ARGENTINA. MILEI, LA RADIO Y EL SUICIDIO JUVENIL
POR
ANDRÉS M. SARLENGO
¿Milei, sus actitudes y su gobierno pueden leerse como emergente de una crisis social que lleva a la población a la máxima puesta en acto de la autodestructividad? Sonará a desvarío, pero sin palabras, conocimientos y una lucha solidaria organizada desde abajo el aumento de suicidios de jóvenes crecerá tanto como los votantes al “león”. No en vano el poder económico explota y asesina al hombre y a sus palabras…
Entre medio de tantas noticias que en estos días van desentrañando la orientación de la presidencia de Javier Milei cabe preguntarse: ¿cómo hacer buen periodismo desde y con la radio? ¿Qué posición ética subjetiva debe adoptar todo periodista que pretenda hacer de su oficio/trabajo una práctica social que informa, opina, entrevista y aborda la realidad social?
Para pensar un país
concreto gobernado por la clase social que representa Milei es fundamental
articular conceptos y sentires, describir la vida cotidiana, comprender la
relación entre mundo objetivo y el mundo de los
sujetos: ese cruce
que hoy conmueve y duele porque estamos acorralados por la crueldad de la
burguesía.
Entonces,
persistimos, con esas tres dimensiones que se acoplan –la radio, el periodismo
y la psicología social- e intentamos indagar lo que bien subraya Ana Quiroga en
“La psicología social como crítica de la vida cotidiana”: “El primer objeto de
la realidad a explorar –desde esta perspectiva- son los sujetos de los procesos
psíquicos,
los sujetos del
comportamiento, los hombres inmersos en lo que es su vida cotidiana, lo que
constituye sus condiciones concretas de existencia: un hábitat, un espacio, una
organización social determinada, una determinada estructura familiar, una
determinada modalidad de producir, una cultura (1)”.
En fin, si la radio
no aporta a la problematización de la vida cotidiana de los escuchas, en
verdad, es puro chamullo, sonidos y redundancias artificiales que rellenan
silencios y vacíos de “vidas grises” que aplauden y
defienden a “leones
que se comen a sus corderos”. Eso sí, cabe aclarar que el campo mediático
hegemónico y la Big Data saben que su influencia es crucial para imponer temas
en la agenda política/pública y, sobre todo,
cómo se piensan
esas cuestiones sociales instaladas. Aunque la realidad de 1960 y la de hoy son
muy distintas y los dispositivos tecnológicos esparcidos universalmente
mostraron un salto cualitativo, vale lo desarrollado y expuesto por Joseph
Klapper, autor del libro “The Effects of Mass Communication”: “el efecto típico
de la comunicación de masas es de refuerzo de las creencias y actitudes
prevalecientes en el auditorio (…) La investigación de comunicaciones –explica-
ha revelado firmemente, por ejemplo, que las personas tienden, en términos
generales, a leer, observar o escuchar las comunicaciones que presentan puntos
de vista con los cuales ellas mismas se encuentran en afinidad o simpatía y
tienden a evitar las comunicaciones de un matiz diferente (…) También ha
demostrado la investigación que las personas recuerdan aquel material que
sostuvo su propio punto de vista, mucho mejor de lo que recuerdan material que
ataca ese punto de vista. Dicho en otra forma: la retención, así como la
exposición, es altamente selectiva” (…) Finalmente – y en algunos sentidos es
de la mayor importancia-, la percepción e interpretación también son
selectivas. Con esto quiero decir que las personas que están expuestas a comunicaciones,
con las cuales no sienten afinidad o simpatía, no es raro que deformen el
contenido, de manera que terminan por percibir el mensaje como si apoyara su
propio punto de vista (2)”.
