POBREZA Y HAMBRE, DOS
CRIMINALES SUELTOS
SILVIA MARTÍNEZ
Llega 2020, cuando
objetivos y metas apuntan a un mundo más civilizado, al menos en derechos
humanos esenciales, pero la cruel realidad es que millones de personas todavía
pasan hambre y otras tantas viven en la pobreza extrema.
Son más de 820
millones de hambrientos, hombres y mujeres, y muchos niños que nada saben de
ataques cibernéticos, ni de revolución robótica, menos de la inteligencia
artificial, del Big Data y del 5G que dinamiza el sector de las
telecomunicaciones, de economía espacial o de viajes a la luna por nada menos
que 30 mil millones de dólares.
Un lenguaje muy
distante para muchos, incluso para niños que en su corta y penosa vida jamás se
han llevado un chocolate a la boca.
Costa de Marfil
produce el 40 por ciento de la semilla que a nivel global el codiciado néctar
deleita los más exigentes paladares, pero es a su vez la nación donde se
trabaja en las peores condiciones en las plantaciones de cacao, muchos de ellos
menores de ambos sexos, y donde más del 55 por ciento de los productores viven
por debajo del umbral de pobreza.
Informes van y
vienen reclamando derechos para los infantes que laboran en esa nación, como en
Ghana, pero grandes corporaciones continúan apostando a como dé lugar por el
amargo y reconfortante fruto, cosechado muchas veces en condiciones de
esclavitud. Estos países, que ilustran las razones del hambre y la pobreza,
apenas son dos ejemplos.
Datos de la Unicef
de junio pasado indican que 'a nivel global, casi 1 de cada 10 niños es víctima
del trabajo infantil, cifra que aumenta a 1 de cada 5 en África', e incluso
advirtió que '121 millones de niños seguirán siendo víctimas del trabajo
infantil en 2025, 52 millones en trabajos peligrosos'.
CONTRA RELOJ
En 2015, los
Estados miembros de la Naciones Unidas reconocieron que el mayor desafío del
mundo actual era erradicar la pobreza extrema y el hambre, y para ello adoptó
la Agenda 2030, con 17 objetivos y 169 metas a favor de las personas, el
planeta, la prosperidad, fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia.
'Estamos resueltos
a poner fin a la pobreza y al hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a
combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir
sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a proteger los derechos humanos y
promover la igualdad entre los géneros?', suscribieron entonces.
Pasado cinco años
el secretario general de la ONU, António Guterres, en el informe de 2019 sobre
esas metas mundiales, reconoció que 'estamos avanzando con demasiada lentitud
en nuestros esfuerzos por poner fin al sufrimiento humano y crear oportunidades
para todos: peligra nuestro objetivo de poner fin a la pobreza extrema para el
año 2030'.
También en el
informe de este año El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el
mundo (SOFI 2019), el entonces director de la Organización de la ONU para la
Alimentación y la Agricultura (FAO), José Graziano da Silva, alertó en el
prólogo de ese documento que lejos de disminuir como era de esperar, desde 2015
el hambre aumenta en el planeta y afecta a más de 820 millones de personas.
Por si fuera poco,
calificó como 'otro hecho alarmante' que dos mil millones de personas padecen
inseguridad alimentaria moderada o grave en el mundo, y señaló cómo la falta de
acceso regular a alimentos nutritivos y suficientes que esas personas sufren
las pone en un mayor riesgo de malnutrición y mala salud.
'El hambre está
aumentando en casi todas las subregiones africanas', alertó el informe SOFI
2019 y señaló que en esa región la subalimentación alcanza al 20 por ciento de
la población, aunque también aumentó lentamente en América Latina y el Caribe,
todavía por debajo del siete por ciento.
En Asia occidental
igual crece desde 2010 y actualmente atrapa a más del 12 por ciento de su
población, incluso el ocho por ciento de la población de América septentrional
y Europa carece de acceso a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes, con
una prevalencia a nivel global ligeramente más elevada en las mujeres que en
los hombres y diferencias más marcadas en Latinoamérica.
En términos de
causas, el más reciente informe de varios organismos de ONU, liderados por FAO,
menciona que 'el hambre ha aumentado en muchos países donde la economía se ha
ralentizado o contraído'.
