UNA GRAN FARSA QUE NECESITAN RENOVAR
Y UNA VERDAD COMO UN PUÑO
INSURGENTE
La
crisis que estalla en 2007-2008 en el corazón mismo del sistema capitalista
nunca se ha resuelto. Han intentado exportarla, entre otras cosas, de la mano
del endeudamiento y del sometimiento financiero de la periferia así como de la
provocación de guerras más o menos regionales cada dos por tres.
A mucha gente, incluso cercana, le ha sorprendido la inmediata agresividad a borbotones que gran parte de los gobiernos occidentales han mostrado a raíz de cómo se (les) han precipitado los acontecimientos en (toda) Ucrania. Ponemos paréntesis porque a las poblaciones del Donbass en el este de Ucrania los acontecimientos se les venían precipitando desde el 2014 cuando filonazis quemaban edificios de sindicatos y machacaban a comunistas en Kiev en el marco de un golpe de Estado pro y por occidental y se vieron obligados, en el Donbass, a proclamar repúblicas populares que durante 7 años no han dejado de ser asediadas con miles de víctimas. Y de cuyas lágrimas y desesperación, ninguna cadena libre de TV ha tenido a bien dedicarle un miserable instante. Les viene perfecto lo de “cadena”…
En esta puja
occidental por ver quién es más duro con la bárbara Rusia, nuestra querida
patria no iba a quedar atrás. Y vemos inflados de orgullo cómo España no solo
no acaba en los Pirineos, sino que bien allende hemos dejado suelto por
Bruselas al valiente Borell, hecho todo un valido va-t-en-guerre como el que
más. ¡Qué bien lo ha reflejado en su última viñeta nuestro Malhumorgráfico
insurgentiano!
Pero la verdad es
que igual es más comprensible de lo que parece la histeria guerrera de ese
flamante “alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de
Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea” (ahí es nada). Porque algo
sabe de economía el hombre que fue el segundón más brillante en las carteras
del dinero de los primeros gobiernos de nuestro no menos apasionado
pro-occidental Felipe González. Y es que en el fondo, y desde bien atrás, la
que están (de)formándonos mediáticamente tiene que ver con que no se vea cómo
va realmente la economía por estos lares capitalistas. Por partida doble: en
cuanto al diagnóstico macroeconómico y en lo que se refiere a las
medidas-ataque que se prestan a aplicar a las micropersonas de a pie. De ahí
que asistamos a la renovación de una farsa en dos actos que, de alguna manera,
tome el relevo tras la guerra que nos ha dado el virus.
Por un lado hay que
seguir tapando la podredumbre del sistema capitalista y, dentro de él, la
especial y veterana querencia estadounidense por incendiar todo con tal de
prolongar su hegemonía. Y en esa carrera obliga a la propia UE a compartir el
papel de Nerón aunque, en principio, la no menos imperialista UE partía con una
agenda explícitamente menos guerrera.
Hay que seguir
tapando miserias propias, sí. La crisis que estalla en 2007-2008 en el corazón
mismo del sistema capitalista nunca se ha resuelto. Han intentado exportarla,
entre otras cosas, de la mano del endeudamiento y del sometimiento financiero
de la periferia así como de la provocación de guerras más o menos regionales
cada dos por tres. Según el Instituto de Finanzas Internacionales, la deuda
global alcanza cerca de 4 veces el PIB mundial, siendo la de los propios EEUU
–campeón en la exportación de deudas y en la magia de inventarse el dinero- de
cerca del 140% de su PIB, habiendo pasado de unos 5 billones de dólares en 2000
a 30 billones en 2022. Todo esto es insostenible y esa insostenibilidad es un
factor de primer orden para tener al mundo en una constante desestabilización y
provocación bélicas.
En este escenario,
grandes países como Rusia que, de objeto del deseo de ser comidos a cachos,
bien al contrario mantienen la potencia militar heredada de su pasado socialista,
esos países como Rusia, sencillamente sobran. Y hay que cercarlos y minarlos
hasta hacerlos implosionar (por segunda vez) como sea. Y hay que fabricarle
enemigos hasta en la sopa. Jugando también con esta, con las cosas del comer.
Así, igual que utilizaron
la pandemia, intentan ahora culpar de la crisis y la inflación al demoníaco y
viral Putin. Hay que tapar entonces toda podredumbre del sistema capitalista
mundial, no vaya ser que a cada vez más pueblos les den por preguntarse si no
solo a los rusos les conviene sembrar futuro con buena parte de su pasado
soviético.
En ese sentido -y
he ahí el segundo aspecto de la farsa- nuestros enemigos de clase (ahora
“amigos de la paz”) sueñan que cuando haya manifestaciones contra los recortes
sociolaborales directos y los indirectos de la inflación que se desmadra, esas
manifestaciones no se hagan contra el gobierno de turno y demás cómplices de la
politiquería, sino que se realicen en las embajadas y consulados de Rusia
porque “evidentemente” todo estas medidas de recortes que “nos vemos obligados
a tomar” es por culpa del malvado Putin.
Para que no se
hagan realidad esos sueños perversos de desviar la diana popular de su
verdadero enemigo, la gente progresista en general no puede ir más a la
defensiva y paralizarse. Habrá que ser decididos contra la farsa en curso. Y si
es preciso, no solo hay que denunciar toda la demonización contra los rusos y
la agresión mediática que están perpetrándonos. Habrá que tomar toda clase de
distancia con los de arriba y hasta con los ninistas de al lado. Y que nos
ladren lo que quieran cuando proclamemos bien alto: tras el desastre de la
caída de la Unión Soviética, menos mal que allí… no cayó todo. Porque
sencillamente es una verdad como un puño (sic).
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