lunes, 9 de septiembre de 2024

SOBRE LAS ELECCIONES VENEZOLANAS

 

Capitalismo y democraciamedios, comunicadores y redes

SOBRE LAS ELECCIONES 

VENEZOLANAS

JOSÉ MARÍA CHAMORRO

Podemos hablar de este asunto desde el pensamiento políticamente correcto (que supone que hay democracias en las que las elecciones son limpias y transparentes, por ejemplo, las del jardín florido del que habla Borrell). Y se puede ver el asunto desde un pensamiento políticamente incorrecto como el que vengo defendiendo en este blog.

EL ASUNTO VISTO DESDE EL PENSAMIENTO POLÍTICAMENTE CORRECTO

Santiago Alba Rico, que se presenta como filósofo, escritor y ensayista de izquierdas, dice en Público del pasado 14: “Hay un cierto sector de la izquierda que sigue justificando, con ambages o sin ellos, la invasión rusa de Ucrania; que se muestra escandalizada por el genocidio israelí pero defiende a Bashar al-Ássad; y que, ciega ante las sospechas fundadas de un pucherazo en Venezuela e indiferente ante la represión desencadenada por el gobierno, denuncia un golpe de Estado muñido desde el exterior contra el siempre democrático y siempre anti-imperialista Nicolás Maduro. […] En América habrá que apoyar a Lula, a Boric, a Petro, a Claudia Sheinbaum, pero también a Kamala Harris; y nunca a Milei, a Trump, a Ortega o a Maduro, cuatro versiones de la misma medusa global. En Europa habrá que apoyar al gobierno de coalición de Sánchez, al Frente Popular francés, a la alianza verdirroja sueca, no a Putin o a Orban o a Le Pen, verdaderos zapadores de la «decadencia europea»”.

 

Si Alba Rico fuese realmente filósofo deberíamos concluir que la filosofía consiste en pintar con brocha gorda y con venda en los ojos. No me identifico con ninguno de los sectores que se consideran hoy de izquierdas, pero menos aún con la izquierda que dibuja nuestro “filósofo”.

 

No sé qué ha pasado en las elecciones de Venezuela, no tengo datos de primera mano. ¿Ha habido un pucherazo, no lo ha habido? Insisto en que no lo sé. No sé si es cierto que el proceso electoral se intentó boicotear jaqueando el sistema, como afirma el Gobierno venezolano. Voy a partir de los pocos datos que me parecen fiables.

 

Elon Musk, propietario de la red social X, apoyaba a los opositores venezolanos María Corina Machado y Edmundo González. Una cuenta falsa potenciada por Elon Musk inundaba X de noticias falsas sobre Venezuela, y el propio Musk amenazó a ese país alardeando de que tiene poder para vencerlo.

 

Tras las elecciones el Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) anunció la victoria de Maduro con el 51,2% de los votos frente al candidato opositor Edmundo González, con un 44,2%.

La oposición venezolana denunció al momento “fraude” y “saqueo masivo” y publicó en su página web copias que decían fidedignas del 83% de las actas electorales según las cuales González Urrutia habría ganado la presidencia con el 67% de votos, frente a un 30% para Nicolás Maduro.

 

Desde las filas venezolanas oficiales se denunció que la oposición se había limitado a colgar en su página web unos documentos que no son actas, no tienen firmas de testigos, ni tienen cédulas de identidad, ni huellas.

 

Brasil, Chile y Colombia han intentado mediar entre gobierno venezolano y oposición, pero sin éxito. Celso Amorim, interlocutor de Brasil con los gobiernos de Hugo Chávez, viene presionando para la publicación de las actas porque desconfía de los datos oficiales. Pero en una entrevista con Globo News aseguró que tampoco confía en las actas que la oposición ha publicado en su web. “Los datos de la oposición no son confiables. No podemos reconocerlos, y hacerlo significaría un precedente peligroso para la región, porque abriría la puerta a cualquier apuración electoral paralela”.

 

El caso es que el gobierno venezolano no presenta las actas mesa por mesa alegando que no está legalmente obligado a hacerlo y que además se lo impide un «ciberataque» de la oposición,

 

Lo que ha hecho Maduro es acudir al Tribunal Supremo solicitando que tras el examen de las actas de que disponen las distintas partes decida cuál ha sido el resultado electoral. Al mismo tiempo el ministerio fiscal ha presentado cargos contra la oposición por la «presunta comisión de los delitos de usurpación de funciones, forjamiento de documento público, instigación a la desobediencia de las leyes, delitos informáticos, asociación para delinquir y conspiración».

