FELIPE VI, EN LA "NACIÓN" DE
SUS MARAVILLAS
ANA
PARDO DE VERA
Felipe VI, en la "Nación" de sus maravillasEl discurso más complicado del rey por Nochebuena se ha convertido en el discurso más reivindicativo del rey desde que asumió el trono, en junio de 2014. Reivindicativo de sí mismo, digo, pues al fin y al cabo, el de esta noche del 24 es el mismo monarca que tuvo a bien irrumpir en las televisiones de España con un discurso contra el independentismo catalán el 3 de octubre de 2017 que, como mínimo, no gustó en La Moncloa -entonces de Mariano Rajoy- ni se entendió en buena parte del país. (¿El rey haciendo un discurso político? ¿Qué va a ser lo próximo; que haga negocio, se forre con su estatus privilegiado y después se vaya a un Estado offshore sin rendir cuentas ante la Justicia y a guardar bajo kandoras su fortuna?).
Este rey ha tenido
que felicitarnos las fiestas seis años después del 3-O con una ley de amnistía
en curso que echa por tierra, oficialmente, su diatriba sobre un golpe de Estado
desde Catalunya que nunca fue, como concluyó hasta el Tribunal Supremo. Con
aquel discurso ante las cámaras, claro, pasó lo que tenía que pasar cuando te
metes en un conflicto político que no es de tu competencia: Felipe VI generó
las falsas expectativas que ahora le hacen ser un cobarde para la ultraderecha
por no intervenir contra la propuesta democrática de ley de amnistía del PSOE y
seis fuerzas parlamentarias más (todas, menos PP, Vox, UPN y Coalición
Canaria).
Ha sido un año
duro, dice el rey, pero no porque esta Nochebuena sea la más cara de la
historia para los españoles que quieren (y pueden) celebrarla, algo que a la
Familia Real ni le va ni le viene; o porque se hayan incrementado de forma
alarmante los casos de violencia machista, qué nos va a decir una institución
tan patriarcal como la monarquía; o porque el planeta se vaya al carallo con
nuestros hijos/as dentro en una espiral infame de explotación de recursos; o
porque la invasión de Rusia a Ucrania amenace con cronificarse ante el agotamiento
internacional; o porque mueran cientos, miles de niños en Gaza durante el
genocidio en Palestina del Gobierno de Israel, que seguimos en directo,
impotentes y furiosas ante la cobardía de los más poderosos. Todo esto es
importante para el rey, pero no tanto, y por eso, o no se cita en el discurso
real navideño (como Ucrania, Gaza o la emergencia climática) o se pasa de
puntillas con un parrafito sobre el "pobrecitos chavales que no tienen
vivienda" y condescendencias similares que sonrojan viniendo de quien
tiene la vida resuelta para él y su familia porque ella lo vale, nunca mejor
dicho si lo pagamos el resto a escote.
Hoy, en estas
fechas, lo importante para el rey son la Constitución y la unidad de España, de
la cual es garante la Corona y suponemos que, de ahí el rasgado de vestiduras,
puesto que le va el trono en ella. La homilía de Felipe VI ha sido, sobre todo,
una señal de advertencia: dónde vamos los españoles a estar mejor que en la
España de la Constitución de 1978, esa "gracias" a la cual, según
Felipe VI, "conseguimos superar la división, que ha sido la causa de
muchos errores en nuestra historia". "Errores" es el nuevo
título de la antidemocracia y los fascismos del "O gobierno yo o no
gobierna ni dios" que pregonaba Franco, por ejemplo, y algunos de sus
seguidores de hoy. Esa abstracción de nuestra historia previa a la
Constitución, de cuyas acciones sangrientas todos somos culpables por
dividirnos, no porque hubiera un criminal golpista que masacró el país durante
40 años; esa generalización laxa y torpe (o malintencionada) de los horrores de
una dictadura como "errores de la historia"... me reafirman
definitivamente de mi opinión sobre el lado en el que está el rey, por más que
intenten hacer que modernizan y democratizan (qué risa...) la institución.
Felipe VI es hijo
de su padre, que fue el sucesor de Franco y acompañó y vigiló todo el proceso
de muerte del dictador, sucesión y transición al postfranquismo, Constitución
incluida con él dentro, sin funciones políticas, con una impunidad sonrojante y
como símbolo de una unidad de "Nación", como dice el rey, que solo
puede ser la que él dice: democracia, sí, pero con unos límites
constitucionales. Incontestables, rígidos, bajo la bendición de la
(ultra)derecha, incuestionables e inmutables ... Qué casualidad que el rey nos
cante las bondades irreformables de la Constitución, las suyas, justo cuando
esta va a ser cambiada para suprimir el término "disminuidos" en
referencia a las personas con discapacidad. Ya lo dijo esta semana Feijóo, el
político favorito de Felipe VI: ojito, Pedro Sánchez, con colarnos otras
reformas. Pero dicen que el rey no se mete en política; como su padre, el otro
rey: ni en política ni en finanzas. Felices y republicanas fiestas a todas/os.
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