FELIPE VI EL ASUSTADO
Ni
juego sucio antidemocrático, ni genocidios, ni chantajes a la Casa Real.
Constitución, qué hermosa eres. Y qué alta. Y qué limpia y qué lista y qué buen
invento que tenemos
GERARDO
TECÉ
Felipe VI, durante el discurso de Navidad 2023. / Casa Real
El de este 2023 era, probablemente, el discurso de navidad más complicado para Felipe VI. En la cacería política que él mismo inauguró en 2017 saltándose la Constitución para meterse en política y condenar a los líderes del procés, las últimas balas amigas le han alcanzado de lleno. Si Pedro Sánchez ha dado un golpe de Estado, como aseguran quienes aplaudían a rabiar al monarca en 2017, Felipe VI es hoy cómplice de ese golpe tras haberle encargado al golpista la formación de Gobierno/Dictadura. Felpudo Sexto, Felipe, masón, defiende tu nación, resuenan en los pasillos de Zarzuela. En el ámbito internacional, la invasión y genocidio de Israel contra el pueblo palestino condenado por la ONU lo ocupa todo con los españoles de bien alineándose con los verdugos y su propaganda como no podía ser de otra forma y la izquierda pidiendo el cese de la masacre. En el ámbito de la propia Casa Real, hace unas semanas asistíamos al chantaje contra la reina Letizia por parte de un exmiembro de su propia familia que pretende salvar España a base de extorsiones machistas. Eran los tres temas por los que hubiera merecido la pena interrumpir las charlas en familia y prestarle atención al televisor. Eran los tres temas sobre los que Felipe VI debería haber hablado, porque, indudablemente, estos eran los tres grandes temas.
El discurso fue una
muestra de su debilidad actual. Un rey que sólo cuenta con el apoyo de una
derecha que cree que es cómplice de los amigos de la ETA
¿Podía el rey
Felipe VI permitirse defender la legitimidad del Gobierno, reivindicar las
reglas del juego político y exigir la inmediata renovación del Poder Judicial?
¿Podía el monarca permitirse pedir el cese del asesinato de miles de niños
palestinos inocentes? ¿Podía permitirse defender a la reina del chantaje al que
es sometida? La respuesta a las tres preguntas es no, así que la pregunta en la
Casa Real era de qué podía hablar este año en su discurso un rey limitado por
el miedo en su margen de actuación. Se barajaron varias opciones. En lugar de
hacer una defensa de la legitimidad del Gobierno recién elegido por los
españoles y un señalamiento del secuestro del Poder Judicial que lleva cinco
años operando al margen de la voluntad popular, se planteó en las reuniones del
discurso que el monarca hablase de fútbol. No sé, de la crisis del Sevilla, que
no atina con el entrenador necesario para sacar al equipo del pozo. Españoles,
tengo confianza en que el club de Nervión saldrá adelante, podía haber dicho
apretando los puños con esas grandes habilidades motivacionales que lo
caracterizan, pero la idea, por ambiciosa, quedó descartada. En lugar de hablar
del genocidio cometido por Israel y de la necesaria posición de España en favor
del alto el fuego, se barajó que el rey hablase de Eurovisión para prometer que
este sí que sería nuestro año, que ya nos toca disfrutar de una vez por todas
de una victoria eurovisiva que se nos resiste en democracia. Consultado el
Consejo Real De Cante E Interpretación, la recomendación fue que no apostase
por ese caballo. En lugar de hablar de los ataques machistas contra Letizia, al
menos podía el monarca habernos contado sus vacaciones en Mallorca este verano,
que qué bien se está en Mallorca, pero que madre mía qué calor hacía, no es
normal este calor ni estas temperaturas. Pero eso cabrearía a los
negacionistas. Así que, para evitar los tres temas básicos de los que el rey
debería haber hablado y no podía permitirse hablar en su discurso de navidad y
bienvenida a 2024, sólo quedaba una solución: darle la bienvenida a 1978.
Encontrar esa solución para no hablar de nada que importe es la función de un
buen monarca. Y el rey estuvo espléndido.
Ni juego sucio
antidemocrático, ni genocidios, ni chantajes a la Casa Real. Constitución, qué
hermosa eres. Y qué alta. Y qué limpia y qué lista y qué buen invento que
tenemos. Por primera vez en la historia de las interrupciones a la cena de
navidad, no hubo estructura en el discurso, ni referencias internacionales, ni
espacio para la defensa cerrada de la democracia o la paz. Todo el espacio fue
dedicado a hacer la presentación de una Carta Magna que lleva en vigor desde
que el rey tenía 10 años. Repetición de conceptos vacíos para salir del paso
sin entrar en materia alguna. Lugares comunes mil veces transitados que
parecían tener como punto de meta el hecho de que la Constitución dice que hay
un rey y que ese rey era el que hablaba por televisión. Lo pone en el papel, no
podéis echarme. El discurso de Felipe VI fue una muestra de su enorme debilidad
actual. Un rey que sólo cuenta con el apoyo social de una derecha que, echada
al monte de una realidad paralela cuya burbuja nadie ha hecho por pinchar, cree
ahora que Felpudo VI es cómplice de los amigos de la ETA. Un rey que no tiene
ya margen para reivindicar lo básico y obvio: las reglas del juego democrático,
la paz, la propia dignidad de la institución que representa. Porque reivindicar
lo obvio en la España de hoy es ser cómplice del socialcomunismo. También la
Constitución es cómplice de la antiEspaña, a juzgar por las reacciones de los
ultras al discurso real, que vieron en la aparición de conceptos como
convivencia o concordia una alineación de Felipe VI con el sanchismo. Cuando en
Zarzuela detecten que ni hablar de la Constitución les vale ya para apagar el
incendio ultra, habrá que pensar en alternativas originales para ir tirando. Si
el día de mañana la derecha apostase de lleno por el terraplanismo –y no es
descartable–, el rey reivindicaría en su discurso la libertad geométrica de la
que España es un ejemplo internacional. No le queda otra.
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