MÁS ALLÁ DE LOS RELATOS OFICIALES
MIQUEL RAMOS
Evacuación
de la población ucraniana tras el ataque de Rusia.
He intentado despegarme de la pantalla estos días por la saturación de información e imágenes de la guerra en Ucrania, pero reconozco que me está resultando complicado. De hecho, ni quería hablar hoy de ello, pero no tengo la cabeza en otro sitio, y cada tema que se me ocurre me resulta hasta incómodo viendo lo que está sucediendo.
No quiero hacer
tampoco ningún nuevo análisis geopolítico sobre este asunto, ya que muchos
otros periodistas y analistas que conocen mucho mejor el terreno y los juegos
entre potencias ya lo han hecho. Vengo a hablar de la dificultad, a pesar de
todo, de informarse más allá de los medios generalistas y las cadenas oficialistas
de uno y otro bando. Y de poder encontrar información fiable, esquivando las
noticias falsas que desde todos los frentes disparan siempre y algunas llegan a
alcanzarnos. Lo grave es que lo hagan las grandes cadenas, porque estos días
hemos visto más de un ejemplo que resulta sonrojante aunque no sorprenda. El
uso de imágenes de un videojuego y de una explosión en China por parte de una
cadena española como si fuesen imágenes de guerra; entrevistas a ‘voluntarios’
que posan ante banderas de grupos de extrema derecha o a entrañables ciudadanos
con vínculos neonazis sin hacer mención a ello; o mostrar a una familia del
Donbas huyendo hace unas semanas de los bombardeos ucranianos como si fuesen
ucranianos huyendo de los rusos, por ejemplo. Estamos ya acostumbrados a las
mentiras y a la desinformación, y más en tiempos de guerra, cuando el sesgo de
confirmación funciona mejor que nunca.
He tratado de
contactar con amigos rusos y ucranianos para entender un poco mejor el
conflicto desde abajo, a través de gente cercana que conocí hace años y que
pertenecen a movimientos sociales de izquierdas, algo realmente jodido en ambos
países a día de hoy. Los antifascistas rusos llevan unos años complicados,
sobre todo desde 2017, cuando varias operaciones policiales previas al mundial
de fútbol y a las elecciones presidenciales barrieran a gran parte del
movimiento. El caso Network contra un grupo de antifascistas fue sonado, y
obtuvo muestras de solidaridad en España. También por la violencia de los
neonazis, muchos de estos relacionados con el crimen organizado, que ya se han
cobrado la vida de varios de ellos. Más recientemente, la policía detuvo a 80
antifascistas en Moscú cuando celebraban un torneo de artes marciales en 2019
en recuerdo de su compañero Ivan Khutorskoy en el décimo aniversario de su
asesinato a manos de neonazis.
Y en Ucrania,
imaginad lo jodido que es ser antifascista. Un país donde los neonazis campan a
sus anchas, y hasta tienen su propia milicia armada que patrulla las calles de
Kiev, como contó en 2018 Descifrando La Guerra, y más recientemente el diario
El Mundo, poco sospechoso de estar al servicio del Kremlin. Tras el Maidan,
muchos izquierdistas fueron cazados por los ultraderechistas que lideraron el
golpe. O peor, asesinados y quemados vivos con absoluta impunidad, como pasó en
la Casa de los Sindicatos de Odessa en 2014, cuando los neonazis dejaron a su
paso cerca de cincuenta muertos. Por no hablar del Donbas, porque no lo
olvidemos, la guerra que hoy se extiende por Ucrania, empezó hace 8 años allí,
y ni los medios ni el No a la Guerra estaban presentes.
Con los sucesos y
el golpe del Maidan hubo también cierta controversia con el papel de la
izquierda. Una parte de esta participó en las protestas entendiendo que el
gobierno estaba podrido de corrupción y que todo mejoraría, obviando que las
tensiones geopolíticas y la supremacía de los grupos ultraderechistas llevarían
a la nueva Ucrania por otros derroteros. No es nada fácil prever qué ocurrirá
si derrocas un gobierno, cuando la correlación de fuerzas no está de tu parte,
y mucho menos cuando la mano invisible de las potencias extranjeras anda
tocando ciertas teclas para que acabe sonando la canción que más le gusta. Y
así fue, queramos o no, cómo Ucrania terminó en manos de presidentes que
recibieron todo el apoyo de EE.UU y la UE, prohibieron el partido comunista y
siguieron bombardeando el Donbas.
Una compañera de
San Petersburgo marchaba hacia una protesta contra la guerra cuando la llamé.
