TODO EL PODER PARA BORIS
WALTER
OPPENHEIMER
La victoria del
Partido Conservador en las elecciones legislativas británicas ha sido tan
arrasadora que ha dejado a Boris Johnson con el poder absoluto: no tendrá
oposición ni fuera del partido (los laboristas han quedado hundidos, sin líder
y con grandes posibilidades de vivir varios meses atenazados por una guerra
civil) ni dentro del partido (el tamaño de su triunfo le permitirá negociar el
futuro acuerdo comercial con la Unión Europea sin depender del ala más
derechista y nacionalista de los tories). Hay, sin embargo, importantes
nubarrones en el horizonte.
Por un lado, la confianza que le dan ahora tanto el
mundo financiero como el empresariado se puede evaporar si Johnson mantiene la
línea dura con el brexit que ha prometido en la campaña. Y, quizás más
importante, las tensiones territoriales se han agudizado tanto en Escocia
(donde el independentista SNP ha acaparado 48 de los 59 escaños en juego) como
en Irlanda del Norte (donde los partidos que defienden la unidad con Irlanda
han superado por primera vez al unionismo pro británico). El populista Johnson,
tan parecido a Donald Trump en tantas cosas, tiene una gran ventaja sobre el
presidente de Estados Unidos. La primera, que su victoria ha sido absolutamente
incontestable. La segunda, que a pesar de su tendencia a engañar, a la
frivolidad y a la superficialidad, acreditó en sus ocho años de mandato como
alcalde de Londres que también es capaz de gobernar de forma inclusiva y
sensata. Después de un primer mandato de apenas unos pocos meses en el que hizo
todas las trampas que pudo para torear al parlamento, ahora tiene el parlamento
a sus pies.
Su primer problema
es cumplir con su única propuesta electoral relevante: “Get brexit done”. El
brexit será una realidad en muy pocos días o semanas. El Reino Unido abandonará
la Unión Europea el 31 de enero de 2020. Pero eso no es acabar el brexit, es
empezarlo. Ahora viene la parte más importante: negociar el tratado comercial
que deberá decidir la relación futura entre Reino Unido y la Unión Europea.
JOHNSON NO TENDRÁ
OPOSICIÓN POLÍTICA, PERO LAS PRESIONES LE VENDRÁN DEL MUNDO ECONÓMICO, QUE LE
EXIGIRÁ QUE ROMPA SU PALABRA DE CERRAR EL ACUERDO CON LA UE ANTES DEL FINAL DE
2020 Y SE TOME MÁS TIEMPO PARA CONSEGUIR UN ACUERDO QUE RESPETE AL MÁXIMO SUS
INTERESES
Los partidarios de
haber seguido en la UE, los llamados remainers, tienen un paradójico punto de
consuelo: el poder absoluto de Boris Johnson puede ser su mejor arma para
evitar cualquier tentación de que los tories quieran romper esas negociaciones
y acabar saliendo de la UE sin ningún acuerdo. Ese poder absoluto convierte en
papel mojado la fuerza que tenían los alrededor de 60 ultranacionalistas
ingleses que tenían casi todo el poder en el grupo parlamentario conservador en
la pasada legislatura y que tan eficazmente torpedearon a la anterior primera
ministra, Theresa May. Ahora, Boris no tendrá oposición política, pero las
presiones le vendrán del mundo económico, que le exigirá que rompa su palabra
de cerrar el acuerdo con la UE antes del final de 2020 y se tome más tiempo
para conseguir un acuerdo que respete al máximo sus intereses. La buena noticia
es que a Johnson nunca le ha costado mucho romper su palabra.
Tiempos de guerra
civil en el Partido Laborista, donde Jeremy Corbyn ha sido puesto en evidencia
por los votantes: todos los partidos han subido menos los laboristas, que han
caído casi ocho puntos respecto a 2017. Es el fin de Corbyn pero no
necesariamente del corbynismo. Las primeras reacciones tras la debacle
electoral hacen pensar que los corbynistas no parecen dispuestos a hacer
autocrítica y van a defender que los votantes no han rechazado el programa
radicalmente de izquierdas del laborismo sino sus posiciones sobre el brexit.
