CUANDO LA SANIDAD PRIVADA TAMBIÉN HACE AGUAS
JAVIER PADILLA
Médico
de atención primaria y diputado de Más Madrid en la Asamblea
Médicos y pediatras de Atención Primaria y Urgencias Extrahospitalarias
con bata blanca sujetan pancartas durante una manifestación para reclamar
mejoras en el primer nivel asistencial, a 15 de marzo de 2023, en Madrid
(España). Foto: Carlos Luján / Europa Press
"Hoy he buscado una cita médica EN LA SANIDAD PRIVADA (seguro €106/mes) y me han dado para julio."
"Hoy va de SANIDAD PRIVADA. Sanitas me da cita con el dermatólogo para dentro de tres meses...Llevo 25 años pagando religiosamente."
Son dos de los muchos mensajes que se pueden ver en redes sociales de forma creciente en los últimos meses, y que responden a algo muy lógico: si la sanidad pública sufre, la sanidad privada va detrás.
Hay varios tipos de
usuarios de la sanidad privada. Están quienes lo hacen por tradición o
convicción, defendiendo casi de forma militante esta opción, a quienes se lo
pagan en el trabajo, y hay un perfil de gente, cada vez mayor, que preferiría
no hacerlo, pero se ve empujada por la situación en la que se encuentran los
servicios públicos.
Además, podemos
decir que la sanidad privada en España tiene tres patas: I) su interacción con
lo público, en forma de contratos por los que recibe dinero público a través de
conciertos o concesiones, II) la actividad sanitaria que la gente paga de forma
directa a tocateja, y III) los seguros sanitarios privados.
En los últimos
meses, estamos viendo cómo esta tercera pata empieza a hacer aguas. El modelo
de la sanidad privada en España nunca ha pretendido competir con la pública,
sino usarla como un elemento de estabilidad y una red de seguridad.
Un sistema basado
en mal pagar a sus trabajadores y darles unas condiciones laborales que hasta
hace poco eran peores que en la pública pero que se han ido equiparando en
muchos aspectos; y que por el lado de los pacientes (o clientes, en ese caso)
cimenta su relación en cuotas en su mayoría low-cost, con coberturas muy
limitadas y sabiendo que los casos de alta complejidad - alto coste en gran
parte tomarán el camino (ya sea espontáneo o porque no queda más remedio) de la
sanidad pública.
Con este panorama,
el deterioro sufrido en la sanidad pública, en general, y en la Atención
Primaria en particular, ha hecho que haya más personas contratando seguros
sanitarios privados, y que las personas que ya los tenían de antes hagan un uso
más intensivo por su mayor dificultad para acceder al sistema sanitario
público.
Cuando el Barómetro
Sanitario del Centro de Investigaciones Sociológicas ha preguntado por los
seguros sanitarios privados, los resultados han mostrado dos motivos que
destacaban por su frecuencia entre las razones por las que la gente contrata un
seguro: I) evitar largas esperas para pruebas y consultas, y II) tener acceso
directo al especialista. Es decir, la gente acude a la sanidad privada para
by-passear elementos de la sanidad pública, no para sustituir a esta.
La sanidad privada,
tal como existe en España hoy en día, no podría sobrevivir a un deterioro
importante de la sanidad pública. Incluso en regiones como la Comunidad de
Madrid, donde un 40% de la población tiene algún tipo de seguro sanitario privado,
no existe una infraestructura que pueda aguantar el tsunami de demanda que le
viene encima.
Cuando eso ocurre,
en un modelo low-cost, de repente lo que hacía de "barrera" al acceso
a los seguros privados, el coste, deja de ser una barrera capaz de frenar el
aumento de la demanda de consultas, y entonces aparece otro elemento para
racionar la asistencia sanitaria: las listas de espera.
Sí, la sanidad
privada en la Comunidad de Madrid tiene a día de hoy en ciertos centros y
especialidades una lista de espera similar a la de la sanidad pública. Es
decir, el colapso de una ha hecho que la otra no sea capaz de seguir ofreciendo
aquello que, teóricamente, era su principal atractivo. Hay un grupo en el que
este previsible colapso en cadena es especialmente relevante: quienes solo
tienen sanidad privada y no pública; esto ocurre en un número importante de
empleados públicos que siguen manteniendo la posibilidad de elegir anualmente
si quieren recibir la asistencia sanitaria por medio de los servicios sanitarios
públicos o de aseguradoras privadas.
El carácter
transversal de la sanidad pública como elemento de cohesión y consenso
colectivo que une a toda la población en nuestra sociedad no se deriva
exclusivamente de que todo el mundo puede, eventualmente, hacer uso de ella, o
porque mejore la salud de la población en su conjunto. Aunque nos cueste verlo
(e incluso estar de acuerdo con ello), la sanidad pública es también un
elemento estabilizador de la sanidad privada para quienes no hacen uso directo
de la pública.
En España, y más
aún allí donde la sanidad privada tiene una presencia más extendida, como es la
Comunidad de Madrid, la sanidad pública es una doble red de seguridad: es el
elemento fundamental de protección de la vida de quienes caen enfermos, pero es
que también es lo que hay bajo el cable en el que la sanidad privada hace sus
equilibrios. No existe en nuestro entorno sanidad privada si no es subida a
hombros de la sanidad pública.
No cabe duda de que
un deterioro severo y prolongado de la sanidad pública acabaría beneficiando a
la sanidad privada, pero no a la actualmente existente. En ese contexto, los
seguros low-cost seguramente desaparecerían, empezando por crearse seguros
premium ("ya tienes un seguro low-cost, pero si quieres que te atiendan
sin esperas, para este extra a tu póliza") y siguiendo por un aumento
significativo y generalizado de las cuotas de los seguros. Quien quiera ver
cómo acaba la escalada de precios, que mire a Estados Unidos y recuerde que es
probable que estuviera más cerca de caer en la población sin seguro que en la
que puede pagarse una habitación de UCI al contado.
Hay regiones como
la Comunidad de Madrid que se encuentran ahora en una especie de crisis global
con difícil salida: los gobernantes deterioran la sanidad pública, aumentando
las listas de espera incluso en Atención Primaria, expulsando a los pacientes
hacia la privada; mientras tanto, la privada no puede absorber la carga de
clientes que le llegan y empieza a generar largas listas de espera para racionar
la asistencia sanitaria, comportándose como una sanidad pública deteriorada
pero sin ser gratuita en el punto de asistencia.
Quienes antes
miraban el deterioro de la sanidad pública desde la distancia ven ahora cómo
una sanidad pública fuerte era lo que permitía que no se les inundara el patio
privado.
Urge recuperar la
sanidad pública como lo que siempre ha debido ser: la casa común. Un servicio
público verdaderamente solvente que mejore la salud de la gente, que dé
seguridad frente a la enfermedad, que blinde los bolsillos de la población y
que sea entendida, por quienes la usan y quienes no lo hacen, como lo que nos
vertebra como sociedad. Una vez conseguido esto, si alguien quiere irse a la
privada, adelante, pero agradeciendo en todo momento haber hecho a la sanidad
pública fuerte de nuevo.
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