AMPUAM...20 PARTE
DUNIA SANCHEZ
Ven algo, algo
aparece a través del acantilado. Piensan que un ave, un ave nunca vista por la
agilidad y sintonía de sus movimientos. Pero no, sus piernas delgadas sobre la
tierra les hace razonar otra cosa, otra existencia antes inaccesible en sus
pensamientos en ellas. Guardan silencio, no se mueven en el ritmo de ser
cómplices. Sus mentes recrean viejos espíritus que andarían por aquella zona
pero, no, es una figura con forma humada. Una figura humana tostada por los
rayos solares.
No se preguntan
quién es, inmediatamente a una velocidad tremenda, desmesurada se dan cuenta
que tiene que ver con la casa, con ese viejo hostil. Sin saber porqué a él le
tienen miedo, es como si fuera un ser maligno que da viveza a los demonios de
ese bosque. La masa sanguinolenta y plumas manchadas inundan el lugar, que
conjuro habrá hecho, que creencias se cierne sobre ese hombre para hacer un
acto tan atroz, tan desagradable solo,
divisado por las almas del bosquecillo. Algo debe pasar, algo que se ha
escapado por sus cabezas para tan horrible escena. De nuevo la fisionomía
inmersa en un halo extraño pasa cerca de ellas. No saben cómo actuar, el-ella,
ella-el, seguro que las ha visto pero la impertinencia de una tarde que se
encoge para da bienvenida a una noche ya próxima la hace cobarde. Ampuam, corre
y corre con la velocidad de las gacelas, con el celo de una loba por su
territorio, con lo novedosa de esas tres chicas a su paso. No se deja
hipnotizar por su quietud, por sus formas como ella, por sus maneras reservada
ante la presencia de ella rondándolas. La duda y que las duda ante lo
desconocido, ante lo evidente, ante la pena que les espera si vuelven tarde. La
noche vuelve, la noche donde las historias alrededor de hogueras se hacen
ciertas o quizás no. Todo es rápido, todo sobrepasa los límites de la
normalidad. De repente, un grito lastimoso, ¡Marie¡ ¡Marie¡ El viejo , el
hombre, el extraño hombre de la casa está o ha despertado y llama como siempre a
su Marie. Las chicas escuchan, las chicas cimbran al compás de navajas
saboreando sus cuellos. Ampuam, ampuam acelera su ritmo y baja acantilado abajo
al escuchar este lamento. Se mete en su gruta y todo es oscuridad, no dice
nada, no mira nada, solo escucha y escucha hasta que finalice. Las chicas se
alejan, se alejan con los hombros caídos, lentas, como si esperaran algo. Y
¡zas¡ la superiora, la palidez es el remate de sus rostros de ojos sacados
de sus cuencos ¡OH, el otoño¡ agoniza
en sus días , se reviste de una bruma inesperada. Aparecidos , aparecidas
baldías. Y la superiora las observa ,no con los ojos de la noche anterior, sino
con una mirada pacífica, comprensiva. Ellas no se dan cuenta, solo balbucean
algo parecido a la palabra perdón. El pánico las aviva para echarlas en el
misterio de tocar una puerta donde el viento brutal, diabólico las deja
estáticas...CONTINUARÁ
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