“UNA INFLACIÓN
GALOPANTE…”
POR GRUÑIDO GRRR
“Plusvalía” se llama el caballo color verde-dinero cabalgado por el Capitalismo, quinto Jinete del Apocalipsis y encargado de alimentar, hoy, a sus compañeras la Peste, el Hambre, la Guerra y la Muerte. Actualmente el equino se ve afectado por una Inflación galopante, cual febrícula creciente, irreversible, incontrolable y mortífera por intratable con los remedios económicos crecentistas al uso. Iniciado el declive extractivista definitivo de los recursos energéticos y de materiales de los que se nutre nuestra, ya limitada e insostenible, forma de vida en nuestro planeta finito; las fórmulas de intervención economicistas no pueden ya resolver el problema de la perenne escasez de oferta que viene para quedarse y acabar con los, ya míticos, ciclos económicos. Ni ofrendando sacrificios de millones de personas trabajadoras inmoladas mediante el desempleo, lograrán que la disminución de la demanda que haga bajar momentáneamente los precios, impida la tan temible recesión que les imposibilite continuar aumentando sus beneficios empresariales in aeternum. Esto es así. Y aunque siempre desde la ciencia económica han tratado a los asalariados como un factor prescindible para reconducir inestables variables económicas –las suyas- y restaurar supuestos equilibrios macroeconómicos según conveniencia –la de ellos-; esta manera de enfrentarse a los problemas de la gestión de recursos escasos en un planeta finito se ha acabado. Ya no sirve. Y lo saben.
Porque igual que se alcanzaron o se
alcanzarán en breve los picos de producción de las energías fósiles [1] que
ocasionarán, más pronto que tarde, los picos de producción de muchos materiales
[2] fundamentales para sostener la maquinaria industrial y comercial; el
Mercado, por extensión, también va a alcanzar, en breve, su pico de producción
de beneficios económicos para los consejos de dirección y los accionistas de
las empresas. Pero es mejor para ellos -los jinetes del “Capitalipsis”-, que no
se sepa demasiado sobre dicha crisis energética y sus consecuencias. Mejor
achacar la caída de la oferta a causas puntuales como la Covid o la Guerra de
Ucrania, ajenas a las reales razones estructurales. Al menos mientras la
población asume, se acostumbra y acepta la carestía y la precariedad como
estado natural de esta nueva época que nos toca vivir y, además lo haga, sin
preguntarse las causas de todas estas desgracias ni cuestionar su gestión
institucional.
Es muy evidente que transcurridos dos
años desde la pandemia, continúan los problemas de escasez de suministros, y
que antes del comienzo de la Guerra de Ucrania los precios de la energía, a
nivel mundial, ya habían virado significativamente al alza. Todo apunta a
razones estructurales que van a perdurar, inexorablemente, en el tiempo. “En
realidad, la causa más importante y duradera de la crisis de suministros, en
general, es la crisis energética. Una crisis energética que comenzaba a
mostrarse en 2019, pero que la pandemia puso entre paréntesis durante 2020”(…)
“Nada es rentable con los actuales precios de la energía” (…) “Lo que parece
inevitable es que los consumidores europeos dispondrán de cada vez menos cosas
y que estas serán cada vez menos asequibles”. [3] Lo mismo ocurrirá a
nivel mundial dependiendo del nivel de consumo de cada continente, región o
país; al margen de los miles de millones de habitantes del planeta que han
vivido, desde siempre, en crisis continua.
