LITERATURA-ENSAYO PERIODÍSTICO: DOBLE CAUCE DE LA ESCRITURA DE
VÍCTOR RAMÍREZ
POR OSVALDO
RODRÍGUEZ PÉREZ
En realidad, más que una presentación éste es un acto
celebratorio. Se trata de celebrar dos hechos importantes para la cultura
canaria, sobre todo para los que seguimos la escritura de Víctor Ramírez, este
amigo sencillo (como diría José Martí), entrañable, comprometido y polémico en
el mejor de los sentidos; en suma, un hombre íntegro, amigo de sus amigos y
apasionado defensor de sus principios libertarios.
El primero de los acontecimientos que motiva esta reunión es la
publicación por ANROART Ediciones de la quinta edición de su novela Nos
dejaron el muerto. Una de las obras cumbres del autor -inspiradora de la
película LA CAJA, dirigida por Juan Carlos Falcón- que hoy reaparece con el
mismo frescor de su aparición allá por 1984.
Novela, sin duda, clásica de la literatura canaria: no sólo
porque trasciende su propio tiempo, conservando intacta su vigencia, sino por
la dimensión universal que ha adquirido, como el Macondo de García Márquez,
traspasando el propio espacio de su recreación literaria.
El otro de los acontecimientos que celebramos aquí es el
nacimiento de una nueva colección de libros con ensayos literarios del propio
Víctor y que aparecen con formato de bolsillo y bajo el epígrafe significativo
de Fósforo encendido, cuyos primeros títulos llevan los
relevantes títulos "Sobre preocupados y resignación canaria (de
Saramago y demás", "De Doramas y sus espectros", "Sobre
el rebelde sentir nacionalista" y "La palabra es sobre todo un
instrumento".
Fueron artículos periodísticos y ahora son ensayos que encauzan
la rebeldía y el sentir nacionalista del escritor. En realidad representan otra
faceta complementaria, pero no menos importante para el autor: pues, junto a su
producción literaria fabuladora, muestran el pensamiento libertario de este
autor profundamente comprometido con su pueblo, con su gente, con su Patria
canaria, es decir: con lo humano.
Si Neruda, el gran poeta chileno, dijo en una ocasión que nunca
dejó de leer su patria y que su libro más grande y más extenso era ese libro
que se llama Chile, lo mismo podemos decir de Víctor Ramírez: la doble
dimensión de su escritura converge sobre su Patria y apunta directamente a la
conciencia de los canarios, recreando la idiosincracia de su pueblo en la
ficción literaria y también reclamando -a través de la palabra directa,
desnuda, del periodismo-, la libertad y la justicia tan necesarias para su
pueblo como parte de la Humanidad.
No son, por tanto, incompatibles las orientaciones estética e
ideológica en la escritura de nuestro autor. Ambas se complementan; pues, si la
literatura es expresión simbólica de la realidad insular y un medio artístico
con que el autor se adentra en la vida cotidiana de sus habitantes -recreando
la idiosincracia de su gente-, asimismo sus escritos ensayísticos son
auténticos dardos -o "fósforos encendidos", como los califica
él mismo- frente a la realidad de su pueblo.
A este propósito cabe citar aquí las palabras del periodista y
escritor Alfonso O' Shanahan, quien dice lo siguiente sobre este particular: "...a
Víctor lo que le duele esencialmente es su Patria, es Canarias, sin asomo de
egoísmo isloteño alguno, pues su prosa periodística arranca de la universalidad
del canario, pero del canario universal, es decir -aclara-, del canario no
colonizado".
Dicho esto, me limitaré a exponer algunas reflexiones sobre la
doble vertiente que caracteriza la escritura de Víctor Ramírez para no
interferir este acto celebratorio donde también tiene cabida la música popular
mexicana, otra de las aficiones de nuestro multifacético autor. Respecto de la
nueva edición de Nos dejaron el muerto, hay que destacar la excelente
presentación y diagramación de la obra, cuestión a la que ya nos tiene
acostumbrado Jorge Alberto Liria en Anroart, editorial que desde
siempre ha apostado por la literatura canaria.
La novela está
precedida de una cita perteneciente a Juan Carlos Falcón, el director de la
película LA CAJA: texto que se reitera en la contratapa del libro, donde el
cineasta expresa su admiración por la trama novelesca que dio origen al guión
cinematográfico. Preceden también al relato otras dos citas que ponen de
relieve la calidad literaria de la obra, pertenecientes a Rafael Inglott ("NOS
DEJARON EL MUERTO se sitúa en esa línea de creación inevitable y esencial,
de escritura a impulsos del genio. Precisamente por ello, y en consonancia con
tantas otras obras de la misma estirpe, Víctor Ramírez entronca sin rodeos ni
mediaciones con el genio de un pueblo. Lo hace además de forma excepcional, en
mayor medida que cualquier obra surgida en nuestro medio") y a
José Luis Gallardo ("El universo de este narrador en solitario no es
la historia, sino el proceso mismo de escritura en que esa historia es
prostituida...").