 

La oposición se ha negado a presentar sus actas al TSJ y a acudir a la citación hecha por el Ministerio Público en su investigación. Alega que el Fiscal General se ha comportado reiteradamente como un acusador político que condena por anticipado y que esa citación carece de garantías de independencia y del debido proceso, sirviendo sólo para justificar medidas represivas contra los disidentes. No reconoce legitimidad ni al CNE ni al

 

Tribunal Supremo, que ha dado por buena la victoria de Maduro.

Para la oposición no hay otra solución que dar a González por ganador y si acaso pactar con Maduro una forma de cesión del poder que le resulte aceptable.

 

Reacciones exteriores

 

Estados Unidos dio en seguida por buena la denuncia de la oposición y reconoció la victoria de González Urrutia. Para la comisión de expertos de la ONU las actas publicadas por la oposición contienen las medidas de seguridad de los protocolos originales, por lo que confirma su fiabilidad. También la jefa de la misión de observación electoral del Centro Carter da por buenas las actas publicadas por la oposición.

 

Borrell, Alto Representante para Asuntos Exteriores de la UE, basándose en esos informes, concluyó inicialmente que «según las copias de las actas disponibles públicamente, Edmundo González Urritia parece que ha ganado las elecciones presidenciales con una mayoría significativa». Afirmó también que si no hay una transición en Venezuela “lo pagará el pueblo”, como si tuviera claro que el pueblo de Venezuela votó sobre el futuro de su país de manera pacífica y masiva a favor de una transición, es decir, a favor de la oposición, y que su voluntad debe ser respetada.

 

Más tarde la UE se limita a no reconocer el triunfo de Maduro, pero tampoco el de la oposición. Para aceptar el triunfo de Maduro exige la publicación de las actas mesa por mesa. Esta es la postura oficial del gobierno español comunicada por su ministro de asuntos exteriores, pero no de todo el gobierno. El portavoz sustituto de Sumar en el Congreso de los Diputados y dirigente de Izquierda Unida, Enrique Santiago, ha aceptado la victoria de Nicolás Maduro alegando que han concurrido a las elecciones 21 partidos con 9 candidatos y que el sistema de votación previamente aceptado por la oposición tiene 16 mecanismos de control y verificación, por lo que la oposición debe aceptar el resultado”. Y tras conocer la posición del Gobierno ha añadido que supeditar el reconocimiento a la presentación de las actas de ‘todas´ las mesas electorales es asumir el discurso de la oposición ultraderechista. “Que no se repita el error de 2019 al reconocer a Guaidó. ¡Prudencia!”. Recordemos que Guaidó se había declarado presidente de Venezuela por su cuenta y que al momento fue reconocido por numerosos países subordinados a Estados Unidos, entre ellos el nuestro, haciendo un ridículo del que ya nadie quiere acordarse.

 

Una sospecha inevitable

 

La larga experiencia sobre el comportamiento de EE UU (sobre todo en lo concerniente a su “patio trasero”) lleva a sospechar que otra vez ha intentado acabar con Maduro planeando un golpe de Estado para el caso de que ganara las elecciones: primero se publicaron encuestas que daban a la oposición por ganadora con una ventaja tan amplia que la victoria de Maduro era impensable. Luego, tan pronto el CNE proclamó vencedor a Maduro, la oposición se declaró vencedora y pidió la intervención del ejército. En seguida el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense John Kirby declaró: “Quiero señalar que nuestra paciencia, y la de la comunidad internacional, se está agotando”.

 

Dejando aparte esta sospecha podemos preguntarnos por qué Estados Unidos decidió en 2017 y en 2019 las sanciones a Venezuela, y por qué la derecha está empeñada en propagar un odio a Maduro que se puede calificar de histérico.

 

Ciertamente el régimen venezolano no es modélico, merece críticas. Se le acusa de corrupción, de que es autoritario y de que ha llevado a la pobreza a millones de venezolanos, pero se calla que todos los países tienen sus bandas Kitchen y que el nivel de corrupción de Venezuela no es debido a los gobiernos de Chávez y Maduro, sino que viene de muy atrás, del siglo XIX. Sólo se puede pedir a Maduro que vaya reduciendo esa lacra. Se calla también que la pobreza y las medidas autoritarias se deben sobre todo a las sanciones de Estados Unidos y al apoyo beligerante que este país presta a grupos internos que, con el pretexto de las libertades, la democracia y los derechos humanos quieren algo bien distinto.