Lo proclamado en septiembre de 2022 por
Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos -“Necesitamos
que aumente el desempleo para luchar contra la inflación”- no es una dura
medida impopular pero inevitable para controlar la subida de precios; sino, de
nuevo, una clara decisión oligarca para trasladar sus efectos negativos
exclusivamente a las clases populares. Como se ha hecho siempre desde los Bancos
Centrales e Instituciones Económicas Nacionales e Internacionales, esto es,
salvaguardar de la inflación a empresas, inversores y acreedores antes que a
las personas asalariadas. Tanto Margaret Thatcher como François Miterrand, ante
el supuesto peligro de una “espiral inflacionista”, acabaron con la obligación
de indexar, por ley, la inflación anual (subida del IPC) en los sueldos de los
trabajadores; una medida en práctica desde el fin de la segunda guerra mundial
en los “países occidentales”. Sin embargo, ellos mismos y todos sus sucesores
hasta la actualidad -desde neoliberales a socialdemócratas- continúan indexando
el IPC a la deuda pública para ganarse la voluntad de los inversores. Es decir,
ofrecen a estos “unos productos que los inmunizan contra cualquier
depreciación de su inversión por causa de la subida de los precios”. [4] Como
dijo en televisión en octubre pasado el presidente francés Emmanuel
Macron: “No somos una economía administrada, no es el Estado el que
decide los salarios”. [4] Esto es, el empleado o la jubilada no verá
crecer su salario anualmente según el Índice de Precios al Consumo (IPC) pero
sí lo harán las Obligaciones al Tesoro de los estados europeos y norteamericano
para que no pierda valor el dinero de los inversores.
¿Quién está y estará protegido frente a
la “espiral inflacionista”? Cuando una materia prima indispensable e
insustituible como el petróleo escasea, en el mercado se pagarán precios cada
vez mayores hasta que empresas quiebren por no poder pagar o no ser rentable
pagar los altos precios. Entonces la demanda cae y los precios bajan
temporalmente, dándose un efecto de “espejismo” económico en el que puede
llegar a parecer cerca “el fin de la crisis de materiales, la bajada de
la inflación, el comienzo de la recuperación económica y hasta una inminente
bajada de los tipos de interés que reactive el crecimiento económico”. [5] “Si
la oferta de esa materia prima continúa disminuyendo (debido al agotamiento
geológico), se volverá a encontrar con la demanda en el nivel al que esta
hubiera caído, y de nuevo el precio volverá a subir hasta que otra parte de la
economía no lo pueda soportar y colapse…” [3] y así sucesivamente, en
una “volatilidad” de precios con variaciones muy fuertes hasta que el
agotamiento de la materia prima en cuestión haga desaparecer dicha volatilidad
de precios y estos sean demasiado altos para la mayoría que quedarán excluidos
del mercado. Este proceso irá acuciándose desde el principio de la “espiral de
descenso energético”, de manera que “a medida que el petróleo y la
energía escasean, las dificultades económicas se transmiten por toda la
sociedad y eso empuja los sueldos a la baja (por ejemplo, vía inflación) y los
trabajos a la precariedad” [3], el desempleo crece y con él la
exclusión social para los sectores más humildes y populares que serán los que
se verán afectados, sobremanera, por las crisis económica, energética y
alimentaria.
En los primeros estadios del proceso en
el que nos encontramos, los gobiernos desarrollan medidas temporales paliativas
de apoyo a la población general como la subvención del precio de la gasolina
(ahora ya sólo para transportistas); la gratuidad de los transportes públicos
que posibiliten el acceso a los puestos de trabajo; o las anunciadas aquí en el
último consejo de ministros del año 2022, como la eliminación o bajada del IVA
de productos básicos, que se antoja de escasa utilidad para conseguir abaratar
precios finales y que más bien vienen a garantizar los márgenes de ganancias de
los grandes distribuidores de alimentación. Por supuesto quedan fuera de las
políticas gubernamentales y del mero debate político y social, medidas de fondo
que -frente al mantenimiento de la ganancia como motor económico de la
sociedad- vengan a poner en el centro a las personas y la reproducción de la
vida. Opciones como el decrecimiento económico, el descenso de consumos y
transportes innecesarios o el reparto del empleo y el trabajo, no tienen eco
social, ni político, ni mediático. Incluso se margina y/o criminaliza a
colectivos sociales y a activistas científicos y pensadores que ponen encima de
la mesa opciones como la destecnologización, desurbanización y
descomplejización de la vida, la despatriarcalización y desmilitarización de
nuestras sociedades, la recuperación de prácticas de soberanía alimentaria y
comunitaria, la organización social en comunidades basadas en el apoyo mutuo,
etc.; y todo aquello que nos permitiera adaptarnos paulatina y colectivamente
al colapso de nuestra civilización actual.
