S A
E T A
(Ensayo novelado)
Obra: E.12 (a.85)
Capítulo
6
José Rivero Vivas
(200634)
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José
Rivero
Vivas
SAETA – Obra:
E.12 (a.85) -
Ensayo –
Ilustración de la cubierta: Batallas (Los suplicios del amor)
1915,
de Ernst Ludwig Kirchner.
Cromoxilografía en negro, rojo y azul.
Berlin, Brücke-Museum,.
(ISBN:
978-84-18902- 37-6) – D. L.: TF 220-2022 –
Ediciones IDEA, Islas Canarias. (Año 2022)
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José Rivero Vivas
SAETA
A partir de cierto
momento, en cómputo de edad fingida, aquellos seres humanos, señalados con
especial distintivo, recibirán una píldora cuyo efecto los anulará
progresivamente hasta desaparecer del entorno, convertidos en polvo, para
evitar gastos de traslado y posterior incineración, reservada sólo a cadáveres
de impronta maravillosa y magnífica implantación en niveles inasequibles a los
demás. Ello provocará nítida limpieza para comodidad de la esfera social
selecta, despatarrada sobre la bola del mundo, de modo que, el florido sector
de la humanidad se sienta seguro, sin temor a represalia vindicativa, por parte
de la clase negada, cuya envidia del bienestar de los elegidos, es estrago que
birla su felicidad, al tiempo que los lleva a adoptar medidas totalmente
inadmisibles para la paz mundial.
La ciencia avanza
y, en su progreso, ha sabido hallar el remedio eficaz para deshacerse de tanto
habitante desocupado como puebla este globo, puesto en el centro del universo
para disfrute de unos pocos. Quien no acepte la estructura vertical del
esquema, presentado como sistema indeleble, en absoluto mejorable, ha de pagar
con su evaporación la osadía de mostrarse desafecto.
Vayan ahora los
poetas a llorar sobre las ruinas, el escombro y los millones de víctimas caídas
por decreto de un jactancioso y su séquito adulador, bien que todos resultaran
ilesos en el obtuso siniestro, acaecido como consecuencia de la decisión tomada
anteayer, provocando el barrido de alfombra que azota al país vecino, cuyo mal
mayor fue ser premiado con la fortuna de atesorar codiciada materia prima,
expuesta al escamoteo de aves
encantadoras, en previsión de tierna hogaza.
Sin ser de su misma
especie, el murciélago dejó sentir su vuelo raso sobre su propio destino,
mortificando insano a su vecino; más tarde, sin embargo, esta conducta vino a
ser vituperada como incómoda prueba para el gerifalte de los asuntos varios que
conciernen al globo. El pueblo entero, subordinado a uno y otro endriago, hubo
de callar ante la amenaza de su bota aplastante, betunada por sus secuaces, en
concordancia con la acusada brillantez, por siempre cegadora.
La historia,
inserta en esta falsa novela -acaso desnovela, en declaración de su autor-, se
remonta a milenios antes de la adoración más antigua, practicada fervorosamente
por gente de profunda creencia. Luego fue trasladada a siglos futuros, con
envoltura fantástica, reflejo de cuanto
ha de ser el universo, una vez que el ser humano se haya aposentado en el
espacio, moviéndose a sus anchas de globo en globo, cual ahora va de esquina en
esquina, dejando detrás cuantiosas manzanas, agrias y a disgusto mordisqueadas.
No describe esta
crónica cuáles son los avances científicos ni los restos arqueológicos
descubiertos con el paso del tiempo. Solamente incide, con asaz redundancia, en
la rareza de museos y bibliotecas, donde se conserva el pensamiento y la obra
de muchos pueblos, que cayeron víctimas del aplastamiento sistemático, ordenado
contra ellos por causa de su actividad interna, considerada subversiva por quien
rige la acción imperial, acompañado de pequeños satélites, que giran en torno a
su eje, con mayor ansia de exterminio que el propio país de anónima
superchería.
Se desconoce el
motivo por el cual, este autor, completamente desconocido, hombre o mujer, acaso
niño, de cualquier sexo, trató de grabar la ansiedad de la población mundial, a
raíz del acto de justicia recóndita, puesta en vigor en presunta asamblea
general de innúmeras naciones, agrupadas en torno al país propagador del
programa, justo y bravo, con que extendió su poderío sobre la faz del planeta,
además de transportar múltiples unidades volantes, desplazadas sin trabas a
través del firmamento.