 

“Es muy difícil para un país que depende del petróleo no poder vender petróleo”, afirmó Amorim a Globo News, añadiendo que las sanciones económicas contra Venezuela no sólo van en contra del derecho internacional, sino que golpean a la población civil y profundizan la crisis migratoria.

 

En todo caso, a pesar de estas dificultades, desde hace unos años la situación económica del país va mejorando.

 

¿Por qué se exige a Venezuela lo que no se exige a otros Estados? Para reconocer a Biden como presidente de EEUU en las elecciones de 2020 nunca se le exigió que presentara las actas de las mesas una a una pese a que Donald Trump afirmó que él era el ganador y denunció un fraude a gran escala en el conteo de votantes y votos en varios estados clave. No hubo entonces gobiernos que pusieran en duda la victoria de Biden.

 

Decenas de demandas presentadas por Trump y sus representantes para impugnar los resultados de la votación fracasaron ante los tribunales de varios estados y a ningún representante de otros países se le ocurrió decir que no son fiables ni el Departamento de Justicia ni los tribunales de EE UU. Todos consideraron que el resultado de las elecciones estadounidenses era un asunto interno de ese país.

 

En realidad, la actitud de Estados Unidos se explica porque, al igual que el régimen cubano, el chavista es un mal ejemplo de anti-imperialismo que podría ser seguido por otros países del patio trasero. Es sin duda un régimen nefasto para una minoría de venezolanos y para multinacionales estadounidenses que ansían volver a los tiempos en que las riquezas del país (entre ellas la mayor bolsa de petróleo del mundo) podían ser saqueadas. Para Estados Unidos sería además un revés que, si en el mes de noviembre Venezuela es invitada a pertenecer al grupo de los BRICS, sea Maduro el presidente y no González. Si el presidente de Venezuela fuera González rechazaría esa invitación, como hizo Milei en Argentina.

 

El problema para quienes odian a Maduro es que lo apoyan el ejército y la Venezuela popular a la que el chavismo ha favorecido, Y que si Venezuela entra en los BRICS tendrá un apoyo internacional muy potente.

 

DESDE EL PENSAMIENTO POLÍTICAMENTE INCORRECTO

 

He dicho que no sé si las elecciones venezolanas han sido limpias, pero vamos a suponer que Maduro ha hecho todas las trampas imaginables para seguir en el poder. ¿Dónde está el problema?

 

En nuestras “democracias” todas las elecciones son pucherazos.

 

Hay tres causas de que cada elección sea un pucherazo en los países que se llaman democráticos: las leyes electorales cuidadosamente diseñadas, el dinero con que la minoría influyente controla partidos y medios de comunicación, y por tanto campañas electorales, y las falsas teorías comúnmente aceptadas sobre la libertad del votante.

 

Leyes electorales

 

Las leyes electorales garantizan ya de entrada que toda elección es un pucherazo legal. Voy a comentar sólo dos ejemplos generalizables:

1. En Estados Unidos (ese país al que se le acaba la paciencia), debería haber una sola circunscripción electoral (el país entero) cuando se vota al presidente del país entero, pero hay una por cada estado, es decir, 50. Más aún, el voto popular no decide quién es ganador, lo decide un Colegio Electoral formado por 538 electores. No es presidente el que tenga más votos del pueblo, sino el que tenga al menos 270 votos del Colegio Electoral. Y para elegir a esos 538 electores funciona la escandalosa fórmula “the winner takes it all” (el ganador se lo lleva todo), de manera que cada estado entrega todos sus electores al que gane en ese estado, aunque sea por un solo voto. Esa fórmula hizo posible que Trump ganara la presidencia a Hillary Clinton ¡mientras Clinton había sacado tres millones de sufragios más que él!

Respecto a las elecciones legislativas, si no tienen información búsquenla en internet y quedarán asombrados de las complicaciones incomprensibles que idearon los inventores del sistema. ¿Incomprensibles? No, si reparamos en que se ideó una legislación electoral ciertamente estrambótica y antidemocrática para que sólo puedan competir los dos partidos más fuertes, ambos profundamente conservadores, y sea imposible que compita un partido de izquierdas. Quiere ello decir que las elecciones americanas son siempre un pucherazo, tanto si gana el demócrata como si gana el republicano, y ello sin necesidad de que haga trampas nadie en el recuento de votos. Las trampas vienen de fábrica, las hicieron para siempre los “expertos” legisladores.