En lo que concierne a lo estrictamente literario, como lector de
la obra de Víctor Ramírez, debo confesar que -desde el momento en el que cayó
en mis manos su primer libro, Cada cual arrastra su sombra (1971),
reeditado en 1989 y traducida al italiano en 1994- siempre me ha llamado la
atención la sorprendente naturalidad con que narra este escritor.
Sabemos de las dificultades que entraña el oficio de transformar
el lenguaje común en expresión artística; y Víctor Ramírez lo consigue
plenamente sin forzar el idioma, sin pretensiones eruditas, sino poniendo en
boca de sus personajes el habla de su pueblo. Por eso de entrada nos
identificamos con esos personajes, cuyas acciones afianzadas en lo más profundo
del ser canario, lejos de todo dramatismo, se sitúan en el ámbito de lo
cotidiano, del diario vivir, con sus grandezas y miserias, pero siempre con esa
naturalidad que atrapa al lector.
Sin duda en la obra de Víctor Ramírez convergen los temas más
universales con que la literatura ha recreado la condición humana (la vida y la
muerte, el odio y el amor, el dolor y la alegría, la esperanza y la
desesperanza); pero el arte narrativo de este autor hace que dichos temas, sin
perder su dimensión universal, adquieran las señas de identidad canaria a
través del habla y las acciones de sus personajes. A lo cual hay que hacer notar la naturalidad
con que se manifiesta el diálogo entre los personajes, técnica muy dificil en
el arte narrativo, y que nuestro autor domina perfectamente.
A todo esto hay que agregar la elección de una forma narrativa
de gran rendimiento estético en esta novela. Víctor Ramírez pone la narración
en boca de un niño que desde su mirada infantil nos cuenta con el desparpajo de
la inocencia los avatares del existir en ese entrañable patio de vecinos
situado en un barrio marginal, periférico, donde transcurre la vida cotidiana
que se torna familiar en la convivencia de siempre. Allí, en ese espacio de
rutinaria tranquilidad, sucede un hecho insólito que altera bruscamente la paz
del barrio.
Se trata de la muerte de D. Luis falcón, el temido partidario
del régimen que tiene atemorizada a la gente y, en particular, al niño que
exclama al inicio de la novela: "Nos dejaron el muerto un sábado a
mediodía". Desde ese momento se desencadena la acción novelesca en
la forma de relato retrospectivo que cuenta la vida del difunto siempre desde
la inocente mirada infantil que hace más brusca, más descarnada, la situación
de temor en la que viven los vecinos: "Recuerdo que había mucho
solajero, que era un sábado de gente para la playa y que estaba el barrio casi
vacío: ya en vacaciones los chiquillos de la escuela del rey. Cuando nos lo
dejaron, mi madre se encontraba empezando a preparar el sancocho con cherne de
todos los sábados".
El relato de la muerte y la propia vida de ese personaje
siniestro, tan temido y en torno al cual gira la narración, no es sino un
pretexto para contar la historia de ese patio de vecinos: símbolo del pueblo
canario marcado por el temor de la represión dictatorial. En tal sentido, pese
a la aparente ingenuidad del relato, ésta es una novela fuertemente crítica que
relaciona a los personajes del entramado narrativo con los hechos históricos
que han condicionado la existencia del pueblo canario.
Por eso no nos debe extrañar que, en esta misma línea crítica
pero a través de la palabra desnuda del artículo periodístico, se sitúen los
ensayos que dan cuerpo a la nueva colección que tambián ahora se presenta con
el ya mencionado epígrafe de Fósforo encendido. Sin duda, Víctor
Ramírez, fiel a sus principios libertarios y motivado por la necesidad de
conscienciar a su pueblo, busca a través de estos escritos un nuevo cauce
expresivo libre de ataduras censoras.
Así lo señalaba con toda claridad el periodista -ya desaparecido
en plena juventud- José Miguel Vargas: "Víctor Ramírez perfila en
párrafos cortos y entregas directas el quehacer de un observador multifacético
que no dirige su mirada hacia un solo único punto del horizonte de la vida
cotidiana, sino que otea desde su azotea de barrio todo aquello que le conmueve
e indigna para proclamarlo o denunciarlo; aunque la censura, dice el autor,
exista implacable".
Tales son las coordenadas de la escritura de este autor que ha
sabido aunar la literatura y el ensayo periodístico al servicio de una sola
causa: su Patria Canaria como parte integrante pero distintiva de la Humanidad.
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