LA TENTACIÓN DE CIUDADANOS
GEMMA UBASART I GONZÀLEZ
Las elecciones
andaluzas abren un escenario político inesperado en la comunidad autónoma. Si
bien el declive del socialismo andaluz era una realidad constatable
demoscópicamente, pocos habían previsto un desenlace final tan abrupto: el
batacazo de Susana Díaz, la suma aritmética de las derechas y la entrada con
fuerza de Vox. Los resultados se explican en parte por dinámicas internas
andaluzas: la "carterización" e institucionalización conservadora del
PSOE-A después de 36 años de gobierno ininterrumpido de la Junta; la falta de
proyecto para una comunidad económica y productivamente estancada y la poca
innovación para enfrentar las necesidades sociales de importantes segmentos; el
débil liderazgo de Díaz (a pesar de haber sido la apuesta de una parte de los
barones socialistas, no ha conseguido ganar ni una elección importante); las
dificultades de Adelante Andalucía de presentar un proyecto atractivo para el
votante socialista desencantado pero no demasiado politizado; la debilidad del
Partido Popular en la comunidad, etcétera.
Pero a pesar de
todo esto, los resultados han tenido (y tendrán) repercusiones en la vida
política española. Andalucía manda mensajes (a Pedro Sánchez, a los barones del
PSOE, a los partidos independentistas), pero sobre todo Andalucía puede ser un
laboratorio político en el campo de la derecha. Justo después de la sesión de
constitución del Parlamento andaluz, Pablo Casado se apresuró a apuntar que la
fórmula de suma de las derechas es exportable a las próximas elecciones
locales-autonómicas-generales.
Las prioridades del
Partido Popular y de Vox son claras; los intereses de ambos partidos a nivel
autonómico y estatal son coincidentes. El partido azul, a pesar de haber
obtenido unos malos resultados, puede hacerse por primera vez con el gobierno
andaluz. Su prioridad es pactar investidura y/o estabilidad gubernamental con
Ciudadanos y VOX. El partido de extrema derecha al fin y al cabo tiene mucho de
escisión del PP en cuanto a dirigentes y votantes. Los de Abascal quieren, por
su parte, aparecer como un partido "normalizado", que hace vida
parlamentaria y que puede influir. El objetivo: disputar con éxito las
elecciones europeas y autonómicas de mayo.
La complejidad la
tiene Ciudadanos. En la gestión de los resultados de las elecciones andaluzas
puede estarse definiendo también su ADN para el próximo ciclo electoral. La
disyuntiva de Rivera es clara: continuar girando hacia la derecha consolidando
a nivel estatal un escenario con una fuerte fractura derecha-izquierda o
moderarse, volver a recuperar centralidad e ir a la búsqueda de los
socialistas. De momento las diversas decisiones que ha tomado el partido
naranja en Andalucía apuntan a la primera opción: convertirse en muleta del PP,
incluida la colaboración con un partido de extrema derecha como VOX, aunque
este hecho provoque malestar entre sus socios (Manuel Valls en Barcelona) o los
colegas del grupo liberal europeo (ALDE).
En el pacto de
gobierno con el PP prima tocar poder cuanto antes e intentar seguir drenando
votos del partido azul, como muy bien lo ha hecho en los últimos meses (aunque
quizá ya no quede mucho por decantar). Aunque se trate de un partido hermético
y vertical, es evidente que hay dirigentes críticos con esta opción. Existen
intentos por parte de algunas voces de Ciudadanos de hacer OPAs al sector más
'susanista' del PSOE con vistas a pactar autonomías o ayuntamientos. Pero en
política no funciona todo lo que se aguanta sobre papel. No todo es posible. Y
Rivera parece que ha elegido.
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