 

2. También en España debería haber una sola circunscripción electoral cuando se elige el Congreso de los Diputados del país, y la asignación de escaños debería hacerse en proporción a los votos conseguidos. ¡Oh no, ambas cosas serían peligrosas y por eso se idearon fórmulas adecuadas! ¿Fórmulas para qué? Para lo mismo, para un pucherazo legal permanente sin necesidad de que nadie se manche las manos adulterando los resultados. Tenemos no un distrito, sino 50 distritos provinciales (más Ceuta y Melilla), una barrera electoral del 3% en cada circunscripción (lo que hace que pierda todos sus votos en cada provincia el partido que no llegue a ese porcentaje) y el método para asignar escaños creado por el jurista belga Victor d’Hondt en 1878.

Cada provincia tiene un mínimo de partida de dos escaños (Ceuta y Melilla de uno), de manera que así se asignan 102 escaños sin proporción a la población votante. Los 248 diputados restantes se reparten de forma proporcional a la población de derecho de cada provincia, utilizándose luego para el reparto de escaños el sistema d’Hondt en cada circunscripción por separado. Según los datos de abril de 2019 que tengo a mano, pero que son extrapolables a cualquier elección general, mientras con distrito único y reparto proporcional a Madrid le tocarían 48 representantes según su censo electoral, los 3,81 millones de votantes de Madrid eligieron sólo a 37 diputados mientras que los 79.427 votantes de Teruel eligieron a tres diputados. Quiere ello decir que mientras en Madrid se necesitaron 122.222 votos por cada escaño, en Teruel solo se necesitaron 26.027. A su vez, si esas elecciones hubieran sido con distrito único, como debieran ser todas las elecciones generales, el PP habría perdido 16 diputados, el PSOE 7, y en cambio Sumar habría ganado 13 y Vox 12.

 

En cuanto al método d´Hondt, consiste en que, tras escrutar todos los votos, se calculan cocientes sucesivos para cada lista electoral, con una complicada fórmula que no voy a comentar (no quiero volver loco al lector desprevenido que no la conozca).

 

Legisladores y políticos saben que el sistema d’Hondt tiene un efecto distorsivo que aumenta si se combina con un número alto de circunscripciones electorales, como ocurre en España. En este caso se dispara la discrepancia entre el porcentaje de votos y el porcentaje de escaños de cada partido hasta el extremo de que al partido comunista le costaba cada escaño diez veces más votos que a los dos partidos de orden, PP y PSOE. Y todos tan tranquilos, como si ese desajuste entre votos y representantes viniera del cielo.

 

Argumentos falaces

 

A favor de que haya 52 circunscripciones y no una sola, como sería lo democrático, se ha alegado que si el distrito fuera único podrían llegar al Parlamento demasiados partidos con el resultado de una atomización que haría difícil la gobernabilidad. Y la asignación de dos diputados por provincia se justifica diciendo que es para que las provincias más pequeñas no se queden sin diputados, es decir, para que todos los territorios estén representados en el Parlamento.

 

Pero el argumento de la gobernabilidad no es honesto. Respecto a la gobernabilidad es preferible que haya distintos partidos obligados a pactar a que haya un bipartidismo que ha dado con frecuencia mayoría absoluta a uno de los dos partidos principales, siempre, qué casualidad, conservadores ambos. La investidura de Pedro Sánchez ha sido votada por Sumar, ERC, Junts, Bildu, PNV, BNG y Coalición Canaria, siendo a su vez Sumar una coalición de quince partidos. ¿Pasa algo? No. Ocurre que con un solo distrito se tirarían menos votos a la basura y que los partidos pequeños, tal vez incontrolados por el poder económico, tendrían más escaños y el PP y el PSOE menos. Eso es lo que se ha querido evitar.

 

El argumento de que el mínimo de 2 diputados por provincia consigue que todos los territorios estén representados en el Parlamento es también falso: no son los territorios los que tienen que estar representados, sino los españoles, y todos por igual con independencia de dónde vivan, algo que sólo puede conseguirse con circunscripción única y reparto de escaños en proporción a los votos. Por otra parte, en nuestro sistema político los diputados no están en el Parlamento para defender a su provincia, sino para seguir las instrucciones de su partido.

