LA CIA Y EL
ASESINATO DE
CARRERO BLANCO
POR VICTOR ARROGANTE
El atentado de Carrero Blanco no solo
marcó un punto de inflexión en la deriva del régimen franquista, sino que
también tuvo consecuencias significativas en los acontecimientos que siguieron,
allanando el camino hacia la Transición democrática. A pesar de su impacto, el
caso nunca fue sentenciado, generando una serie de interrogantes y teorías que
perduran hasta hoy.
Errores en la investigación, fallos en los cuerpos de seguridad del Estado y la desaparición de documentos han alimentado diversas interpretaciones sobre la autoría y las circunstancias que rodearon el atentado. Esto ha llevado, incluso, a que se dude de la autoría de la organización terrorista ETA. Durante las últimas cinco décadas, las complejidades de este caso han dado lugar a muchas teorías; desde la posibilidad de una conspiración interna en el régimen, hasta la sombra de sospecha que apunta a la CIA y los intereses estadounidenses en relación con el futuro de España.
24 horas antes del atentado, Henry
Kissinger, Secretario de Estado de los Estados Unidos de América, se reúne con
Carrero Blanco en Madrid, pero el encuentro fue un fracaso. A la mañana
siguiente, 20 de diciembre de 1973, a unos cien metros de la embajada
americana, el presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco es asesinado. Esa
mañana, en el Tribunal de Orden Público comenzaba el juicio del Proceso 1001
contra la cúpula del sindicato ilegal Comisiones Obreras.
A la una de la tarde Radio Nacional de
España emitió el primer comunicado del Gobierno, en el que no se menciona que
se trata de un atentado terrorista. Automáticamente la presidencia del Gobierno
fue asumida por Torcuato Fernández Miranda, quién logró convencer a Franco de
que se informase a los españoles de que Carrero había sido víctima de un
atentado, no por una explosión de gas. Horas después, la Dirección General de
Prensa reconoció que se ha tratado de un criminal atentado.
La conmoción fue total entre las filas
del régimen; también entre la oposición. El atentado condicionó los últimos
años del franquismo y a la misma Transición a la democracia. Carrero blanco fue
reemplazado por Carlos Arias Navarro, ministro de Gobernación y encargado,
precisamente, de su seguridad. La oposición democrática había demostrado que su
capacidad de movilización era limitada y el franquismo, aunque en crisis,
seguía estable en el poder.
El 20 de diciembre, como cada mañana, el
presidente, sale de su casa en la calle de Hermanos Bécquer y se dirige a la
iglesia de los jesuitas de la calle Serrano, frente a la Embajada
norteamericana. Tiene la costumbre de ir a misa de 9.30. Al terminar, se sube
al Dodge Dart negro sin blindar, al que sigue otro coche de vigilancia. Toma la
calle Maldonado, y gira en Claudio Coello, rodea la iglesia y el convento, y a
la altura del número 104, se produce una gran explosión debajo del coche del
presidente. La confusión es total. Uno de los escoltas del coche de vigilancia,
tras reponerse del golpe, transmite por radio un mensaje desesperado: “No veo
el coche del presidente”. Por la explosión había volado al interior del patio
del convento.
Hacia el mediodía ya se había confirmado
la muerte de los tres ocupantes del vehículo, aunque seguía sin saberse
oficialmente la causa. A las 23 horas, ETA reivindicó la autoría en medio del
estupor general. Declaró que lo había hecho en venganza por los militantes
vascos asesinados y en nombre de la liberación nacional del pueblo vasco.
Mientras tanto, a lo largo de ese día se había descubierto el túnel y las
autoridades confirmaron que, efectivamente, se trataba de un atentado. La CIA
calificaba las causas de la muerte del almirante, como un accidente por fuga de
gas. La agencia de espionaje remitió un cable al presidente de Estados Unidos:
“no hay evidencias de sabotaje”.
Los servicios de seguridad se mostraban incrédulos ante la capacidad
operativa que ETA había demostrado. Esta incredulidad también se
trasladó a diferentes sectores de la sociedad, incluyendo a la oposición, lo
que dio pábulo a una posible conspiración de la CIA relacionada con la reciente
visita de Kissinger. La agencia oficial soviética Tass difundió ocho años más
tarde que el atentado contó con el beneplácito o la colaboración, directa o
indirecta, de los Estados Unidos. El motivo era que Carrero Blanco se negaba a cumplir
ciegamente con las órdenes que recibía del otro lado del Atlántico y no
aceptaba la integración de España en la OTAN.
