miércoles, 15 de marzo de 2023

NO JODAS, NEGREIRA

 

NO JODAS, NEGREIRA

Al deporte le ha tocado la absurda tarea de acarrear con los valores que abandonamos. Por eso es grave el caso de corrupción del Barça. Porque hace que el fútbol sea, esta vez sí, reflejo de la sociedad

GERARDO TECÉ

Joan Laporta, presidente del FC Barcelona,

hablando del Caso Negreira.

Escándalo en el mundo del fútbol por el Caso Negreira. Al parecer, el FC Barcelona se ha pasado las dos últimas décadas ingresando grandes cantidades de dinero en la cuenta corriente de quien fuera vicepresidente de los árbitros, José María Enríquez Negreira. ¿Para qué? No hay respuesta oficial a la pregunta por parte del club señalado como posible corruptor. Su presidente ha anunciado que, en una futura rueda de prensa a celebrar, a lo más tardar, el próximo año bisiesto, dará detalladas explicaciones. Estas podrían ir del no me consta al yo no miro lo que firmo, pasando por ni que fuera yo Bin Laden. Sea cual sea el motivo que llevó al Barça a abonar religiosamente cada año una cuota millonaria ante el vicepresidente de los árbitros –por generosidad desinteresada o distribución de la riqueza, probablemente–, en el club deberían empezar a preparar su defensa judicial sobre la base de que el fútbol, como siempre se ha dicho, es reflejo de la sociedad.

 

Es el mercado, amigo, podrían argumentar los abogados del Barça; que la actividad del capital privado no hay que regularla y que cada uno es libre de mover su dinero como lo considere oportuno. Me temo que no serviría de mucho. El fútbol, por mucho que se repita, no es reflejo de la sociedad. Si lo fuera, aceptaríamos sin revuelo que –al igual que los dueños del IBEX financian campañas de políticos que son árbitros de adjudicaciones públicas– el Barça “cultivase las buenas relaciones” con los árbitros de su juego. Pero este no es el caso, porque el deporte es otra cosa. Antes era el lugar donde las sociedades se entretenían y desfogaban. Hoy es el lugar donde se engañan. Y eso es sagrado. Al deporte le exigimos los valores que hemos abandonado en la vida. Por eso, el país que se cruzó de brazos mientras un jefe del Estado corrupto se iba de rositas pide con firmeza cada día que se clarifique lo de Negreira. Por eso toleramos y votamos a partidos políticos que se financian ilegalmente para competir con ventaja en las elecciones, que compran el favor de poderes económicos y mediáticos que pisotean a sus rivales. Pero es intolerable aceptar la idea de que la Liga se haya visto condicionada por quienes han podido querer sacar una injusta ventaja. Por eso, aunque no genere alarma social que por la puerta de atrás de la política se controle con descaro a los jueces de la vida real, que pueda suceder con los jueces del balón es diferente. Son muchos penaltis y fueras de juego bajo sospecha.

 

Justicia, juego limpio, recompensa que llega mediante el esfuerzo, igualdad de oportunidades, trabajo en equipo. El deporte es eso que nos permite disfrutar por la tele de costumbres en desuso. Puede usted asegurar en directo en el programa mañanero de más audiencia que los inmigrantes son delincuentes y estará ejerciendo la libertad de expresión, pero será señalado como un energúmeno si se dedica a insultar en un estadio. El telediario le venderá información manipulada de lunes a domingo, pero no habrá perdido usted el sentido crítico siempre que sea capaz de detectar que al periodista deportivo de turno se le ve el plumero. Nos encontraremos todos aplaudiendo la grandeza de ese atleta que se quedó a esperar a su rival cuando tropezó en mitad del esprint final y luego, cada uno por su lado, a discutir si al que naufraga en una patera en mitad del mar hay que ir a rescatarlo o si mejor no, porque provocaría efecto llamada. A los deportes, a los juegos, les ha tocado la absurda tarea de acarrear con los valores que la sociedad abandonó. Por eso es grave el caso de corrupción del Barça y Negreira. Porque hace que el fútbol sea, esta vez sí, reflejo de la sociedad.  Y eso sí que no. Ojalá caiga sobre este caso todo el peso de la Justicia. Y cuando digo todo, es todo. No vaya a sobrar peso para otras cosas.

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