LO QUE SUENA NO ES ROSALÍA SINO LAS TROMPETAS DEL APOCALIPSIS
JUAN CARLOS ESCUDIER
Se tiene la idea de
que en los albores del final de los tiempos el cielo debe oscurecerse y eso,
posiblemente, fue lo que confundió al gentío. El día era tan luminoso que no se
podía presagiar lo que ya estaban anunciando algunos heraldos de la imprenta en
sus versiones digitales. El Gobierno en funciones había quemado su última etapa
y a la vuelta de las uvas se atisbaba ya el cataclismo más siniestro de unos
años 20 que, lejos de ser felices como en el siglo pasado, causarán llanto y
crujir de dientes.
Ajenos al informe
claudicante de la Abogacía sobre Oriol Junqueras, al premeditado cambio de las
estructuras del Estado para convertir en naciones a Euskadi y Cataluña, a la
expulsión de la Guardia Civil de Navarra y a la firma del futuro programa de
acción del Frente Popular guerracivilista que nos dejará insomnes, el personal
apuraba sus compras de fin de año. Nadie parecía ser consciente de que España
se había vendido al separatismo y a los populistas por una investidura y que
Sánchez había claudicado como estaba previsto a la espera de que ERC le diera
su bendición definitiva. Con tanto compatriota en la inopia tirando de visa en
la pescadería puede ocurrirnos cualquier cosa.
En su descargo hay
que decir que los indicios no eran muy claros y habían despistado mucho algunos
reportajes sobre la celebración navideña de la familia Abascal en la que podía
verse al Cid de la ultraderecha feliz como una perdiz de blanco impoluto, a sus
pequeños representando en casa un Belén viviente vestidos de María y de José y
a su señora confesando que se había saltado su dieta espartana y, tras un
“súper entrenamiento”, se había tomado unos huevos benedictinos con guacamole y
granada, acompañados de gofres y nata montada que quitaban el hipo y el
sentido. ¿Quién se toma unos huevos así en vísperas del Armagedón?
De hecho, para
confirmar que lo que sonaba no era Rosalía sino las trompetas del Apocalipsis,
Abascal tuvo que hacerse presente en Twitter con dos mensajes en los que
alertaba de que Sánchez había usado las vacaciones navideñas para pisotear el
Estado de Derecho, que existía la posibilidad de que Junqueras huyera a Europa
y, finalmente, anticipaba un Gobierno de socialistas y comunistas sostenido por
proetarras y separatistas- “Os prometemos que no dejaremos de perseguir a este
Gobierno traidor hasta vencerlo. Animamos a todos los españoles a la
movilización permanente. España prevalecerá”, auguraba sin confirmar si él
mismo interrumpiría sus vacaciones para iniciar la persecución a caballo del
nuevo Ejecutivo.
¿Que qué había
pasado mientras buena parte de España, ajena a todo, se hacía con las bolsas de
confeti y matasuegras para el cotillón? Lo inconcebible. Sánchez e Iglesias rubricaban
un pacto de Gobierno que subirá los impuestos a los ricos y a las grandes
empresas, derogará buena parte de la reforma laboral del PP, limitará los
precios del alquiler, dará banda ancha a la España vacía, elaborará una ley de
cambio climático, regulará la eutanasia y tratará de bajar el precio del recibo
de la luz, entre otras cosas de rojos y populistas.
No contento con
eso, a cambio de su voto afirmativo, el del PSOE firmaba un acuerdo con el PNV
en el que se acepta transferir a Euskadi las competencias pendientes y a
Navarra las de Tráfico, además de comprometerse a impulsar modificaciones
legales para el reconocimiento de la distintas identidades territoriales. Y lo
que es más grave, consiente en “abrir cauces” que promuevan la representación internacional
del País Vasco en el ámbito deportivo, que es como tolerar que, si está de
Dios, la selección de fútbol de Euskadi juegue la Eurocopa. Con razón ha dicho
Pablo Casado que España va mal e irá a peor, sumida en el paro, la pobreza y la
cantonalización.
Paralelamente, ERC
avanzaba su disposición a abstenerse en la investidura después de que la
Abogacía del Estado confirmará que Junqueras tiene inmunidad, tal y como había
fallado el Tribunal Superior de Justicia de la UE. Cuando el acuerdo con los
republicanos, tan secreto como el suscrito con Podemos y los nacionalistas
vascos, se haga público, se verá qué tipo de mesa de diálogo está prevista
entre el Gobierno y la Generalitat. Y ahí, sí que sí, será cuando se oscurecerá
el cielo y comenzará a llover granizo envuelto en sangre. Feliz año a todos.
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