Otros autores-
asimismo- señalan que la influencia de los Mass Media (y actualmente las redes
sociales virtuales y las pantallas) se dan en un doble proceso: los medios de
la clase dominante saben que sus mensajes/discursos van destinados a los
receptores/espectadores convencidos o bien a líderes/equipos/grupos determinados
(y científicamente fragmentados) que se encargan de redifundirlos (previa
traducción “pedagógica”) para “atrapar” y obtener así una
receptividad/gratificación mayor, mejor, eficaz y obediente. En síntesis: los
medios de masas operan en forma articulada con “organizaciones, instituciones y
mediaciones” que reproducen sus discursos/representaciones; de ahí también la
importancia –para nosotros- de la eficacia en la producción y recepción de
información crítica que se tiene que dar en el modo radio-grupo reflexión. Sino
serían sólo sonidos
para los
convencidos…
Precisemos un
ejemplo de lo dicho: cuando se unen e integran lo mediático, lo grupal, la
radiofonía, la cultura de pertenencia y la direccionalidad de clases de lo
emitido.
El psicólogo César
Hazaki en su libro “El cuerpo mediático” detalla, describe y explica como la
corposubjetividad adolescente/juvenil es condicionada y atravesada por el modo
de producción y la organización social.
Años 90, el
menemato… Hazaki es categórico: “Era la época del “Estamos mal pero vamos
bien”, que en los adolescentes se expresa como pregunta- saludo: -¿Todo bien?
(pregunta que al día de hoy perdura y que se ha
expandido al mundo
adulto). En aquel entonces tenía un programa de radio con adolescentes, “Lluvia
negra”, y los intercambios grupales, talleres de reflexión con jóvenes, o
personales, más la clínica me indicaban que
aquellos que
comenzaban las charlas con la muletilla: ¿Todo bien? estaban básicamente
deprimidos. El Todo Bien era parte de la apuesta a la manía que conllevaba al
sadismo organizado contra el hombre común que los
programas para
adolescentes propugnaban. Modelo que quedó caracterizado como: “Esto es una
joda para Tinelli”-se apoyó y expandió teniendo como compañera de viaje a la
expresión “boludo”. Boludo ponía a todos en pie de igualdad, sin identidad, sin
diferencias. Lo extraordinario era que tomado literalmente dentro del lenguaje
juvenil, se trataba de que todos éramos tontos asumidos (…) Sí, en verdad, el
semejante era un “boludo”, anónimo, gris, fracasado y, sobre todo, débil, la
lógica consecuencia era prepararle una celada a los Boludos de turno (usted,
ella, nosotros) para que la audiencia disfrutara. Al haber tantos Boludos
dispuestos para ello había que mostrarlo en forma de entretenimiento masivo
(3)”.
Llega el 2001. Y en
esos meses proliferan estas palabras: “Nada y Todo para atrás”. Hazaki continua
esclareciéndonos: “Nada. Con una atenta observación se puede decir (…) No había
quedado nada en pie. Hoy, la
expresión “nada”,
aparece en el medio de la construcción de una frase evitando el silencio, como
una muletilla. Muestra una repetición de lo traumático, que lo recuerda sin
ilación o reflexión ninguna con las causas sociales y políticas que la
originaron. Que habla sin decirlo de la crisis social y, al repetirlo como
muletilla, remarca que la misma dejó marcas profundas. “Todo para atrás”. A
diferencia del “nada”, esta frase –que nadie sabe cómo ni dónde se produce- se
propaga como pólvora encendida en el medio de la crisis social. Es una
descripción exacta y sintética que define las consecuencias del default. En la
Argentina toda la sociedad había retrocedido y, en caso de arrancar, debería
hacerlo desde mucho más atrás en todas las áreas. Habíamos perdido: trabajo,
salud, educación, etc. A diferencia del modelo individualista y exitista esta
expresión da una idea clara que la situación pertenece al conjunto y que nadie
está exento del retroceso. Es un avance con referencia al “nada” y de una cabal
expresión de lo traumático y sus consecuencias. En “Todo para atrás” no hay
engaño, ni autoengaño, ni consuelo ingenuo. No hay perdedor individual, ni
parte del conjunto que no haya sido tocada por la profundidad de la crisis. Así
una crisis personal, de proyectos personales o grupales, un conflicto familiar
o laboral se describe con un contundente: “Todo para atrás (3)”.