Pero los
corbynistas van a tener problemas importantes para defender su posición: el
laborismo nunca en la historia ha ganado unas elecciones con un programa
electoral tan de izquierdas, y esta es de hecho su peor derrota electoral desde
1935, cuando Clement Attlee obtuvo 154 escaños. Ahora se queda en solo 203, menos
incluso que los 209 que consiguió Michael Foot en 1983 con un programa
igualmente socialista que fue definido en su día por el diputado laborista
centrista Gerard Kaufman como “la nota de suicidio más larga de la historia”.
El laborismo, que
hace no tanto tiempo tenía una cuarentena de escaños en Escocia, ya no pinta
nada al norte de la frontera (11 de 59 escaños), cada vez pesa menos en Gales
(donde ha pasado de 28 escaños a 22 y ha visto crecer a los conservadores de 8
a 14) y no existe en Irlanda del Norte. Su futuro electoral pasa por
Inglaterra, que históricamente ha estado más a la derecha y que es la fuerza
motriz del brexit.
Tiempos también de
reflexión para los liberales-demócratas, que han subido en votos pero
retrocedido en escaños y que han perdido a su efímera líder, Jo Swinson,
derrotada en su circunscripción por el SNP. El sistema electoral les perjudica,
pero su campaña ha sido catastrófica, su propuesta de revocar el brexit sin
ningún referéndum ha sido percibida como antidemocrática hasta por los
remainers y se han quedado lejísimos de las expectativas de voto que tenían dos
meses antes de las elecciones.
Reflexión también
para la clase política en general porque se ha ensanchado el desencuentro entre
los ciudadanos de las grandes ciudades y los votantes del resto del país, que
parecen achacar cada vez más las dificultades de la vida diaria a lo que ven
como una élite cosmopolita metropolitana que les ignora y no entiende sus
problemas.
Comparecencia de Boris Johnson tras conocerse
los resultados electorales.
Comparecencia de
Boris Johnson tras conocerse los resultados electorales.
El otro gran
ganador de las elecciones es el Partido Independentista Escocés (SNP) de Nicola
Sturgeon, que se ha llevado el 45% de los votos (20 puntos más que los
conservadores, segundos en Escocia) y ha conseguido un innegable mandato
popular para exigir a Westminster un segundo referéndum sobre la independencia.
Lo que ocurra en Escocia puede tener extraordinarias repercusiones en Cataluña,
sobre todo si Johnson se niega a aceptar la consulta y Sturgeon pone en marcha
un arma que alguna vez ha insinuado que podría utilizar: la unilateralidad.
Intrigante el
comportamiento del electorado de Gales, que ha castigado al laborismo pero gran
parte de esos votos no han ido al Partido Conservador, sino al Partido del
Brexit aún a sabiendas de que eso era tirar la papeleta a la papelera.
La siempre
inescrutable Irlanda del Norte ha castigado al unionismo radical del DUP, que
ha perdido dos de sus 10 escaños. Los votos perdidos por el DUP (5,4%) no han
ido tanto al unionismo moderado como al Partido de la Alianza, que no se alinea
ni con los católicos pro irlandeses ni con los protestantes pro británicos, y
que ha subido casi nueve puntos y logrado un escaño. Interesante también la
caída de votos (pero no escaños) del Sinn Féin, que ha perdido casi el siete%
de apoyos y ha visto como los socialdemócratas del SDLP obtenían dos escaños.
El mundo financiero
ha recibido los resultados con euforia. Una euforia que no se debe a la
materialización del brexit, sino a haber evitado a Jeremy Corbyn, a contar con
un gobierno fuerte que acabará con las incertidumbres de los últimos tres años
(o nueve, si nos retrotraemos a la coalición de conservadores y liberales
demócratas entre 2010 y 2015, seguida de gobiernos sin apenas mayoría o sin
mayoría alguna entre 2015 y 2019) y a tener un ejecutivo dispuesto a inyectar
miles de millones en obras públicas (las constructoras se dispararon en Bolsa
al confirmarse la mayoría absoluta de Johnson) y a no subir los impuestos más
de la cuenta. Sin embargo, la fortaleza de la libra esterlina puede ir
diluyéndose a medida que avancen las negociaciones comerciales con la Unión
Europea.
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