VILLA DESQUICIE
En las españolas plazas del rancho de la buena españolidad
comienzan a surgir pequeñas disputas. Algunos hechos recientes protagonizados
por el PP no ayudan a apuntalar este paraíso de la libertad cognitiva
GERARDO TECÉ
Teresa Ribera y Juanma Moreno en Almonte, donde firmaron un protocolo
sobre Doñana. / Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico
Hay pocos antecedentes de un líder de la oposición que, tras ser convocado por el presidente del Gobierno, rechace acudir a la cita. Para poner el plantón de Feijóo en su contexto histórico, es necesario recordar que tampoco hay demasiados antecedentes de tipos que renuncien a ser presidente pudiendo serlo, como ha hecho el líder gallego. Mucho menos cuando renunciar a ese cargo implica que tu rival en las urnas nos cuele una dictadura por la puerta de atrás, como bien denunciaba la tutora legal de Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso. Vivimos pues tiempos de acontecimientos inéditos en los que nada debería sorprendernos.
Bienvenidos a Villa Desquicie, el rancho mental
en el que, de un tiempo a esta parte, habita la derecha española. Una comuna en
la que viven millones de ciudadanos de bien que un buen día entendieron que
libertad también era decirle a la realidad hasta aquí hemos llegado e
independizarse de ella para construir un paraíso ideológico en el que las cosas
son lo que uno decida que sean, sin el asfixiante yugo de las cifras, los
hechos constatables y demás herramientas de propaganda comunista. A su llegada
al rancho Villa Desquicie, el visitante encontrará un gran busto dorado de don
José María Aznar López, segundo mejor estadista de la historia democrática
europea, por detrás de Franco, y referente moral de esta comunidad
ideológicamente autogestionada. Hoy es un lunes cualquiera en Villa Desquicie.
En las panaderías, fruterías o bandererías –establecimientos de mayor
rentabilidad del rancho– la opinión unánime es que Feijóo hace muy bien al
renunciar a sus tareas como líder de la oposición dándole plantón a Pedro
Sánchez. ¿Cómo va a reunirse con el autócrata ilegítimo que ha puesto en marcha
un golpe de Estado? Eso sería blanquearlo, opina una votante de Abascal y
espectadora fiel de El Hormiguero, programa de análisis político más seguido
por los habitantes del rancho. Un votante de Feijóo asiente con la cabeza. Todo
es armonía en Villa Desquicie. O lo era.
¿Es Feijóo un infiltrado del sanchismo?, se
preguntan algunos
De un tiempo a esta parte, en las españolas
plazas del rancho de la buena españolidad comienzan a surgir pequeñas disputas.
Hace un par de semanas, dos habitantes del rancho tuvieron un encontronazo a
costa de la Casa Real. Sabido por todos los pobladores de la inmensa finca que
el actual Gobierno es un Gobierno ilegítimo, un tipo señaló a Felipe VI como
cómplice de la maniobra que ha permitido a Sánchez okupar La Moncloa. Otro
tipo, monárquico él, le pidió que guardase respeto a tan respetable institución
y las chispas saltaron. ¿Qué respeto merece un monarca que permite la
destrucción de su país?, dijo uno. El rey no pudo evitar la investidura de
Sánchez porque le obligaba la Constitución, respondió el monárquico. Pero que
las elecciones las ganó Feijóo, que no te enteras, dijo el otro con tono
alterado y agitando una bandera de España mutilada por la corona. Los
ingenieros civiles responsables de la construcción de Villa Desquicie andan
preocupados. Algunos cimientos y vigas maestras de esta magna construcción
mental muestran signos de desgaste. La pasada semana, coherente con su denuncia
de que España es gobernada por un dictador, Abascal pidió que a Sánchez se le
colgara por los pies y el vecino Feijóo dijo que no le gustaban ese tipo de
expresiones. ¿Es Feijóo un infiltrado del sanchismo?, se preguntan algunos.
¿Qué sentido tiene que, quien mete en el Gobierno a terroristas –en este punto
está todo el mundo de acuerdo en Villa Desquicie– no reciba un escarmiento a la
altura de sus vilezas? Días atrás, la Policía Nacional, que como su propio
nombre indica pertenece a los habitantes del rancho, cargaba contra quienes se
manifestaban frente a la golpista sede de Ferraz. Son mercenarios, opinaban
unos. Sólo cumplen su obligación, respondían con ojos llorosos y mente confusa
los amantes del cuerpo, puestos en el brete de tener que defender a sus ídolos
mientras estos, a su vez, defendían al mal en persona representado por Pedro
Sánchez.
Las dudas son cada vez mayores en el rancho, y
algunos hechos recientes protagonizados por el PP no ayudan a apuntalar las
estructuras de este paraíso de la libertad cognitiva. Hace unos días, Juanma
Moreno posaba sonriente con una ministra del Gobierno que nos cuela una
dictadura por la puerta de atrás. Celebraban el presidente andaluz y la
ministra de Medio Ambiente que, al fin, el trabajo conjunto España De Bien-Destructores
De España había servido para encontrar una solución para el parque natural de
Doñana. La solución, ni más ni menos que una amnistía para quienes habían
cometido ilegalidades. No sólo eso, sino, además, indemnizaciones millonarias
para los delincuentes. En el Parlamento andaluz, con toda la lógica ranchera,
el líder de Vox en Andalucía le afeaba a Juanma Moreno que posara sonriendo en
las fotos con quienes estaban destruyendo España. Esto provocó un incómodo
runrún en las bandererías de Villa Desquicie. Pactar con la antiespaña y,
encima, pactar una amnistía. No parece lo más oportuno sabiendo, como sabemos,
que las amnistías destruyen la democracia que Franco tanto trabajó para
traernos. Por suerte el tema fue poco comentado en los grandes medios de
comunicación del rancho, y por suerte los jueces no se manifestaron a las
puertas de los juzgados denunciando el ataque al Estado de derecho que supone
esta amnistía con propina de 100.000 euros por hectárea para los delincuentes.
Otro hecho inédito de este tiempo que nos toca vivir es que empresarios, medios
de comunicación, policías y jueces tengan la libertad de mostrarse o no
beligerantes contra el Gobierno en función de sus intereses. Es, como decimos,
un tipo de dictadura inédita.
El motivo argüido por Feijóo para no reunirse
con Sánchez es su pacto con Bildu para el Ayuntamiento de Pamplona. Les ha
regalado un ayuntamiento a quienes asesinaron a nuestros compañeros, dice el
líder del PP. Esto, que podría suponer un soplo de unidad en el rancho, abre
sin embargo otra puerta a las tensiones internas. Teniendo en cuenta que Bildu
es ETA y, por lo tanto, un grupo terrorista disfrazado de actividad política,
¿por qué hace unos días el PP votó en el Senado en contra de su ilegalización
como proponía Vox? ¿Se reunirá Feijóo con Sánchez pasadas las Navidades, como
cuentan por privado desde el entorno del gallego, una vez se haya pasado la ola
de indignación en las playas artificiales de esta isla mental? ¿Será entonces
Feijóo, por tanto, cómplice del terrorismo?, se preguntan algunos en Villa
Desquicie. En el rancho cognitivo de la derecha, el precio de la realidad
paralela cada día está más caro y hay quien empieza a pasar hambre
preguntándose si no se vivirá mejor al otro lado del muro, en la realidad a secas.
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