LOS PRIMEROS RECORTES SOCIALES DEL
GOBIERNO DE SÁNCHEZ
CANAL RED -- EDITORIAL
Durante la rueda de
prensa en Moncloa, Yolanda Díaz evitaba mencionar un significativo recorte en
las cotizaciones —y, por tanto, en sus pensiones futuras— de las personas que
reciben el subsidio de desempleo para mayores de 52 años
El pasado martes 19 de diciembre, las diferentes partes del Gobierno filtraban a primera hora de la mañana a la Cadena SER que —después de varias semanas de arduas negociaciones— por fin se había alcanzado un acuerdo entre los departamentos de Nadia Calviño y Yolanda Díaz para llevar al Consejo de Ministros la reforma del subsidio de desempleo comprometida como parte del paquete de reformas asociado a la Componente 23 del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Al final de esa misma mañana, la propia Vicepresidenta Segunda y ministra de Trabajo era la encargada de desgranar los detalles del consecuente Real Decreto-ley 7/2023 en la preceptiva rueda de prensa en Moncloa tras la reunión del Ejecutivo.
En dicha
comparecencia, Yolanda Díaz explicaba a los periodistas los puntos positivos
recogidos en la norma, como, por ejemplo, la supresión del mes de espera para
cobrar el subsidio al agotarse la prestación contributiva, la ampliación del
mismo a los menores de 45 años sin cargas familiares o el aumento de su cuantía
a 570 euros (el 95% del IPREM) durante los seis primeros meses y a 540 euros
(el 90% del IPREM) durante los seis siguientes, dejándolo como está ahora —480
euros (el 80% del IPREM)— los meses restantes hasta cumplir el periodo máximo
de percepción de 30 meses. La líder de Sumar, aunque reconocía durante la rueda
de prensa que estos aumentos no se iban a aplicar al subsidio para mayores de
52 años —la mayor cantidad de perceptores se encuentran precisamente en esta
franja de edad—, omitía sin embargo el contenido de la Disposición transitoria
tercera del citado Real Decreto-ley, en la que se establece la reducción
progresiva de la base de cotización de los mayores de 52 años de aquí a 2028.
En estos momentos, las personas que están cobrando el subsidio de desempleo
para mayores de 52 están cotizando a la Seguridad Social por un 125% de la base
mínima del régimen general —equiparada con el Salario Mínimo Interprofesional—,
pero en la reforma presentada por Díaz se aprueba reducir dicho porcentaje al
120% en 2024, al 115% en 2025, y así sucesivamente hasta alcanzar el 100% de la
base mínima en 2028.
Esta significativa
bajada en la cotización de los perceptores del subsidio de desempleo para
mayores de 52 años —y, por tanto, de sus pensiones futuras— ha sido
deliberadamente ocultada en las filtraciones y en las comunicaciones públicas
del Ejecutivo y supone el primer recorte social del Gobierno de Pedro Sánchez
apenas un mes después desde su constitución. A pesar de dicha omisión, una vez
publicada la reforma negro sobre blanco, en el BOE y a la vista de todos, hemos
podido leer en algunos medios de comunicación incluso fuentes justificatorias
del ministerio de Trabajo diciendo que «no se endurece la cotización», sino que
«lo que se hace es acomodarla a la fuerte subida del SMI de los últimos años».
Es decir, argumentan que la cotización de las personas mayores de 52 años
acogidas al subsidio de desempleo no debe subir tanto como el SMI o incluso
debe bajar en determinadas ocasiones.
Este primer recorte
social admitido y justificado por el gobierno de Sánchez se produce, además, en
un contexto en el que el propio presidente exhibe como un éxito de la
presidencia rotatoria española del Consejo de la Unión Europea el acuerdo
político alcanzado por los 27 estados miembro para recuperar las reglas de la
así llamada «austeridad»
Este primer recorte
social admitido y justificado por el gobierno de Sánchez se produce, además, en
un contexto en el que el propio presidente exhibe como un éxito de la
presidencia rotatoria española del Consejo de la Unión Europea el acuerdo
político alcanzado por los 27 estados miembro para recuperar las reglas de la
así llamada «austeridad». Si bien la Unión Europea admitió durante la pandemia
de la COVID-19 y la posterior invasión de Ucrania por parte de Putin que no
tenía sentido obligar a los diferentes países a estrangular su inversión
pública en el altar de la así llamada «estabilidad fiscal» y decidió, por ello,
suspender sine die las reglas de reducción de deuda y de déficit que
destruyeron durante una década las economías de los países del Sur de Europa
durante la respuesta ordoliberal al estallido financiero de 2008, en los
últimos meses los hombres de negro y los halcones del Norte se han vuelto a
despertar y han aprobado —aunque con un poco más de flexibilidad y determinados
salvoconductos para mantener el dinero fluyendo hacia la pujante industria de
energías renovables, entre otras— recuperar la vieja medicina económica
austericida que recomienda llevar al paciente al borde de la muerte como única
manera de bajar la fiebre.
El recorte social
en las pensiones de las personas mayores de 52 años que acaba de aprobar el
Gobierno de Sánchez hay que entenderlo inscrito en esta dinámica europea
global. Es, por tanto, el primero de muchos ataques a la gente trabajadora que
vamos a contemplar en los próximos años. Y el problema no es únicamente el
dolor social que esto genera. Además, este tipo de recortes provenientes de
gobiernos supuestamente progresistas son uno de los ingredientes principales
detrás del auge de las nuevas extremas derechas. Por ambos motivos, es urgente
que las izquierdas transformadoras se fortalezcan organizativa e
ideológicamente y se preparen para dar una batalla no solamente contra los
neoliberales sin careta sino también contra los subterfugios de los que se
llaman a sí mismos socialdemócratas pero acaban ejecutando políticas económicas
antisociales muy parecidas a las de la derecha.
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