jueves, 5 de julio de 2018

FRANCO Y LAS PRIMARIAS


FRANCO Y LAS PRIMARIAS
ANÍBAL MALVAR
Lo suyo sería meter a José María Aznar en el Valle de los Caídos y llevar a Francisco Franco a la planta noble de Génova 13. A ver si así el Patido Popular acababa de una vez con su eterna Transición. Lo que estamos observando en estas primarias del PP es un duelo viejuno a ver quién convence más y mejor a la base social del tardofranquismo, esa patología eterna de nuestra psiquiatría patria.

Con formas más o menos civilizadas, los candidatos populares compiten a ver quién propone las cadenas perpetuas menos revisables, a ver quién aleja más de Catalunya a los presos políticos presos y de Euskadi a los derrotados de ETA, a ver quién ahoga a más migrantes en el Meditarráneo.


Detrás de los discursos con aroma de organdí de Soraya Sáenz de Santamaría, Dolores de Cospedal, Pablo Casado y los juanras de ocasión se tapa con escasos pudores el desnudo del neofascismo europeo. El que acaba de aprobar en la UE, con el apoyo del PSOE, la negación voluntaria de asilo a perseguidos políticos y a los niños perdidos del abuso y el hambre.

Al final, el fascismo europeo ha ganado la II Guerra Mundial 70 años después del armisticio. Se nota en Italia, en España, en Alemania, donde la derechista Angela Merkel ya no es la jefa de Europa, sino un títere manejado por los hilos xenófobos de sus socios de Gobierno.

En España vivimos y perdimos la primera gran batalla contra el fascismo europeo con nuestra guerra, mal llamada civil. Fue una guerra militar del ejército contra la democracia. Fuimos el laboratorio fascista de la Europa que soñaban Hitler y Mussolini, como en su época nos relataron los brigadistas internacionales y observadores cojoneros como Ernest Hemingway o George Orwell.

En estas primarias del PP nadie se ha puesto a entonar Soy el novio de la muerte, lo que ya es un avance, al menos en lo musical. Sin embargo, el viejo soniquete sigue ahí, y uno no puede dejar de escucharlo. Sobre todo por ese molesto debate sobre la exhumación de los restos de Franco. Ahora, hasta Rafa Hernando, con gesto de tahúr despectivo, nos dice que le da igual dónde acaben los restos del dictador. Como si se tratara únicamente de un alarde electoralista de Pedro Sánchez. La simbología histórica de este traslado funerario no la entienden ni la quieren entender. Y en eso canta mucho el tufillo a sepia, a sargento y a obispo que aun perdura en el aliento del partido de la gaviota.

Al final, la renovación del PP que se propone con estas primarias no está siendo ni siquiera cosmética. La batalla está en quién colecta más voto ultra. En quién promete más concertinas y más cabras para la legión. Y en esto, reaparecen Franco y Aznar en el centro de la escena como espectros de los siglos. Y a todos los candidatos se les revuelven las tripas de incomodidad. Les están revetando la mise-en-scène modernuqui que con tanto mimo habían diseñado. Es justicia poética. Nunca quisieron pasar la página del franquismo y ahora es la página del franquismo la que se posa como un sudario sobre ellos.
 


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