa eléctrica de media tensión que afecta a las empresas? En realidad, nada porque son parte del precio. Con esa rara habilidad y simpatía que suelen mostrar los portavoces nacionalistas cuando suben al estrado del Congreso, Esteban zanjó el asunto con un “no es el mejor escenario ni el más práctico para que se depuren las responsabilidades” por los casos de corrupción del PP. Listo.

La corrección política de estos complejos momentos, y explicar este pacto a los votantes del PNV va a exigir a los jeltzales una labor pedagógica monumental, obliga a este tipo de discursos envueltos en celofán. Imaginen a Aitor Esteban o a Andoni Ortuzar diciendo que sí, que pese al acuerdo firmado no van a cejar en exigir desde el Congreso responsabilidades a Rajoy por tanta carcoma en su partido, que, pese a todo, no son un partido de fiar y que en cuanto las condiciones lo permitan no dudarán en retar al Estado para una reconfiguración territorial para que Euskadi tenga representación en Bruselas sin la tutela española. Lo más probable es que la Brigada Mediática de Guardia les daría hasta en el cielo del paladar acusándoles de penas peores que a Barrabás.

La de ahora es la prueba definitiva, por si a alguien le quedaba alguna duda, de que el PNV es el partido político más camaleónico de Europa. En seis meses ha pasado de mostrar toda la cordialidad y el buenrollismo del mundo a Pedro Sánchez a denostarlo por “crear gresca” en el PSOE y apoyar los presupuestos del PP. La duda que existe es en qué situación quedan sus relaciones con sus socios ideológicos en Cataluña, a quienes cortejaba lejos de la miradas de la gente corriente como amantes furtivos, el PdeCat, quienes bordean el despeñadero por reclamar al PP la misma celeridad para llevar adelante unas negociaciones que pongan fin a su conflicto territorial sobre una base cuyo contenido no variaría mucho del que casi ha regalado al PNV por cinco míseros votos. Son las cosas de la política aunque en Cataluña deben estar mascullando lo que ya advirtió el poeta Wystan Auden: “El mal comparte nuestra cama y come en nuestra mesa”.

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