A contracorriente
¿QUIÉN NOS VA A DEFENDER?
Enrique
Arias Vega
Nunca han estado tan deterioradas las
relaciones entre Estados Unidos y sus aliados europeos. No sólo desde el punto
de vista comercial, con aranceles cruzados y zancadillas varias a la libertad
de comercio. También en cuestión de defensa, con diferencias estratégicas entre
unos y otros, desde la guerra puntual en Siria, hasta el papel global de la
OTAN.
No es ajena a este desencuentro la
pintoresca figura de Donald Trump,
siempre dispuesto a la destemplanza y a la confrontación con sus socios, en vez
de a mitigar sus diferencias.
Pero hay más. La OTAN, que cumplió su
papel de defensa de las democracias europeas frente al expansionismo soviético,
tiene hoy un nuevo rol y unas nuevas formas en la vigilancia del Mediterráneo, del
nuevo nacionalismo ruso y del rumbo errático de China y los países bajo su
influencia.
Pues bien: ¿quién paga los gastos de
la OTAN, desde el salario de su personal hasta la innovación de su armamento?
Los sucesivos acuerdos económicos al respecto han sido incumplidos siempre por
bastantes países europeos, convencidos de que el interés de EE.UU. en mantener
el tinglado bélico haría que corriera indefinidamente con el déficit de la
Organización.
Al parecer, en esta época de tener
que mirar con detenimiento el propio bolsillo, los norteamericanos no parecen estar
por la labor. ¿Y si llega a haber un repliegue posicional de EE.UU. que centre la
defensa militar en sus propias necesidades estratégicas? Pues que Europa no
podría autodefenderse ya que ella sola es una potencia militar convencional de segundo
orden, con sus propias contradicciones internas.
Qué decir, sobre todo, del caso de
España, morosa por antonomasia en cuestiones militares dado que eso es algo que
no se lleva, ni da votos ni parece progre. Y, sobre todo, no hay un duro porque
ya se ha gastado en otros menesteres. Así que, si vienen mal dadas algún día,
¿quién nos va a defender?
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