EL MEJOR DE LOS REGALOS PARA LA ISLA DE EL HIERRO
Rafael ZAMORA MÉNDEZ*
PARTE PRIMERA
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Al parecer, los
anecdóticos acontecimientos de los que a ciencia cierta nada sabemos y
lamentablemente harto ignoramos, acaecieron en el ya imaginario día de una muy
ancestral EPIFANÍA.
Relatan las
tradicionales crónicas que los mismos, tuvieron lugar, probablemente, a los
iniciales trémulos comienzos del atávico año1546.
A pesar de la
solemne festividad de la fecha, del mal
tiempo, de la espesa bruma, constante lluvia e intenso frío que calaba hasta la
misma esencial médula de los huesos, los agnegados pastores acudieron como
siempre a sus habituales labores para velar con exactitud por los contados
rebaños de tiernos jubaques u ovejas
que, como locas manadas, balaban sin
cesar hartamente recelosas y asustadizas.
Con metódica
frecuencia, el raro cielo se iluminaba de febriles fogonazos, retumbando en los
movedizos tambores de sus ennegrecidas nubes, removiendo sin parar unos
copiosos estridentes truenos, tan fuertes y ensordecedores, capaces de
infundirles dantescos sobresaltos, a cualquiera de los más temerarios seres mortales.
Aquel encubierto
paraje resultaba un tanto ahíto, alejado, tristemente yermo y demasiado
inhóspito que, unicamente servía para intentar explotar al máximo sus
abundantes pastos verdes en el montañoso crudo invierno o... las ajustadas
menudencias que se desecaban, merced a los ardientes soles del tórrido verano.
Después de
resguardar como mejor pudieron a los indefensos animales y de buscar seguro
refugio en algunas de aquellas acogedoras cuevas tan apropiadas para la ocasión
y que tan bien conocían, encendieron una hospitalaria hoguera y se pusieron animadamente a departir:
-.- ¡VAYA MAÑANITA
COMPAÑEROS ¡VAYA MAÑANITA! Otra como ésta y nos quedamos gélidos!
-.- NO TE QUEJES
TANTO, FELO! No te quejes tanto que... no estamos tan ciegos como para no ver
que hoy, precisamente hoy, estás luciendo
con provocativo garbo tus buenas pieles nuevas y ese lanudo tamarco de puntería
que es toda una tentación, ¿ no te dan acaso, suficiente calor?
-.- ¿CALOR?
¡Fiebre, amigos del alma, fiebre!Cómo se ve bien que ustedes no saben
absolutamente nada de los inesperados dones que esta misma mañana, con el
arrullo del alba, la bendita de mi santa consorte y los traviesos chiquillos, me dejaron en el interior de las viejas alforjas!
-.- ¡CUÉNTANOS,
MORALES, CUÉNTANOS! Será muy interesante el saberlo porque, según me han dicho
estos, no recibieron más que un par de majos nuevos y alguna que otra chuchería sin la menor importancia ¡Por mí me marco
que, debajo de la almohada, me encontré nada menos que con toda una señora flauta!
-.-¡ANDA!SOPLA,
CARAMBA!¿De qué te lamentas, boyante herreño, de qué?¡Bastante, caracho, bastante!
-.- ¿TÚ CREES
-.- ¡SEGURO,
HOMBRE, seguro!
-.- A MÍ? ¡Tambores del Sabinar! A mí...¡nadita¡ Mi querida familia
no tuvo mejor idea que la de obsequiarme
con un largo cayado y, lo que es peor, con este enorme barrilote que aquí les
presento.¡Por los cuatro costados está rebosando del mejor aguardiente de tierra que se pueda
beber!Por si lo dudan, lo dejo a vuestra acomodo para que personalmente lo
comprueben y, catándolo, vean lo que es cosa buena!
-.- ¡NI UNA SOLA
PALABRA MÁS!Esto, hay que celebrarlo¡ Vamos a intentar el que se baje la
calentura que tienes!Afuera el parado
tapón de tabaiba¡ Que comience la ronda¡Que no se detenga y que, por muchos
lustros sigan viviendo los simpáticos MAGOS DEL LEJANO ORIENTE, cuyas largas
barbas ya tienen que llegarles al mismo suelo!
-.- ¡ESO, ESO, bien
dicho! A encucuruchar el codo y que nadie se quede atrás!
Y, sin más énfasis protocolarios de ninguna
especie, empezaron a tragar con sedienta avidez de aquel fortísimo líquido
blanco que, a los pocos instantes de pasar por la seca garganta, les reanimó
sobremanera, haciéndoles olvidar por completo hasta de la propia tumultuosa
borrasca.
-.- ¡DEMONIOS DE LA
DEHESA!Esto sí que es pura candela hirviendo!
-.- Y…¿ DE QUÉ
creen ustedes que es mi fiebre, si ya, en ayunas, comencé a paladearlo?¡Algunos,
me dicen, que...bien tajados, suelen avistar negros murciélagos, pero yo...¡no
veo más que puros desmesurados lagartos de Salmor!
-.-NO TE
intranquilices por eso que en un abrir y cerrar de ojos, vamos a suavizarlo con
unas buenas tajadas del más apetecible queso que, según me ha dicho mi paciente
suegra, MATILDE, ni en las mejores tienduchas
de la comarca, se consigue encontrar otro como el que ella hace y que
sea...¡ ni siquiera capaz de tener alguna semejanza con el de su exquisito
sainete!
Las toscas navajas
que portaban salieron a relucir de inmediato, aprovechándose al máximo tan
bienhechora invitación para rebanar unos pedazos del apetitoso manjar que, a
pleno gusto, saborearon con marcada glotonería y deleitoso contento.
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CONTINUARÁ
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