Después ascienden
los K, con su progresismo tibio atado al extractivismo y al dólar soja con
viento a favor hasta que llegan Macri y Milei tras el fracaso rotundo de
Alberto Fernández como presidente (aún sí lo miramos desde la lógica de la
burguesía).
En consecuencia,
actualmente, cabe interpelarnos con qué palabras, gestos y analizadores podemos
identificar y reconocer lo que nos pasa como trabajadores y, sobre todo, a los adolescentes
y jóvenes…
Ganó el “León”, la
casta sigue, el libre mercado nos azota desde “el cielo”, Perón ha muerto (hace
rato) en la esquina, mano derecha, con las AAA en la placa de su tumba;
mientras la ex Vicepresidenta de los derechos
humanos se abraza
con su colega que defiende a los genocidas de la dictadura del 76, el
empobrecimiento no cesa y el récord de suicidios adolescentes nos “afecta como
una epidemia”. Ricardo Silva en su artículo publicado por la Revista Topia
(Agosto de 2023) es crudo y terminante: “Cada año mueren alrededor de un millón
de personas en el mundo a causa del suicidio (Ellis, Rutherford, 2008), y
habría alrededor de 3500 suicidios diarios en todo el planeta. En Argentina,
según datos de UNICEF (2019), es la segunda causa de muerte entre chicos de 10
y 19 años. Los casos se han triplicado en los últimos treinta años, hay
suicidios cada tres horas, duplicando incluso la cantidad de muertes por
homicidio (…) “El exceso de realidad produce monstruos”, suele decir Enrique
Carpintero, y en relación a esta metáfora tan vívida -volviendo a Stengel-
nadie se quiere matar si antes no renunció a la posibilidad de amar y ser
amado; nadie se quiere matar si a la vez no deseó matar a alguien (por lo que
detrás de todo intento de suicidio hay un intento de homicidio, como considera
la mirada psicoanalítica clásica); y nadie se quiere matar si su muerte no fue
deseada por alguien (por lo cual, muchos suicidas terminan actuando el deseo de
otros). Tres razones punzantes y evidentes: desamor (recordemos a Spitz y
sus estudios sobre
el síndrome de hospitalismo); odio y deseo de matar, seguramente ligados a una
identificación con cierto maltrato inicial (invasión tanática que retorna
masivamente sobre sí mismo); y la captación del deseo latente de cierto
entorno. Todo esto adquiere mayor preponderancia en una sociedad que no
promueve el cuidado del semejante. Que, por el contrario, maltrata
permanentemente, desde condiciones de desigualdad, violencia económica e
impunidad; y que además cuenta con sujetos ligados al poder que abogan
anónimamente por “cierto tipo de limpieza étnica, ética, social (4)”.
¿Será que tanto
vacío y desamparo nos atraviesa que nos hemos quedado sin la capacidad de poner
en palabras (elaborar) semejante padecimiento y traumatismo social y los pibes
pasan directamente al acto? ¿Acaso Milei es
la
palabra/analizador que sintetiza el deseo de matarse porque hay una sociedad
que empuja a eso? Qué escribe el escritor para y sobre los jóvenes se
interrogaba Eduardo Rosenzvaig… No sabemos. Hay tanto dolor social que no cabe
en mi boca ni en mi garganta (y menos en mis palabras) que sólo me sale
mandarle un abrazo radiofónico a nuestros pibes y jóvenes. No seamos “Boludos”…
que el “León” es puro cuento burgués. A vencerlo.
Notas:
1) Crítica de la
vida cotidiana. Ana P. de Quiroga-Josefina Racedo. Ediciones Cinco-2012.
2) Citado en
Periodismo y lucha de clases. Camilo Taufic. Ediciones Akal. 1986.
3) Topia Ediciones.
2010.
4)
https://www.topia.com.ar/articulos/suicidio-adolescente-algunos-intentos-darle-voz-una-epidemia-silenciosa
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