“ARENA RUBIA Y
OTROS RELATOS”
VÍCTOR RAMÍREZ, ENTRE EL MIEDO Y LA VALENTÍA
EL
HADJI AMADOY NDOYE
"Y
comprendí, sin necesidad de fantasías, cuán grande resultaba mi indefensión: a
pesar de mi conocimiento de kárate. Sonreí de impotencia".
Víctor
Ramírez, La piedra del camino
PASA la calima por encima de la Isla Redonda, siguen soplando
los alisios (dictatoriales, democráticos, caciquiles) sobre las islas. Pero
Víctor Ramírez va arrastrando en Arena rubia y otros relatos las sombras
de sus demonios de siempre: el pasado, las distintas facetas de la situación
que nada le gustan de su pueblo; el condicionamiento secular de éste y las
consecuencias psicológicas, morales, sociales, políticas, que su manera de ser
acarrea.
El escritor piensa
que el que ha vivido en la inseguridad transmite sin darse cuenta su
indefensión a la descendencia y al entorno. Al autor le duele el carácter
férreo de un determinismo casi ciego. Por eso ha de decir uno de sus
personajes: "y se heredará (el miedo) de igual manera, e
incluso de manera más acusada, que el color de los ojos, de la piel, del
pelo" (pg. 31).
Se horroriza
Ramírez al notar que su pueblo ha escogido como héroe a alguien cuyo destino
trágico consistió en huir, en buscar la protección de los escondrijos: como lo
haría un héroe «pasivo»; y para que no se le objete una falta de «objetividad»
pone en boca de un extranjero las palabras que ejemplifican su idea: "... aquel
gobernador bajito, canoso, que se paseaba sin escolta... que dijo sonriendo al
vicepresidente del Cabildo... jamás vi gente más cobarde que ésta de aquí ni
más arrastrada, gente que sólo ha podido hacer héroe de un tipo que huía, que
se escondió para que no le cazaran, de un tipo corredera” (pg. 47).
*
Víctor Ramírez sitúa el origen de esta cobardía en los recovecos
de la historia, la remota: "también dijo (Sigfridito Gómez), y sin dejar de
sonreír, que la desidia de nuestra gente y el profundo desánimo que se nos nota
provenían del sentimiento de la indefensión asumida, de la permanente incapacidad
para habernos armado y dejado respetar por los colonizadores, asustándolos
aunque fuese..." (pag. 59).
Las consecuencias
de tanta cobardía se notan a todos los niveles de la vida cotidiana, así en la
psicológica como en la política. Ciertos personajes femeninos preferirán a los
hombres que vienen de afuera: "... parece que cansada ella de esperar encontrar macho
fuereño de habla fina para marido que se dejara respetar, y no como los de
aquí" (pg. 53).
Minusvaloración
propia y supervaloración del alógeno son conductas habituales en Arena rubia y otros relatos, y las palabras del autor son crudas: "... siempre
había creído la pobrecita que sólo hablando peninsular se te respetaría en el
pueblo, no importaba el número de majón que cargaras, pues nos veía a todos los
de aquí sin orgullo y con cuca de enanito" (pg. 57)
Según Víctor
Ramírez, ni la dictadura ni la democracia han cambiado la idiosincrasia isleña:
"... aquel
cuñado que se jactaba al decirnos que si nos dieran la oportunidad de votar
gobernantes seguiríamos eligiendo a los que nos exprimían y vendían" (pg. 48).
*
Las páginas de "Arena rubia y otros relatos" encierran ríos de pesimismo. La isla aparece como una prisión y
los prisioneros se forjan sus propias cadenas: "Basta con abrir los ojos de la comprensión y mirar, ver, y
percibiremos una ratonera donde cualquier tipo de defensa resultaría un gesto
romántico o de guapo morir numantino, a tales extremos ha llegado nuestro grado
de indefensión" (pgs 31-32)
Ni vacila el
narrador de uno de los relatos en confesar que figura entre las filas de los
que tienen miedo. Desde ese punto de vista comparte la suerte de sus coetáneos.
No escapa al condicionamiento: "No. Juro que uno no quiere provocar, que uno está
acobardado hasta lo increíble... Ya uno es puro miedo cercado de agua y
desesperanza por todas partes. y ahora más, mucho más, puede que sin
remedio" (pg. 42).
*
¿Qué salida imaginar para una situación tan apretada y
simbolizada por tortura y la mutilación necia e inútil del perro del cuento Precisamente?: "... le habían cortado la lengua al animalito para que no
acertara a ladrar sus desesperos y trincado con cachos de trapo para que no se
le oyeran los aullidos del horror" (pg. 45).
Antes que nada, no andar con tapujos, aceptar la realidad tal como se la vive
en toda su crudeza y desnudez: "encarar la realidad con rabia y desprecio caritativo" (pag. 37).
Se puede uno
también inspirar de la actuación de Calígula, que consistió -según cree un
personaje de Insomnio (chantaje bendito)- "en subvertir
el poder desde el mismo poder, desde el poder en su punto culmen: la locura por
hastío, por asco" (pg 40).