La conmoción fue total entre las filas
del régimen; también entre la oposición. El atentado condicionó los últimos
años del franquismo y a la misma Transición a la democracia. Carrero blanco fue
reemplazado por Carlos Arias Navarro, ministro de Gobernación y encargado,
precisamente, de su seguridad. La oposición democrática había demostrado que su
capacidad de movilización era limitada y el franquismo, aunque en crisis,
seguía estable en el poder.
ETA, en un principio, urdió el secuestro
del almirante, para pedir un canje por presos, pero el refuerzo de la escolta,
al ser nombrado jefe de Gobierno, hizo que el plan se modificase. Un grupo de
tres etarras alquiló un bajo en la madrileña calle de Claudio Coello, por la
que pasaba cada día Carrero. A principios de diciembre, se excavó un túnel que
finalizaba en medio de la calle. Para justificar el ruido, se dijo a los
vecinos que el inquilino era un escultor. Cuando finalizaron la excavación, se
acumularon 75 kilos de explosivos, que colocaron en forma de T y que debían
estallar cuando el coche pasase justo por encima, como así ocurrió.
Con la muerte del almirante se abrió en
España una época convulsa que preocuparía mucho a EEUU y más cuando se debía
renovar el acuerdo militar, que permitía el mantenimiento de sus bases
militares en suelo español. La extrema derecha del régimen −el búnker−, se
reforzó y pidió sangre. Como consecuencia de todo aumentó la represión y se
produjeron las ejecuciones de 1974 y 1975. El entonces príncipe Juan Carlos y
el sector moderado perdieron el apoyo que les garantizaba una sucesión
tranquila tras la muerte de Franco. En cuanto al sorprendente nombramiento de
Arias Navarro como nuevo jefe de Gobierno, cabe atribuirlo a la influencia que
la esposa de Franco, Carmen Polo y su camarilla, tenían sobre el debilitado
dictador.
A finales de diciembre de 1973, Santiago
Carrillo, secretario general del PCE declara en relación con el atentado del
almirante: “Cuando hemos dicho que el atentado contra Carrero Blanco era obra
de profesionales y no de aficionados no lo hacíamos con ninguna intención
peyorativa hacía ETA. Queríamos subrayar que ese atentado lleva la marca de
ciertos servicios especializados, más que la de una organización cuyos medios y
posibilidades son limitados”. Según Carrillo, lLa rapidez con que la policía,
que fue incapaz de asegurar la protección del almirante durante semanas, en una
zona en la que está enclavada la Embajada norteamericana, la residencia del
Embajador inglés, otros centros oficiales y por la que circulan a diario
ministros y exministros, se ha agarrado a la tesis del atentado de ETA,
señalando en 24 horas a los presuntos autores, con nombres y apellidos, es muy
extraña.
El objetivo del atentado, según indicaba
el comunicado de ETA, era también intensificar las divisiones entonces
existentes en el seno del régimen franquista entre los aperturistas y los
puristas. Según declaraciones posteriores de uno de los miembros del Comando
Txikia, Carrero Blanco era una pieza fundamental e insustituible del régimen y
representaba al franquismo puro, que ocupó, a partir de 1951, prácticamente la
jefatura del Gobierno. Carrero simbolizaba mejor que nadie la figura del
franquismo puro, llegando a ser insustituible por su experiencia y capacidad de
maniobra y porque nadie lograba como él mantener el equilibrio interno del
franquismo. En el comunicado ETA señalaba explícitamente que no había existido
ninguna colaboración de la CIA.
La documentación de la embajada de EEUU
en España, desclasificada en 2008, señalaba la colaboración de los servicios
secretos norteamericanos en el magnicidio y explicaba que “el mejor resultado
que puede surgir sería que Carrero desaparezca de la escena”. Estos datos
sumados al análisis de los explosivos empleados, tanto en la ejecución material
del crimen, como en la segunda bomba colocada en un vehículo que no llegó a
explosionar, apuntan a que la base de Rota, fue punto de paso y manipulación de
los explosivos.
El cambio de Régimen no dependía de una
persona, pero la muerte del almirante facilitó el paso a la democracia y
evidenció que no todo estaba tan atado y bien atado. El asesinato, representó
la mayor conmoción política de la etapa de Franco
Víctor Arrogante
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