Destaca también que
'las conmociones económicas están contribuyendo a prolongar y agravar las
crisis alimentarias ocasionadas ante todo por conflictos y perturbaciones
climáticas'.
LAS URGENCIAS DE LA
NUEVA DÉCADA
Si bien se
reconocen avances durante el primer lustro de la puesta en marcha de la Agenda
2030, las cifras de hambre y pobreza son para preocupar, dos flagelos
acompañados de fenómenos extremos de diversa índole y que lastran el futuro de
las personas y las naciones.
Es obvio cómo las
carencias alimentarias durante la infancia tienen consecuencias físicas y
sicológicas en los individuos que la sufren directamente y en la sociedad.
Recientes
estadísticas dicen que más de la mitad de los niños del mundo no cumplen las
normas exigidas en materia de lectura y matemáticas, sólo el 28 por ciento de
las personas con discapacidades graves reciben prestaciones en efectivo, y en
todas partes las mujeres enfrentan desventajas estructurales y de
discriminación.
Igual la capacidad
para obtener alimentos, muchas veces sujeta a los precios, es otro de los
factores que obliga a las personas a reducir la calidad o cantidad de alimentos
que consumen con las consecuentes implicaciones negativas en la nutrición, la
salud y el bienestar.
Por lo regular hoy
los alimentos más nutritivos y de calidad están cada vez más distantes del
bolsillo de los pobres.
Las subidas de los
precios de los alimentos perjudican principalmente a las familias pobres
rurales y urbanas, sobre todo son más vulnerables los hogares pobres sin
tierras y los sostenidos por mujeres.
Los conflictos, la
inestabilidad de los precios; desastres naturales, sequías, inundaciones,
nevadas, que merman las cosechas, junto a enfermedades de las animales y las
plantas, están entre las causas que hacen que el hambre continúe.
Pero es sabido cómo
también en la escasez de alimentos inciden, en las relaciones entre países, el
empleo de medidas coercitivas unilaterales para someter al adversario en
situaciones de conflicto.
Como también la
escalada y subida de los aranceles que debilitan el crecimiento económico,
elevan el precio de los bienes importados, reducen la productividad y
disminuyen las inversiones.
Para los expertos
proteger la seguridad alimentaria pasa por políticas económicas y sociales que
contrarresten los ciclos económicos adversos, así como evitar el recorte en
servicios esenciales como la asistencia sanitaria y la educación.
Tal como advierte
SOFI 2019 a largo plazo ello solo será posible 'impulsando una transformación
estructural a favor de los pobres e inclusiva, especialmente en países que
dependen en gran medida del comercio de productos básicos primarios'.
Para que esa
transformación sea favorable a los más vulnerables 'se requiere la integración
de las preocupaciones sobre seguridad alimentaria y nutrición en los esfuerzos
por reducir la pobreza', en particular la disminución de las desigualdades de
género y mayor inclusión social, entre otras acciones.
Por ese camino
deberá andarse ineludiblemente en la década que resta para alcanzar los
Objetivos de Desarrollo Sostenible 1 y 2, incluso más allá, de la Agenda 2030.
De lo contrario, al
final de cada año, como hasta ahora, sobrarán las explicaciones de cuán poco se
avanzó para atenuar los estómagos vacíos y cómo cada cinco segundos muere un
niño de hambre, mientras uno de cada cinco pequeños en Estados Unidos es
peligrosamente obeso.
Al final de cada
año, una vez más, en el mundo una de cada nueve personas padecerá hambre y
enfermedades relacionadas con mala o escasa alimentación, mientras el planeta
tiene la capacidad para producir y distribuir el doble de la comida necesaria
para alimentar a toda la población mundial.
Asimismo, como
ahora, la triste realidad será que el hambre y la pobreza continúen creciendo,
nuevamente se sabrá quiénes son los responsables, y cómo cada noche de los 365
días del año, millones de personas irán a la cama sin comer.
Y esos dos
criminales andarán sueltos, y el mundo cargará sobre sus espaldas la culpa de
no ser capaz de detenerlos, aunque sí de conquistar la luna en la nueva
modalidad de turismo espacial que será una realidad en algún momento entre
2020-2043 por tan solo 150 millones de dólares por persona.
arb/smp
*Corresponsal de
Prensa Latina en Italia
Fuente.
https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=329991&SEO=pobreza-y-hamb...
La opinión del
autor no coincide necesariamente con la de TerceraInformación
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