El poder del
escritor le viene de sus palabras, cuyo alcance y cuyos límites conoce
perfectamente: "Pobre de mí, uno mantiene todavía la fe en la
palabra". Mas la palabra descubre y proclama
lo que la propaganda oficial y la publicidad turística y comercial encubren y
silencian: los aspectos, no tan paradisíacos como se pintan de las islas,
presentadas como lugares de sol, felicidad, arena y playa, carentes de
problemas.
*
El narrador alza la voz para que se sepa que en las islas
afortunadas (o desafortunadas) no todo el monte es orégano y que las
apariencias engañan: "soy Adriano Santaluz, le dije con el orgullo del
descastado" (pg. 31). El abandono y las
injusticias observadas en torno a sí llevan al autor a la rebeldía. Una
rebeldía dicha por otros artistas y otros hombres, tanto de Canarias como de
fuera: "Junto
al viejo 'El hombre rebelde' de Albert Camus y el 'Manifiesto'
de José Caballero Millares" (pg. 32).
Como maestro,
Víctor Ramírez cree en el aspecto plástico de los ejemplos y en la fuerza de
los comportamientos y su poder de contagio: "A los hombres buenos siempre se les entiende el idioma, y
el amigo Maximiliano fue un hombre bueno» (pg. 68). "Es él,
Robespierre..,. el revolucionario» (pg. 89).
Al lado de las
ideas, el escritor exalta las conductas «de anti-miedo» como antídoto. No
esconde su simpatía por el joven anónimo del cuento El aplauso, quien mata a su padre natural
porque éste, muy rico, había abandonado a su madre y hermanos -bastardos como
él- en la penuria: "¡Ah, quién tuviera las agallas de ese muchachito! El
chiquillo vale, apechugó con su obligación. Se atrevió: no importaban las
probablemente funestas consecuencias que traería consigo. Se atrevió a hacerse
cumplir con su deber. Digo deber, que no derecho» (pg. 33).
*
Del mismo modo el narrador apoya las iniciativas e ideas de
quienes tiendan a sacudir la modorra y el conformismo que se ciernen por
doquier a pesar de que sus convecinos no tengan conciencia de la enajenación
circundante y corran tal vez el riesgo de no ser entendido o aprobado por la
llamada 'mayoría': "Cuán reconfortante, y en un mundo donde nada ni nadie es
independiente, nos resulta el ver y sentir que todavía hay en los nuestros
quienes pidan libertad, independencia, aunque la prohíban, aunque la
mofen" (pg. 38).
La desesperación y
la rabia no cambian nada al estilo tan peculiar de Víctor Ramírez. El dolor de
la amargura no quita el humorismo: "Aquí, en el retrete sentadito, es donde menos mareo,
Isabelilla» (pg. 83).
Abundan en "Arena rubia y otros relatos" las transgresiones (parricidios, incestos...), lo mismo
que las oraciones en que el autor regatea entre las ideas, los episodios y
-cual un Martín Vázquez de la literatura- finta al lector cuando multiplica
cortes, sorpresas, y deja jadeante al que lo quiera seguir: «la gente se alegró
disimulada con la muerte del bardino abusador y aunque le dieron el pésame al
inconsolable don Adriano, precisamente quien de veras habría de escachar la
cabeza del Tizón Júpiter ('me dio cinco en vez de tres mil, lloró de dicha y
postrado sobre la tierra sucia como rezando alabanzas al destino por haberme
encontrado')" (pg. 61).
*
"Arena rubia y otros
relatos" resulta ser otra muestra de
continuidad temática respecto a los textos anteriores de Víctor Ramírez. Es una
especie de guiño de ojo a los que han leído sus demás libros. Los personajes
del cuento La tercera mitad del cariño son algunos
de los de la novela "Nos dejaron el muerto".
Se piensa en otra
narración anterior de Ramírez cuando en el cuento "Precisamente" leemos "se amaban hasta más allá del delirio fatal consentido el
sobrino y la tía abuela, ¡Dios nos libre! y persignándose mi madre otra
vez" (pg 53).
"Arena rubia y otros relatos" puede considerarse como una pieza más de la obra que
Víctor Ramírez va construyendo en la isla de sus dolores y esperanzas. A través
de una fabulación no exenta de tesis explícita, grita su fe en el futuro de su
pueblo y desvela sus ansias de justicia y superación.
* * * * *
NOTAS:
(1) Victor Ramírez: "Arena rubia y otros relatos". Centro de la Cultura Popular Canaria, La Biblioteca
Canaria, La Laguna 1990.
(2) Victor Ramirez: "Diosnoslibre", selección
de cuentos. Ed. Interinsular Canaria S. A. Tenerife, 1984. pg. 81.
(3) Alusión a Juan García Suárez El Corredera, «el último muerto
canario de la guerra civil", como dice José A. Alemán en Crónica para cuarentones, Imalco S. L. Vizcaya, 1989, pg. 117. El Corredera fue
ejecutado a garrote vil en la prisión de Barranco Seco en Las Palmas de G. C.
el19 de octubre de 1959.
(4)
Cada cual arrastra su sombra fue el primer libro narrativo con que Víctor Ramírez se asomó
al marco literario en los comienzos del 70. Se percibe un ritmo especial en su
prosa con garra; no se desvincula nunca de una realidad que pudiera pertenecer
a un entorno en el que se adentra con la entrañable mirada de quien busca en el personaje a su prójimo.
5-abril-1991
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