Se hallaba,
supuestamente, este escritor, carente de lógico argumento sobre el cual
edificar la trama de su consecutiva novela, cuento o fábula, y pensó sorprender
al mundo con una versión, extraña, por estrambótica, de la historia reservada a
las clases protagonistas, en este curioso evento, de forma que nadie pudiera
adivinar que una vez se dio la existencia de seres distintos: grises, verdes,
de brazos tintos en sangre, dijo aquel novelista, por causa de tanta guerra de
dominio, tratando de domeñar el impulso de independencia y rebelión latente en
el seno de la humanidad sufriente.
*
En lo sucesivo, el
profesorado se volcó en un análisis profundo del estilo utilizado en el curso
de su redacción. Facundo, sin embargo, optó por desentenderse de huella
académica que perturbase su afán, y rechazó la barbarie, en su plena dimensión,
proceda ésta de fuente abundante o de estéril campiña reseca.
Alborotado en su
principio, el hombre poseso de sexual fantasía, se agita recordando lujurioso
el peso animal de aquel cuerpo que gozara cuando en ilusión se volcó sobre el
amor perdido después de varios años de total entrega.
La preocupación por
las cosas de este mundo le impide desarrollar su celo con el ahínco necesario
para lograr un final apoteósico, que sería nombrado por allá del horizonte, de
donde volvería prácticamente aumentado en desusada imaginación. Pero, es el
caso que su mente divaga y propende a enfrascarse en rutinaria fatiga de actos
triviales, que no aportan eficaz reposo al delirio de su embarazosa quimera.
Váyase, pues, el
duende que lo visita y deshaga el lazo que lo ata a la resonancia principal,
donde cada cosa se llama por su nombre, y la acción que el hombre realiza, con
suerte distinta del mero pensar futesas, pasa de halago y sinsabor, en un medio
roto, tras conseguir llenar la vasija de su hostil desencuentro.
*
El golpe dado con
la aldaba sobre la puerta indica que alguien desea entrar en contacto con quien
se encuentra dentro de la casa a la que llama. Si la persona solicitada no
quiere permitirlo, no contesta a la llamada y el intento del otro queda
frustrado. En definitiva, nada insólito sucede.
Ahora bien, ante el
deseo de mostrarse cortés, tendrá que acudir a la puerta y abrirle a quien
toca, aun cuando el contacto pueda implicar visos peligrosos, dado el manejo
actual de estímulo y propaganda a favor de los individuos desafiados, cuyo
peligro máximo se supone intacto a horas del amanecer. Así, quien desconoce los
hilos que mueve el universo no debe preocuparse por su gestión, sincera o
simulada. El hacedor de fines propios, encargado de mejorar todo cuidado,
respecto de las delicias promovidas, ajeno a la suspensión de cierto tóxico
alucinante, popular desde hace siglos, aunque solamente los pudientes hicieran
uso de su mágico efluvio ensoñador.
Ello lleva a pensar
que, el perfil de quien se arroga el don de mando, que acaso detenta, como bien
prosaico, por superior capacidad física, no es virtud infusa, atesorada a favor
del bien común dilapidado, cuando una vez se puso de manifiesto cuán grande es
la codicia del ser humano.
Lo cual confirma
que pronto estará el hombre contento de pertenecer a su propia especie, aun sin
haber tomado conciencia del mal que siembra en este pequeño planeta, adonde lo
trajeron por error de un funcionario que pulsó mal la tecla del ordenador, de
donde se supervisa los destinos varios, dispersos en el espacio exterior.
A punto de
trasponer el elevado farallón, delimitador de la arenosa playa, la nave se
descuelga por el acantilado, desprovisto de historia, aunque es única en el
país uniformizado después de rota su leyenda. La furgoneta espacial, útil
eficaz del proyecto, fue haciendo su reparto conforme con la indicación fijada
en la espalda del grupo librado. Una etiqueta trastocada fijó en la Tierra su
residencia. Hoy, el vasto universo se lamenta, pese a ser pequeña la habitación
que se asigna para querellas internas del díscolo sujeto.
*
La Tierra es el
lugar que acoge a la especie toda, y, de algún modo, es de apreciar su generosa
estima.
Esto halló Facundo,
difuso en su reflexión, una mañana temprano, que acudió como de costumbre a dar
su paseo frente al mar Mediterráneo.
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(Ensayo novelado)
Obra: E.12 (a.85)
Capítulo
6
José Rivero Vivas
(200634)
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José
Rivero Vivas
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1915,
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Cromoxilografía en negro, rojo y azul.
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Tenerife
Islas Canarias
Febrero de 2023
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