Hubo cientos de detenidos. Al día siguiente me devolvió la llamada, y me estuvo
explicando que lleva días en contacto con un compañero ruso, un militante
antifascista, al que la guerra le ha pillado en Kiev, junto con otros
compañeros ucranianos. Y es que más allá del relato oficial, muchísima gente de
ambos lados mantiene estrechas relaciones, no solo personales, sino también
políticas. Es normal que los militantes antiautoritarios se unan más allá de
sus fronteras. El internacionalismo de toda la vida, vamos. Ahora sí,
conscientes de los juegos geopolíticos que se cuecen en este asunto, tan solo
tratan de salvar su vida como bien pueden.
Por esto, la
retórica ideológica de esta guerra les asquea. Saben que Rusia la usa como
excusa, y llaman a que esa supuesta desnazificación que promulga Putin empiece
por la propia Rusia, donde sigue habiendo neonazis y ultraderechistas de todo
pelaje, y algunos con buenas relaciones con el poder. Como el propio Putin, que
nunca ha escondido sus buenas relaciones con líderes de la ultraderecha europea
como Le Pen, Salvini, Orbán o la ex ministra de Asuntos Exteriores austriaca,
Karin Kneissl, del filonazi FPÖ, a cuya boda acudió el mandatario ruso en 2018.
Ucrania no es
ningún territorio amable por ser cercano a Occidente. Todo lo contrario: tanto
Europa como EE.UU han permitido que el país se haya convertido en lugar de
peregrinaje y entrenamiento militar para neonazis y fascistas de todo el mundo,
como ya advertí en otro articulo hace unas semanas, y como advertían hasta los
propios medios europeos y norteamericanos. Por mucho que el presidente sea
judío, y que las fuerzas políticas de extrema derecha tengan poco apoyo en las
urnas, las calles son suyas. Y están armados y amparados por el Estado, por la
OTAN y por la UE.
Roger Suso
explicaba cómo se están situando la extremas derechas ante este conflicto en un
imprescindible artículo publicado recientemente en la Directa. No se
equivoquen. Nazis hay en todas partes, también en Rusia, y no es excusa la
impunidad de la que gozan en Ucrania para justificar lo que está pasando. De
hecho, Putin no invade Ucrania por eso, por mucho que así lo cacaree mientras
mete en la cárcel a antifascistas rusos. Tampoco lo hace por la gente del
Donbas, que lleva 8 años soportando las bombas y los ataques del ejército y los
paramilitares ucranianos ante la pasividad del mundo entero. Aunque cesen los
bombardeos sobre este territorio, el Donbas es una excusa más, que bien lo
agradecen sus habitantes, sin duda, pero que, como Crimea, forma parte del risk
en el que juegan unos y otros. Conocidos que han estado allí me han contado de
primera mano el terror con el que vive su población desde 2014 bajo las bombas
ucranianas, con cerca de 14.000 muertos, entre civiles y combatientes, ante el
silencio y la complicidad internacional a pesar de los constantes informes de
la OSCE al respecto desde hace años.
Y ahora imaginad el
papelón de los ucranianos que repudian a los nazis e incluso que los confronta
como puede, ante la invasión del país por parte de una potencia extranjera. Yo
llevo días dándole vueltas, tratando de informar como puedo de lo que considero
importante, sin perder de vista a la gente, al pueblo, al que de verdad sufre
las consecuencias de estos juegos entre poderosos, y más allá de las causas que
nos han llevado hasta aquí. Estos análisis se los dejo de momento a otros. Yo
prefiero escuchar a la gente, al anarquista ucraniano con el que he hablado y
está escondido en un bunker en Kiev. Y a mis amigos y otros periodistas que han
estado en el Donbas varias veces llevando ayuda humanitaria cuando a nadie le
importaba una mierda esa guerra. A ellos, y al resto de activistas
antifascistas de varios países que fueron en la caravana humanitaria, el estado
ucraniano los acusó de terroristas y pidió su detención, tan solo por mostrar su
apoyo a la población civil e ir a conocer sobre el terreno la guerra que nadie
quiso ver y que hoy ha estallado en todo el territorio.
Como ellos y ellas
contaron en un articulo titulado ‘Yo estuve en Ucrania, y te están mintiendo’,
las guerras no las hacen las historias individuales, es verdad, sino que deben
situarse en la historia y en el análisis geopolítico, porque nada hay más
colectivo que las guerras. Yo no me atrevo a aventurar lo que sucederá, pero
antes de realizar el análisis geopolítico que bien han hecho otros ya, algunas
pequeñas historias ayudan a dejar de ver esto como una película. Como bien
dicen en citado artículo estas personas que estuvieron allí, solo los imbéciles
y los fascistas como Marinetti (que decía aquello de que la guerra es bella)
pueden idealizarla.
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