EL ESPERPENTO TAMAMES
MARIO RÍOS FERNÁNDEZ
Analista político y
profesor asociado en la UdG
El candidato de la
moción de censura, el profesor y economista Ramón Tamames (i) y el líder de
VOX, Santiago Abascal (d), durante un debate de la moción de censura, en el
Congreso de los Diputados, a 21 de marzo de 2023, en Madrid (España). Eduardo
Parra / Europa Press
Las mociones de censura son mecanismos institucionales con una finalidad claramente política, salga o no salgan adelante. Lo fueron las que llevo a cabo el PSOE en los primeros 80 contra Suárez, la moción de Hernández-Mancha en 1987, la presentada por Podemos en 2017 o incluso la de Abascal en plena pandemia. A pesar de no contar con los apoyos suficientes, son un mecanismo útil para posicionarse como alternativa, tomar impulso político y hacer que la dinámica política cambie. Es con esta finalidad con la que la ponen en marcha los diferentes partidos políticos. En esta moción de censura Vox, por lo tanto, tenía tres grandes objetivos político: recuperar foco, ampliar su espacio político y poner en un aprieto al PP. Analicemos uno por cada uno de estos objetivos y sus resultados.
El primer objetivo
es como hemos dicho recuperar el foco mediático. Vox propuso esta moción de
censura en diciembre en una clara maniobra para recuperar una iniciativa
política que había perdido desde verano, justo después de las andaluzas cuando
los de Abascal estaban claramente opacados por una disputa bipartidista cada
vez más marcada. Si hasta las elecciones andaluzas parecía que Vox podía poner
al PP en un aprieto, desde que Moreno Bonilla arrasase y Vox defraudase en sus
expectativas electorales andaluzas, la extrema derecha perdió todo foco e
incluso fue atacada desde medios de comunicación conservadores. Pese a la
imposibilidad de sacar adelante la moción de censura por falta de apoyos, Vox
ha pretendido volver a situarse en el candelero en un momento en el que había
perdido todo foco mediático y en el que la mayoría de encuestas señalan un
retroceso en sus aspiraciones electorales.
El segundo objetivo
político de la moción de Vox era ampliar su perímetro electoral. Con la
presentación de un candidato que no está directamente vinculado con la
formación y además es una figura simbólica de la Transición, la extrema derecha
pretendía superar su espacio electoral claramente vinculado a las posiciones
más extremas de la familia conservadora. Un candidato independiente para una
formación que intenta salir de la esquina en la que la propia dinámica política
la ha ubicado con el objetivo de intentar transversalizarse, penetrar en
electorado más de centroderecha, y salir así de su nicho electoral ubicado en
la extrema derecha para poder volver a crecer en las encuestas. La moción como
trampolín para presentar a Vox como algo más abierto políticamente de cara a
volver a competir contra el PP.
El último objetivo,
el tercero de ellos, era presionar al PP. Con la presentación de una moción de
censura contra el gobierno de Sánchez, obliga al PP a moverse y a demostrar que
los populares están ligados a ellos si quieren alcanzar el Gobierno. Vox sabe
que no puede superar ya electoralmente a un PP renovado alrededor de la figura
de Feijóo pero puede evitar ser atrapado por una dinámica de voto útil. Si el
electorado conservador ve la alianza entre el PP y Vox, es posible que acaben
apoyando a la extrema derecha. Además, con esta maniobra, Vox pretende marcarle
la agenda de nuevo a los populares porqué sabe que cuando la derecha clásica se
adapta a los marcos que fijan los ultras, se desangra electoralmente.
