EL HOMBRE DE LAS ALAS GRISES.
DUNIA SANCHEZ
Amanece, una densa capa de nostalgia recorre su memoria. El, incrustado en la ventana cabalga en el olor de calima. En esa cobriza atmosfera que nos ata a la quietud. El, descubriendo el nacimiento de una nueva jornada. El teléfono suena y no da ganas de descolgarlo. Se siente sin fuerzas y es empujado a los lagos de su ayer. Se vuelve, se mira en un espejo donde luce corpulencia huesuda. Los años pasan, los espíritus se apropian de todo su yo y converge donde las almas dan un chillido a la vida. Circulo de pájaros ondean su cuerpo. Primero una, después otra. Una picazón repetitivo se vuelca en su espalda y se viste y sale de su casa, solo. Con la sonrisa de una marea que invita a ser parte de ella. Se sienta en la avenida de una playa, de una isla, de una Europa corroída por infarto de las guerras inacabadas, repetitivas. El escozor se le acentúa y estático recrea la vivencia en un campo de seres desolados por la hambruna, por el terror. Piensa en sus recuerdos, en su ahora, en su ya. Qué será de ellos, una paridad de navegantes en tierras del vacío, del dolor. Se quita la camisa, tiene plumas en su espalda. Un hombre con alas grises donde la oscuridad humana duele. Y es que duele. Duele tanto el desorden de las mentes, de las
acciones,
de los egoísmos a que hemos llegado. Amanece, el lo ve. Todo es lento y una
corazonada del cambio emerge en sus ojos lagrimosos. Se levanta, eleva sus
brazos. Quiere volar. Sí, desea ir donde lo insano perturba a la existencia Qué
será ¿Qué será de ese mañana? De esas criaturas que ahora viven entre la
venganza y el imparable y el desmesurado bombardeos de sus sienes. Y mueve sus
brazos y siente que en este amanecer vuela y vuela. Se desquita de ese suelo
que pisamos. Las olas trotan con cortesía, con una calma exacta. Amanece y el
hombre de las alas grises quiere abrazar, quiere ser sombra de aquellos donde
la sepultura en vida ese bien segura. Mira el horizonte. Mira abajo. Un mar
luciendo su belleza. Un mar plano al ritmo que las ballenas gimen. Serán lamento hasta que la tumba los evoque.
Serán seres de la nada, desnudos con el viento tirando a los sueños rajados.
Amanece y su vuelo se hace alto, por encima de cada horror, por encima de cada
error del ser vivo. Pasa donde el universo se vuelve oscuridad blindada de
astros donde la esperanza a lo mejor lo saludará. Desde ese empecinamiento de
la lejanía mira al mundo. Un llanto, una muerte, una ruina y el comienzo de
nuevo, otra vez empezar. Todo se repite. Todo dura. No, no aprendemos se dice
así mismo. La incomodidad lo asalta y vuelve a esa avenida, y vuelve donde el
ronroneo de las olas lo llama. Fijo, extiende su mirada al horizonte. Tristeza.
Devastación. Silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario