A PUTIN QUE LO ESPEREN SENTADOS EN LA HAYA
ATILIO BORON
La Corte Penal Internacional ha emitido una orden de captura contra el presidente Vladimir Putin por la supuesta deportación ilegal de niños ucranianos y su traslado a Rusia
Esa es “la noticia” que, aunque sin pruebas, no por casualidad acapara los titulares de los grandes medios de comunicación de Occidente aunque no del resto del mundo. Son 123 los países signatarios del Estatuto de Roma, que dio origen a la CPI. De éstos 33 son Estados africanos, 19 de Asia y el Pacífico, 18 de Europa oriental, 28 de América Latina y el Caribe, y 25 de Europa occidental. Según el Estatuto todos ellos están obligados a ejecutar los mandatos de detención que emite la CPI, cuya sede se encuentra en La Haya. ¿Lo harán? No es imposible, pero ciertamente muy poco probable.
Por de pronto, ni
EEUU, ni China ni Rusia reconocen la jurisdicción de la CPI, y lo mismo ocurre
con algunos otros países. De hecho, como en más de una ocasión lo observara
Noam Chomsky, EEUU no ha ratificado buena parte de los tratados internacionales
firmados por la gran mayoría de los miembros de la comunidad internacional. Por
lo tanto la citación cursada a Putin es apenas un pedazo de papel y nada más.
Por eso, la pretendida universalidad de la CPI es más ilusoria que real.
Segundo, es preciso
reconocer que esta institución es más que nada un invento europeo, una tardía
-y culposa- tentativa de reparación por los crímenes cometidos contra los
pueblos y naciones oprimidas durante cinco siglos de dominación colonial.
Tercero, la
detención y enjuiciamiento de Putin sería un hecho anómalo en la historia de un
tribunal internacional que jamás se inmutó ante los crímenes de lesa humanidad
perpetrados por EEUU y sus aliados europeos durante la Guerra de Irak (y otras
guerras imperiales). Ésta se llevó a cabo de forma totalmente ilegal al carecer
de la autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y sobre la
base de un falso pretexto: la existencia de armas de destrucción masiva en
Irak.
Los inspectores de
la ONU así como numerosos expertos que estaban en el terreno advirtieron que
esa acusación, esgrimida por el gobierno de EEUU -y, acompañada por toda la
“prensa seria” de Occidente- era una patraña para justificar una guerra de
saqueo a una potencia petrolera que requería, paso previo, producir un “cambio
de régimen” y acabar con el gobierno de Saddam Hussein. Esa aventura criminal
cobró la vida de más de un millón de personas. Pese a ello, los autores
intelectuales y ejecutores de semejante carnicería no fueron molestados por los
togados con sede en La Haya.
Ni George W. Bush,
Condoleezza Rice y Colin Powell, por parte de EEUU, ni Tony Blair y Gordon
Brown, por parte del Reino Unido fueron siquiera apercibidos por la masacre
desatada en tierras iraquíes. Pero Putin, demonizado hasta lo indecible por una
histeria rusofóbica al servicio del gran proyecto estadounidense de destruir a
Rusia, fragmentándola en múltiples estados débiles, cuando no impotentes, como
hiciera con Yugoslavia a finales del siglo veinte, Putin sí, decíamos, debe ser
llamado a declarar ante la Corte y, con toda seguridad, condenado.
Como sabemos,
aparte de su racismo y adicción a la rapiña, la hipocresía y la doble vara para
medir y juzgar los mismos hechos es otro de los rasgos que caracterizan a la
“civilización” occidental, su dirigencia política y sus medios de comunicación.
Antes de esta orden
de arresto emitida en contra de Putin la CPI había ventilado 31 casos de
crímenes de guerra, involucrando sin excepción a ciudadanos africanos. ¿Cómo
explicar esto? ¿Tan sólo en África se producen los crímenes de guerra que
desvelan a la CPI? Obvio que no. Pero a diferencia de los líderes de las
potencias occidentales los africanos, al igual que Rusia hoy, carecen de la
protección mediática, diplomática, económica y política que gozan aquellos.
Los líderes de EEUU
y los países europeos, especialmente estos últimos, llevan siglos cometiendo
atrocidades con total impunidad. Las víctimas de sus crímenes, o sus
descendientes africanos, en cambio, son prontamente citados por la justicia
internacional.
Va de suyo que no
existe la menor posibilidad de que Putin sea arrestado para ser llevado ante
los estrados de la CPI. Pero el episodio deja en evidencia una importante
lección al revelar el doble estándar y el escandaloso sesgo occidentalista y
pro-imperialista con que se manejan los asuntos en los organismos supuestamente
imparciales y objetivos, creados por las potencias dominantes para sentar las
bases de una “justicia internacional.”
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