Sin embargo, el
resultado de la moción de censura ha acabado siendo un esperpento político. Vox
ha obtenido foco mediático, sí. Pero a costa de ser opacado por un candidato
que ha renegado del partido que lo ha presentado, no ha aplaudido a Abascal en
su intervención inicial, ha hecho un discurso contrario a algunos de los
principios del partido, ha venido a demostrar su erudición sobre historia de
España y a trufar su discurso de continuas citas a pensadores y filosofas para
demostrar su nivel intelectual. Un candidato que no ha hablado para nadie o
únicamente para si mismo. Vox ha sido el telonero en el último baile político
de Ramón Tamames. Quizás no era este el foco mediático que quería la extrema
derecha.
Además, los de
Abascal tampoco han podido ampliar su espectro político. Tamames ha sido un
candidato que no ha querido representarse más que a sí mismo y que no ha
permitido a la extrema derecha crecer electoralmente hacía ningún lado. No es
un candidato que pueda apelar a los votantes abstencionistas, ni a los votantes
de derecha moderada ni siquiera a las nuevas generaciones de votantes
conservadores que podrían optar por Vox al ser la opción más extrema en el
bloque de la derecha. Tamames tampoco es un candidato de futuro debido a su
edad y a las contradicciones que provoca en la propia formación de extrema
derecha ya que buena parte de los cuadros ultras no han estado nada de acuerdo
con el discurso del candidato alternativo. Tamames ha sido la última bala en la
recamara de Vox y ha convertido la moción de censura en un sainete. Y todo esto
sucedía mientras Feijóo seguía con su agenda pública disfrutando del autogol de
la extrema derecha ante los ojos de toda la ciudadanía. El PP ve como la
extrema derecha solo puede representar el pasado y se suicida como alternativa
política mientras ellos salen más o menos indemnes del envite. La moción de
censura de Ramón Tamames, por lo tanto, ha sido un fracaso total para Vox. Una
muestra total de la desconexión de la ultraderecha respecto a la opinión
pública española y un ridículo que hubieran podido evitar retirando la moción.
No obstante, es
interesante analizar el principal efecto de esta moción de censura. Más allá de
demostrar la incapacidad de Vox como alternativa política, el gran resultado
tangible es el efecto que puede tener un espectáculo de estas características
en la opinión pública española. Después de la pandemia, la sociedad española
entró en una dinámica de despolitización que empezó a manifestarse en buena
parte de los indicadores que las encuestas utilizan para medir el grado de
politización de una sociedad. A la pérdida del interés por la política y del
descenso en el grado de información política consumida por la ciudadanía, se le
ha sumado la consideración de la política y todos los actores que participan de
ella como uno de los grandes problemas del país. Además, la mayor parte de
instituciones políticas y sociales padece un gran descredito ciudadano. Estamos
en un momento de desencanto político similar al que dio lugar del 15M pero está
vez no hay ilusión por el cambio sino cinismo ante una política cada vez más
desconectada de los problemas reales de los ciudadanos. El resultado de todo ello
será un incremento del abstencionismo que crecerá en los próximos comicios
finales de mayo derivado de un desinterés creciente por la política
Ante esta realidad,
la extrema derecha ha montado un espectáculo sin sentido que solo sirve para
ocupar titulares en unos medios de comunicación cada vez menos leídos, en una
burbuja twittera menguante y para llenar horas en unas tertulias
hooliganizadas. Vox ha demostrado su desconexión total respecto al país real
que tanto se jacta de defender presentando una moción perdida de antemano y en
que nadie entiende en forma, fondo y oportunidad. Un show autorreferencial como
el vivido en el Congreso de los Diputados solo aleja a la ciudadanía del
verdadero objetivo de la política: cambiar la realidad existente. El crecimiento
en el desinterés político y el descredito institucional solo beneficia a
aquellos que no quieren cambiar nada a través de ella. Haría bien el Gobierno
en aprovechar la oportunidad que le brinda la extrema derecha y hablar de
cuestiones concretas que si que preocupen a la sociedad y no recrearse en una
farsa que la ciudadanía olvidará la semana que viene. Ser respuesta a los retos
y no bochorno político. Esto es lo que debería hacer el Ejecutivo.
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