 

Ese mínimo provincial trata simplemente de beneficiar a provincias con poca población, mayoritariamente rural y por tanto con un sesgo conservador.

 

Cada elección es por tanto un pucherazo legal. ¡Cuántos cálculos de expertos para conseguir que nunca puedan ganar partidos anticapitalistas! Y no es sólo esto, sabemos también que, si por una casualidad milagrosa ganara un partido anticapitalista, en seguida se prepararía el golpe de estado de una forma u otra. Los votos no valdrían porque los votantes no habrían sabido votar.

 

El dinero y los medios de comunicación en las campañas electorales

 

1. A las tretas legales indicadas hay que añadir que el tinglado electoral cuesta mucho dinero. En una democracia verdadera, en la que los ciudadanos estuvieran bien informados, bastaría con que cada partido presentara su programa. El costo sería prácticamente cero. Pero cuando la población ha sido educada sin autonomía cognitiva (que es lo que ocurre en el jardín florido) el resultado electoral depende del dinero empleado en la campaña y del apoyo de los medios privados (en manos del capital los más influyentes).

 

El dinero es ofrecido de muy buena gana por la banca (que luego aplaza el pago para mantener bajo control a los partidos endeudados) o es recibido de donantes. Pocas donaciones pueden hacer los votantes de un partido anticapitalista, pero muy sustanciosas los gigantes empresariales privados a cambio de una política que los beneficie. ¿Se puede considerar que son limpias y transparentes unas elecciones como las americanas, en las que Biden ha tenido que renunciar cuando los principales donantes le dieron la espalda? Aquí se anunció como un gran mérito que Harris consiguiera en su primer día de candidata 81 millones de dólares, y los comentaristas ni siquiera se daban cuenta de que esa noticia suponía una radical desautorización de las elecciones americanas.

 

2. Se supone que vota en libertad quien vota a quien quiere, lo que implica que, aunque haya recibido información falsa o tendenciosa, está capacitado para tomarla o no en cuenta. Ahora se empieza a reconocer algo que era evidente desde un principio: que los titulares viscerales polarizan la opinión pública y generan adhesiones impermeables a los matices; que la ingeniería digital moviliza la voluntad de los votantes indecisos a través de la publicidad segmentada; y que esas herramientas de control de masas están a disposición del capital.

 

Si salimos del mito de la libertad del alma hemos de concluir que no cabe democracia mientras la legislación “democrática” permita que algunas personas acumulen centenares de miles de millones de dólares y que con ese capital pongan en pie imperios mediáticos a su servicio. Sabemos que los dueños de Facebook, Instagram, YouTube, Tik-Tok o X se niegan a colaborar con la Justicia cuando en sus plataformas se cometen delitos (por publicación de contenidos falsos o criminales), y que utilizan además algoritmos secretos y no auditables para decidir qué información mostrar a cada uno de sus millones de usuarios.

 

No es cierto que los gigantes de Silicon Valley hayan puesto la democracia a subasta, pues para ello sería necesario que hubiera democracia. Los gigantes de Silicon Valley sólo han hecho una cosa: ir dejando claro que el cambalache político occidental no tiene ya de democracia ni siquiera la forma.

 

Conclusión

 

Quede claro que amo la democracia y que lamento todos los días que ni exista ni pueda existir en nuestro mundo. Dado lo que hay, estimo en mucho aquellos esfuerzos que vayan en la dirección de disminuir las desigualdades, favorecer a la mayoría más perjudicada y liberar al país de la esclavitud al capital y a su principal gestor, Estados Unidos.

 

Si hay que elegir entre unos pucherazos u otros, me quedo con los que se hacen con intención de favorecer a la mayoría que más lo necesita, y abomino de los pucherazos legales habituales, que están diseñados para que mantenga el poder la minoría explotadora. Si tengo que elegir entre la Venezuela de Maduro y los Estados Unidos de Biden o de Kamala Harris (que entre otros muchos deméritos tienen el de ser defensores y cooperadores del genocidio del pueblo palestino), me quedo con la Venezuela de Maduro. Si tengo que elegir entre Maduro y Musk elijo a Maduro.

 

Esto no quiere decir que Maduro sea para mí un político ideal. Aquí y ahora nadie puede ser el político ideal.

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