A contracorriente
¿QUÉ HARÍAMOS SIN DONALD TRUMP?
Enrique
Arias Vega
Uno nunca ha tenido una elevada
opinión de los presidentes norteamericanos. Entre otras razones, por el dicho
de aquel país: “Si tienes dos hijos y
quieres que progresen, dedica el listo a los negocios y al tonto mételo en
política”.
No me refiero sólo a presidentes tan
malvados como Richard Nixon o tan
inútiles como George Bush Jr.
También Barack Obama, aparte de ser
negro no dejó otro legado a la posteridad que el homicidio de Bin Laden. Y, por su parte, el
sobrevalorado John Kennedy fue un
político nepotista que fracasó militarmente en Vietnam y mucho más
chapuceramente aún en el desembarco de Bahía de Cochinos.
Por eso mismo, las excentricidades de
Donald Trump vienen a ser un
continuum de las de sus predecesores, aunque, por supuesto, más extravagantes e
imprevisibles que aquéllas. Así que, ¿qué haríamos si el Congreso
estadounidense llegase a destituir al mandatario actual?
Pues que nos quedaríamos sin un
histrión que ahora mismo canaliza nuestra ira y nuestras frustraciones y que le
convierte en objeto de nuestras burlas y nuestras críticas, ahorrándonos así el
tener que hacer un análisis crítico tanto de sus obvias incoherencias como de
las encubiertas limitaciones y carencias en que incurrimos el resto de las democracias
occidentales.
Ése ha sido el éxito de Trump, el de llenar
todo el escenario político y poder ser en consecuencia objeto de chanzas —como
las de Trudeau, Boris Johnson y Macron—
que evitan a estos últimos tener que explicar sus múltiples desatinos en
política interna y externa.
Por eso, si Trump desapareciese de la
escena pública nos quedaríamos sin un bufón del que reírnos, sí, pero también
sin el charlatán cuya verborrea sirve para distraer al personal de nuestras propias
meteduras de pata políticas.
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