LA CARTA 2
DUNIA
SÁNCHEZ
Año nuevo
volcándose en alguna ilusión escondida en los estómagos hambrientos de
libertad. Eso es lo que observo madre. No sé cómo terminará todo esto, imagino
que esta gran masa humana tendrá que despertar la conciencia de algún gobierno,
de algún dirigente, de algún estado a favor de nuestro camino. Sé que al final
está la alambrada que con su mirada de navajas nos amenazará. Ahora, estamos en
invierno, un invierno más frio de lo normal o eso sentimos. Aquí hay gente
buena pero también existe el mal. Como toda existencia somos duales y más en
los límites de la agonía, de la desesperación, de la impotencia, de la
desgracia, de la herida. Pasaremos o no pasaremos, no lo sé madre. Todas las
noches cuando me acuesto en estas miserables casetas o como quiera que se
llame, hacinados, con el olor de los que duermen a tu lado, respiro
hondamente…inspiro y espiro…espiro e inspiro hasta que el sueño cabalga en el
futuro de nuestras vidas. Cierro los ojos y contemplo como corro abrazando la
armonía, la felicidad. Pinto colores vivos en mi reconditez y me duermo. Eso me
ayuda madre a despertar, a desear el nuevo día que viene y continúo. Pienso que
este mundo ha de cambiar, somos todos humanos, da igual las creencias, las
ideologías, las costumbres, la razón. Mientras exista respeto y equilibrio da
igual donde nos inclinemos. Pero ahora, se que somos un problema madre por no
decir un estorbo para muchos o para pocos. Sí, deseo que llegue la noche madre,
quiero dormir y soñar y soñar imparablemente en que aun existe una oportunidad
¡Qué horrible son los días aquí¡ se me hacen infinitos ante tanta crueldad,
ante tanta frialdad. A veces un cierto vértigo me azota, me castiga y siento la
necesidad del descanso eterno. No, no te preocupes madre, seré fuerte, muy
fuerte.
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