'QUID PRO QUO' CON LA IGLESIA
EVANGÉLICA AL FONDO
ANA PARDO DE VERA
Lo he dicho aquí varias veces: no creo en las casualidades en política; mucho menos, en tiempo electoral. El Gobierno anunció este miércoles que los responsables de la Iglesia católica en España comenzarían a pagar al Estado dos impuestos de los que, hasta ahora, estaba exenta por obra y gracia de los acuerdos económicos con la Santa Sede, firmados en enero de 1979. Se trata de los impuestos de Contribuciones Especiales y el Impuesto sobre Construcciones, Instalaciones y Obras (ICIO). El Ministerio de la Presidencia, dirigido por Félix Bolaños, responsable de la negociación con la Conferencia Episcopal, ha estimado en unos 16 millones de euros anuales los que recibirá el erario de estos dos tributos.
La valoración de
este paso dado por el Gobierno-PSOE es relativa: por un lado, resulta positiva
si se tiene en cuenta que inicia la ruptura de la tradicional resistencia de
los socialistas a acabar con los privilegios de la Iglesia católica en España y
avanzar hacia un Estado laico e, incluso, realmente "aconfesional",
que es lo que recoge la manoseada Constitución de 1978 y que no se ha cumplido
jamás en este sentido (ni en otros varios).
Por otro lado,
causa sonrojo sacar pecho desde todo un Ejecutivo socialdemócrata por haber
logrado recuperar para la caja pública dos impuestos menores y se siga
permitiendo a la Iglesia escaquearse de pagar el Impuesto de Bienes Inmuebles
(IBI) sobre sus 34.961 ídem, de los que admitió, a mayores, que cerca de un
millar no le correspondían y que los había podido matricular por obra y gracia
de una ley del PP de José María Aznar.
Los privilegios de
la Iglesia católica siguen siendo muchos y variados en España y es quizás ese
comportamiento de su cúpula, más cercano a la rapiña que a la caridad de Cristo
que predican, el que le ha hecho ir perdiendo fieles en nuestro país. Eso, o
que ya no engañan a nadie que se reconozca habitante de una sociedad
democrática del siglo XXI, con su diversidad, su feminismo y su justicia
social. Al menos, la sociedad a la que deberíamos aspirar con un Gobierno
progresista, que si bien no alienta ninguna teocracia (Satanás nos libre), mira
hacia otro lado cuando se le reclama, como mínimo, el cumplimiento de la
Constitución en cuanto a la aconfesionalidad de escuelas concertadas
(mayoritariamente religiosas), en hospitales y centros sanitarios ídem, en
presupuestos públicos (no nos dan a elegir, con la cruz de la casilla para la
Iglesia católica se retraen ingresos para servicios públicos) o en memoria
democrática.
El sábado pasado
asistíamos a un bodrio evangélico en la capital, durante un acto del PP de
Madrid, con Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso y la predicadora Yadira
Maestre en los tres papeles estelares. La iglesia evangélica es la gran amenaza
del catolicismo en América Latina y, si Ayuso recurre a sus pastores para dar
mítines que le rebañen votos para las elecciones del 28 de mayo, es que también
puede serlo en España. Los dirigentes evangélicos son populistas,
manipuladores, radicales, intolerantes y van directamente a la piel, al miedo
de la gente, a las vísceras: sus fieles han nacido con el pecado encima y deben
dedicar su vida a redimirlo, ése es el principio. Pasan de oropeles,
barroquismos, de la lengua latina, de ropajes suntuosos y de formalismos
dialécticos; sus iglesias son edificios normales, nada presuntuosos, para que
la gente entre y se integre con facilidad, sin intimidarla.
La dirigencia de la
Iglesia católica, su intolerancia vestida de rasos, sedas y frufrús; de pan de
oro, arte sacro, su incienso, su Vaticano, su celibato, sus catedrales... por
no hablar de sus escándalos pederastas, sabe que debe redimirse, acercarse al
pueblo, mostrarse caritativa, ¿y qué mejor publicidad que la de pactar unas
monedas con el Gobierno socialcomunista-bolivariano-etarra-satánico si el
grueso de los acuerdos económicos se queda como estaba en 1979? Han pasado 43
años de entonces y 26 años de gobiernos socialistas. Se ha dado un pasito en
2023 con una cúpula católica debilitada. Podíamos haber aspirado a más.
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