MARGARITA ROBLES Y LOS APOYOS
MEDIÁTICOS PRESTADOS
CANAL
RED -- EDITORIAL
Para entender el
funcionamiento de la política, hay que entender el funcionamiento de los medios
y, en ambos coliseos, operan las mismas máximas de hierro: durante un tiempo,
«Cui prodest» y, al final siempre, «Roma no paga traidores»
«Margarita Robles también complace a los yihadistas», titulaba ayer El Mundo una pieza firmada por el periodista Fernando Palmero en la que acusaba a la titular de Defensa de «poner a España en contra de la protección de los valores e intereses occidentales para no ofender la causa islamista». El motivo para hacer estas afirmaciones sería que, aunque España ha levantado el veto para que la Unión Europea pueda participar de la operación militar Guardián de la Prosperidad en el Mar Rojo —pensada para garantizar el comercio marítimo mientras la propia UE no hace nada para parar el genocidio en Gaza—, también ha descartado la posibilidad de que nuestro país se sume a la misma. Como consecuencia de este hecho, los hutíes de Yemen —que están atacando a los barcos comerciales que pasan por el estrecho de Bab-el-Mandeb para intentar presionar a Israel y que así paren los bombardeos— han agradecido públicamente la posición española.
Que uno de los
redactores jefes de la sección de opinión de un periódico derechista escriba
estas líneas no debería ser sorprendente, y sin embargo lo es. Y lo es porque
la derecha mediática nos tiene acostumbrados a deshacerse en elogios hacia
Margarita Robles. Desde que fue nombrada Ministra de Defensa por Pedro Sánchez,
Robles no ha parado de conceder entrevistas a todos los medios que atacan
sistemáticamente al PSOE y a la izquierda, ha visto sus opiniones habitualmente
amplificadas por los mismos y ha sido la protagonista de infinidad de artículos
laudatorios. Por eso, que se la ataque de una forma tan clara desde las páginas
de El Mundo es algo que merece una explicación y un análisis político.
El concepto clave
para ello es el de «apoyo mediático prestado» y se basa en una serie de hechos
bastante evidentes.
El primero, la
existencia de una operativa por parte de todos los medios de comunicación según
la cual, a pesar de mantener una línea editorial contraria a determinados
partidos o espacios políticos, dan voz o describen de forma positiva a algunas
personas que pertenecen a los mismos. El ejemplo de Margarita Robles es
evidente. A pesar de formar parte del PSOE, su aparición en el ABC, La Razón,
El Mundo, El Español y hasta OKdiario —todos ellos, medios que atacan
diariamente al PSOE— es muy habitual y casi siempre con un enfoque positivo
hacia ella. Lo mismo ocurre con los tertulianos de derechas y de extrema
derecha en la radio y en la televisión; rara vez dicen algo negativo sobre
Robles. El objetivo que persiguen con esta operativa es muy obvio: utilizar a
alguien del PSOE para propagar ideas propias de la derecha, e incluso para
socavar algunas de las posiciones de los socialistas, es mucho más eficaz que
hacerlo con una persona del PP o de VOX. Esto es exactamente lo mismo que lo
que hacen con Felipe González, Alfonso Guerra, Emiliano García Page o Javier
Lambán; con la diferencia de que todos ellos están muy alejados del núcleo
actual de poder del PSOE y, sin embargo, Margarita Robles es ministra en una de
las carteras más importantes del Gobierno y ha sido nombrada por Pedro Sánchez.
Además, esto tiene la ventaja añadida —para un medio de comunicación que
trabaja para la derecha— de ir construyendo un perfil público potente a
determinadas personas que, desde posiciones más cercanas, en algún momento
pudiesen disputar el poder interno en el seno de organizaciones políticas
adversarias. En pocas palabras, la derecha —también la mediática— preferiría,
con mucho, un PSOE dirigido por Margarita Robles que el actual PSOE, dirigido
por Pedro Sánchez.
