UN AYUNTAMIENTO A IMAGEN Y SEMEJANZA
DEL DE ARIAS NAVARRO
José Antonio Martín
Pallín, / José Hernández Garcia
El Ayuntamiento de Madrid ha decidido dar luz verde a la construcción de dos infraestructuras que, si nada lo remedia, transformarán en buena medida la ciudad. Pasan hasta cierto punto inadvertidas porque son subterráneas y porque aparentemente están concebidas para “favorecer la movilidad”. Sin embargo, al situarse junto a la principal arteria, el paseo de la Castellana, tendrán una incidencia directa (para mal) en el tráfico de una parte muy importante de la ciudad. Hablamos, cómo no, de los macroaparcamientos del estadio Santiago Bernabéu, que aumentarán, junto al ya construido por el Real Madrid bajo el antiguo centro comercial de la Esquina del Bernabéu, en unos 2.000 coches la capacidad de atracción del estadio de cara al tráfico privado.
Más allá de la
chapuza que ha sido su proceso administrativo, enfocado irrefutablemente a
favorecer una iniciativa privada concreta sumamente lucrativa de un club
deportivo privado, donde los intereses de los vecinos han sido convenientemente
aplastados y tapados con una lluvia de mentiras por parte del alcalde y del
concejal de movilidad en los medios de comunicación, y más allá de las
irregularidades, que muy probablemente los jueces tendrán que valorar en los
próximos meses, estas infraestructuras son indicativas de un modelo totalmente
equivocado de ciudad.
Los intereses de
los vecinos han sido convenientemente aplastados y tapados con una lluvia de
mentiras por parte del alcalde
Si las ciudades con
más calidad de vida del mundo apuestan por el transporte público, Madrid
apuesta por el transporte privado. Si las ciudades con grandes estadios de
fútbol en zonas residenciales cortan e imposibilitan el tráfico privado de no
residentes en las inmediaciones, aquí vamos en sentido contrario. Si el
Ayuntamiento de Madrid prevé en su propaganda Madrid 360 la construcción de
5.000 plazas de aparcamiento en rotación en todo el municipio de Madrid para
los próximos años, de repente concentra en una zona muy reducida de la ciudad
casi 2.000 plazas. Un poco desproporcionado, ¿no, señor Almeida? Si nos hablan
de movilidad sostenible, luego nos imponen lo contrario, haciendo otro túnel
más que ha soliviantado a los vecinos y que destroza dos calles, en un evidente
proceso de “poligonización” de la zona en aras del irrenunciable y sacrosanto
lucro de Florentino Pérez.
La clave, por lo
tanto, de esta cuestión, es el modelo de ciudad por el que apuesta el Partido
Popular: una ciudad en la que el peatón sólo importa en zonas acotadas que
sirven al alcalde para hacer propaganda, donde el coche y el pelotazo
urbanístico son los verdaderos protagonistas, donde la vivienda es un
privilegio al alcance de pocos, donde la redistribución de la riqueza sólo es
una expresión vacía, donde los intereses colectivos ceden ante las actitudes
parasitarias de empresarios sin escrúpulos, y donde los servicios públicos
tienen una calidad mínima buscada, sin llegar a desaparecer del todo porque no
se pueden suprimir, pues la ley y hasta la Constitución lo impiden.
Yendo a lo concreto
de esta muy lamentable actuación, parece que fuera del anillo 1 de Madrid 360
(Madrid central, para entendernos) ir en coche a todas partes y aparcar en la
puerta de tu vecino es poco menos que un derecho fundamental para el PP. Parece
que el impacto que tendrá la salida simultánea de unos 2.000 coches a la
principal calle de nuestra ciudad da igual. ¿Para qué fijarnos en la baja
calidad del aire que semejante concentración de vehículos va a provocar? ¡Si
van a poner una “electrolinera”! Florentino así lo quiere y así lo manda. Y
todo esto se repetirá, al parecer, varias veces a la semana, aunque el estadio
Santiago Bernabéu únicamente tenga licencia para uso deportivo, porque ya
sabemos que allí habrá todo tipo de eventos, aun sin tener autorización para
ello. Muy bien, señor alcalde.
Se ha actuado sin
transparencia y con evidente desprecio a las quejas de los vecinos, hartos de
un club acostumbrado a imponer su real voluntad
Un buen gobernante,
ante una actuación que va a transformar la ciudad, abre antes un debate con los
vecinos a través de una exposición al público de las ideas recibidas y con un
período de recepción de aportaciones de los ciudadanos y, sobre todo, no debe
crearles problemas agrediéndolos con
infraestructuras que rompen el tejido urbano, suponen la tala de decenas de
árboles y un más que probable estrechamiento de aceras en las zonas más
pobladas del barrio. Todo esto aderezado con unas evidentes prisas para dejarlo
todo atado y bien atado antes de las elecciones, no vaya a ser que los
electores den un disgusto a nuestra corporación actual y Florentino se quede
sin sus aparcamientos.
Si no se quiere
abrir un debate, lo menos que se puede hacer es cumplir las normas urbanísticas
municipales y elaborar un Plan Especial, que es un instrumento, como dice la
ley autonómica del suelo, previo a la construcción de infraestructuras de este
tipo “para legitimar su ejecución”.
¿Para qué vamos a
entretenernos en veleidades democráticas pudiendo actuar como en la época de
Arias Navarro?
Pero no. Aquí se ha
actuado sin plan especial, sin estudio de tráfico, sin motivación del proyecto
en su memoria, sin estudio de impacto ambiental, sin transparencia y con
evidente desprecio a las quejas de los vecinos, hartos de un club acostumbrado
a imponer su real voluntad y a abusar del barrio ante la sumisión y genuflexión
de todos los alcaldes que han sido y serán, algo que el consistorio vende como
el colmo de la modernidad.
Como dijo el NO-DO
sobre el scalextric de Atocha, “su necesidad era evidente, ya que viene a
facilitar la fluidez circulatoria en una de las encrucijadas madrileñas de
mayor tránsito”. Pues algo parecido debe de resonar en la cabeza del alcalde
Martínez Almeida: ¿para qué vamos a entretenernos en veleidades democráticas
pudiendo actuar como en la época de Arias Navarro? ¿Para qué vamos a actualizar
un modelo de ciudad si aquel modelo basado en la santificación del vehículo
privado y el pelotazo es el que nos gusta? ¿Para qué vamos a escuchar a los
vecinos que se oponen al advenimiento de la civilización y el progreso? ¡Viva
el humo, vivan los atascos, viva el lucro de Florentino!
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