No habrá paz para
malvados
DAVID BOLLERO
3Benjamin Netanyahu, primer ministro de
Israel, en una imagen del pasado 10 de diciembre durante una reunión de su
Gabinete de guerra. - Ronen Zvulun | EFE
Esta semana el portavoz militar israelí afirmaba estar trabajando para que más pronto que tarde la población gazatí pueda regresar a sus hogares. La pregunta es tan obvia como indignante: ¿Qué hogares? Israel ha arrasado con todas las viviendas, con las infraestructuras más básicas que permitan habitar el territorio. El cinismo a la hora de hablar de "regreso" es insultante, cuando bajo los escombros aún yacen miles de civiles asesinados por el ejército israelí. No hay genocidio que no sea cruel, pero la impunidad y arrogancia con que se está cometiendo éste hace imperdonable para la Historia la complicidad internacional.
El
pasado fin de semana tuve la fortuna de coincidir con un buen amigo que conoce
a la perfección Palestina, dado que lleva décadas realizando proyectos
humanitarios sobre el terreno. Al indicar la nula estrategia de paz, esto es,
de cómo se reconstruirá la vida en Gaza cuando la guerra haya terminado, mi
amigo fue tajante. "Israel tiene el dinero, la tecnología y el
apoyo internacional para levantar todo de nuevo y encontrar a colonos tarados
dispuestos a repoblar".
Y tiene
razón. Después de haber destruido la totalidad de hospitales, de viviendas, de
edificios de instituciones básicas para el funcionamiento administrativo de la
Franja, incluso, de haber inundado con agua de mar los túneles, contaminando
todos los acuíferos de agua dulce, para un palestino volver a levantar su hogar
parece misión imposible. Y "colonos tarados" israelíes,
siempre habrá dispuestos a apropiarse de un territorio que no les pertenece.
Lo
hemos visto históricamente y, desde el pasado 7 de octubre, también hemos sido
testigos de asesinatos por parte de colonos armados en Cisjordania. El
extremismo de una parte de la población israelí es innegable, compartiendo el
odio y el ansía de exterminar a la población palestina que muestra el ejército
de Netanyahu cuando asesina a los propios rehenes que decían querer rescatar o a mata a sangre fría a civiles desarmados con
disparos de franco
Solo en la última jornada, Israel ha asesinado a más de
200 gazatíes, la
mayoría de ellos niños y niñas, al
bombardear Rafah, la que había sido designada "zona humanitaria" en
el extremo sur. Coincidiendo en el tiempo, EEUU sigue bloqueando en la ONU la
suspensión urgente de las hostilidades y se impide el paso de ayuda humanitaria. La prensa internacional no puede acceder a Gaza y
los pocos compañeros que quedan dentro, están siendo asesinados selectivamente.
Que no haya testigos.
El
genocidio en directo al que estamos asistiendo es desgarrador. Ninguna
de las acciones ejecutadas por el ejército de Tel Aviv indica que exista otro
propósito que no sea el exterminio de la población palestina y, a
pesar de ello, Israel no ha recibido castigo alguno por parte de la Comunidad
Internacional. El doble rasero mancha de sangre a cualquier Estado que mire
para otro lado. Esta misma semana la Unión Europea (UE) ha aprobado el
duodécimo paquete de sanciones a Rusia, prohibiendo el comercio de
diamantes con el que financia buena parte de sus operaciones militares. Israel,
en cambio, no sólo no es sancionado sino que cuenta con el beneplácito
de EEUU, en donde el lobby judío está realizando otra masacre
de censura cultural y veto empresarial a toda persona que se pronuncie a favor
de Palestina.
Con
20.000 víctimas palestinas a la espalda, Israel está hoy más lejos de
la paz que cuando inició su desproporcionada respuesta a los atentados de Hamás.
El apoyo a ésta se ha fortalecido y no es para menos. Cualquier civil en Gaza
que haya visto morir a sus seres queridos al ser bombardeada la ambulancia en
la que eran trasladados o el campamento de población refugiada al que la propia
Israel les había redirigido querrá imponer su castigo al genocida. ¿Qué más
puede perder? Nos encontramos en un momento del conflicto en el que la masacre
cometida por Netanyahu es de tal magnitud que no son pocos los gazatíes que
lamentan no haber muerto en los primeros bombardeos para así no haber tenido
que pasar el infierno que están sufriendo.
El
apoyo de Hamás trasciende las fronteras palestinas, del mismo modo que las
miradas de reproche y rencor hacia Israel y
todo aquel que no alce la voz contra el genocidio también se incrementan.
Lamentablemente, no hay motivos para el optimismo, ni para un cese de la
matanza ni tan siquiera para que se vislumbre un ápice de decencia desde la
Casa Blanca. Ningún europeo tiene motivos tampoco para enorgullecerse
de la UE, absolutamente sometida a EEUU, incapaz de traducir en hechos las palabras de condena a Israel de algunos de sus dirigentes. Hoy más
que nunca y por una cuestión de humanidad, el mundo precisa dirigentes con
coraje que no se plieguen a la geopolítica ni la diplomacia, que antepongan las
vidas del pueblo palestino a la vileza opresora israelí.
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