Pero… “¿Realmente alguien puede
pensar que las instituciones políticas, fundadas para estar al servicio y
salvaguarda del mercado, son una opción fiable para gestionar el tan necesario
Decrecimiento, en plena escasez energética y en una realidad determinada por el
calentamiento global y el cambio climático? Sus gestos, sus cumbres climáticas,
sus Agendas (20/30), sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), sus
propuestas Green New Deal (GND), sus transiciones energéticas a renovables
(macroparques eólicos y fotovoltaicos), sus economías circulares, sus ilusiones
tecno-optimistas… y demás “martingalas” son mero marketing “bienqueda” y el
preludio a un tardío y falso “lo hemos intentado, pero…”, previo a la
implantación de formas de Ecofascismo impuestas por las clases pudientes para
apropiarse de los escasos recursos y mantener su estatus y estilos de vida.”[6]
Parece evidente que algunos dirigentes
del mundo no van a permitir medidas que abandonen la senda del capitalismo.
Todo parece apuntar que ante las crisis climática y energética preferirán
reducir el Mercado, la población mundial, los derechos sociales, políticos y
laborales… y mantener un nuevo capitalismo económico a escala que les permita
preservar para unos pocos elegidos los escasos recursos existentes. “Una
de las posibilidades que se abre camino en el horizonte es la de un único
ecofascismo que, de condición planetaria, sería el producto de una alianza de
élites, con previsible matriz, eso sí, occidental” (…) “en el que se darían
cita liberales y socialdemócratas, occidentales y chinos, élites del Norte y
élites del Sur”… [7]
Lo que parece claro es el inevitable
descenso del metabolismo económico global por la ineludible carencia de energía
fósil y su falta de alternativas viables, y la huida hacia delante de los
gestores políticos y económicos mundiales que siguen apostando por un
desahuciado crecimiento económico mientras aumentan su inversión en control
tecnológico, mediático, policial y militar que les garantice su estatus, y
mientras malgastan unos recursos materiales y energéticos cada vez más
escasos. “Precisamente, cuando cualquier comunidad razonable, lo que
debería estar haciendo es –al menos- un prudente acopio de estos materiales
para facilitar un decrecimiento sensato de nuestras formas de vida y,
garantizando así, la capacidad de actuación y el mantenimiento de ciertos
avances necesarios a las generaciones futuras.” [5]
Gruñido GRRR
[1] Picos de producción: Petróleo crudo
2005, Diésel 2015, Carbón 2015, Uranio 2016, Gas natural 2030?… Fuente: Textos
de Antonio Turiel.
[2] Picos de producción: Selenio 2008, Níquel 2013, Plata 2025, Molibdeno
2030, Manganeso 2030, Indio 2032, Cobre 2035?, Litio 2037, Tántalo 2029,
Aluminio 2057?, Telurio 2065, Estaño 2086, Neodimio 2105, Hierro 2111?…
Fuente: Textos de Alicia Valero.
[3] Sin energía. Pequeña guía para el Gran Descenso. Antonio Turiel.
Alfabeto 2022
[4]¿Quién está protegido frente a la inflación? Benjamín Lemoine. Le Monde
Diplomatique nº 326 de Diciembre de 2022. Edición en español.
[5] Mirarse en el espejismo. Gruñido GRRR. Texto y viñeta publicados
en https://kaosenlared.net/mirarse-en-el-espejismo/
[6] Metástasis. Gruñido GRRR. Texto y viñeta publicados en https://portaldeandalucia.org/miradas/metastasis/
[7] Ecofascismo. Una introducción. Carlos Taibo. Catarata 2022
Texto y viñeta publicada el 30/12/22 en www.portaldeandalucia.org
Viñeta y texto de GRUÑIDO GRRR
Ironía y sátira gráfica.
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