Obviamente —y aquí
entra el segundo elemento a tener en cuenta—, el PSOE y Pedro Sánchez saben
perfectamente que esto funciona asi y, por ello, no todos los casos de personas
reconocidas del PSOE propulsadas por la derecha mediática se basan en un
interés personal de hacer daño a la actual dirigencia de su partido. Los medios
intentan utilizar a los dirigentes políticos pero los dirigentes también
intentan utilizar a los medios. Así, no sería de extrañar que el presidente y
la ministra de Defensa hayan tenido algún tipo de conversación para diseñar un
funcionamiento táctico según el cual esta última se deja querer a propósito por
la derecha mediática con el objetivo de poder llegar más eficazmente a
determinados electores que podrían estar indecisos entre votar al PP o al PSOE.
Es vox pópuli que el PP también intenta hacer lo mismo, pero a la inversa, con
perfiles que son elogiados por la progresía mediática como el de Borja Sémper.
Es vox pópuli que
el PP también intenta hacer lo mismo, pero a la inversa, con perfiles que son
elogiados por la progresía mediática como el de Borja Sémper
El problema de
intentar hacer esto por parte de los partidos es sencillamente que no funciona.
Primero, porque ya no vivimos en una época en la que haya muchas personas que
se sitúen en la frontera electoral entre el bloque de derechas y el bloque
progresista. Esa franja se ha ido estrechando cada vez más hasta prácticamente
desaparecer, y lo mismo ocurre con las comunidades de consumidores de medios de
comunicación. La cantidad de votantes del PSOE que, en esta época, confían en
El Mundo para recibir una información veraz es próxima a cero. Así, aunque
Margarita Robles aparezca habitualmente en sus páginas diciendo cosas de
derechas y aunque eso pueda gustar a los lectores del periódico, ninguno de
ellos va a votar nunca al PSOE independientemente de que este partido tenga
miembros como Robles. En segundo lugar, porque los medios de comunicación que
trabajan para tus adversarios políticos solamente te van a dar voz cuando hagas
afirmaciones que coincidan con las ideas y los principios de dichos
adversarios. Dada la mencionada fragmentación electoral en comunidades cerradas
que es propia de nuestra época, eso significa que lo único que estás haciendo
al hacer eso es legitimar las ideas de tus adversarios —otorgándoles así una
victoria ideológica y una mayor proyección política—, al tiempo que
deslegitimas las tuyas y no ganas ni un solo votante en el proceso. Que, de
repente, El Mundo escriba que Margarita Robles «complace a los yihadistas» es
la prueba material de este hecho: cuando las posiciones de la titular de
Defensa ya no sirven para legitimar a la derecha, se abre la veda para
atacarla.
Esto es lo que
significa tener «un apoyo mediático prestado». Cada medio de comunicación
trabaja para quien trabaja y, si decide apoyar coyunturalmente a alguien del
bando contrario, lo hace únicamente para avanzar los intereses de los suyos.
Por eso, cuando llega la hora de la verdad, cuando se dirime un tema
importante, cuando la posición de las personas a las que han decidido propulsar
ya no les sirve, las dejan caer sin más.
En la relación
entre los partidos y los medios, esta dinámica es muy habitual y, obviamente,
no se circunscribe únicamente a Margarita Robles. Además de a todo el viejo
PSOE caoba, la derecha mediática también ha utilizado a Nadia Calviño, a
Fernando Grande Marlaska —antes de que cayese en desgracia para el bloque
reaccionario— o a Josep Borrell para socavar las posiciones del PSOE. La
progresía mediática —que trabaja para el PSOE— ha hecho lo propio propulsando a
cualquier liderazgo del espacio de la izquierda que sirviera para avanzar uno
de los objetivos políticos fundamentales del PSOE: destruir a Podemos. Sin
embargo, cuando han tenido lugar disputas verdaderamente importantes y al
tratarse de un apoyo mediático prestado, toda la progresía ha dejado de apoyar
a los que apoyó coyunturalmente y se ha posicionado con el PSOE como un
monolítico bloque. Algo similar hemos visto al otro lado del parteaguas, en el
que la mayoría de los medios de comunicación trabajan al servicio del PP y,
solamente en unos periodos muy concretos y siempre para avanzar los intereses
de los populares, han decidido impulsar a VOX (y antes a Ciudadanos). Cuando
han dejado de serles útiles, les han soltado la mano y les han empezado a
disparar.
Para entender el
funcionamiento de la política, hay que entender el funcionamiento de los medios
y, en ambos coliseos, operan las mismas máximas de hierro: durante un tiempo,
«Cui prodest» y, al final siempre, «Roma no paga traidores».
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