LA SOLEDAD ES UN OASIS
ANITA
BOTWIN
Según el
Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada, una de cada diez personas en
España padecen sus efectos, especialmente graves en la población mayor de 65
años
En estas fechas resuenan las nostalgias de un pasado repleto de seres queridos entre villancicos y polvorones y el miedo a un futuro con demasiadas sillas vacías, ausencias que duelen en lo más hondo. En una población cada vez más envejecida, pero también individualista se dan las situaciones que provocan soledad no deseada cada vez en más hogares. Una epidemia silenciosa y dolorosa que cada vez empieza a tomarse más en serio —aunque no lo suficiente— por el grave problema de salud pública que conlleva. De hecho, la Organización Mundial de la Salud —OMS— va más allá y considera la soledad no deseada un grave problema de salud pública y uno de los mayores riesgos para la salud de las personas, por encima del tabaquismo, el sedentarismo o la obesidad. Desde que empezaron las restricciones de la pandemia, el porcentaje de ciudadanos que se sienten solos ha aumentado al 18,8%, según un estudio del Joint Research Centre (JRC) de la Comisión Europea.
En estas fechas
señaladas donde parece incluso obligatorio juntarse con la familia aunque no
puedas soportar a tu cuñado o a tu primo, también hay casos de personas
obligadas a pasar en solitario días señalados, mientras el imaginario colectivo
y la costumbre nos muestran realidades de familias unidas sonrientes comiendo
polvorones y brindando con cava. Gran daño han hecho los anuncios de turrones,
de lotería de navidad y redes sociales con casas despampanantes, árboles de
navidad más grandes que nuestras casas, brilli brilli, confetti y bombones de
Isabel Presley mediante.
Por tanto, este
aislamiento involuntario es más duro en fechas como las que estamos viviendo en
que se suele juntar la familia y las amistades. Son fiestas que recuerdan a
quien se siente solo que tiene motivos para sentirse de esa forma, que no tiene
suerte o que no ha sabido o podido mantener las relaciones sociales. Esas
situaciones provocan sentimientos que aumentan la posibilidad de sufrir
depresión y otras enfermedades graves.
Aunque es un tema
que no aparece en las portadas de los grandes medios, la realidad es que es un
grave problema de salud pública. En esa misma línea un estudio publicado en la
revista médica Journal of the American Heart Association en 2022 puso sobre la
mesa que el aislamiento social y la soledad se asociaban a un aumento del 29%
del riesgo de sufrir o morir por infarto al corazón y a un aumento del 32% del
riesgo de sufrir ictus o morir por ello. La depresión aumenta en la mayoría de
los casos de aislamiento social, produciéndose también desenlaces fatales. Hace
poco leía que el sentimiento de soledad era casi tan grave o provocaba tanto
daño como fumar 15 cigarros al día, pero en ningún lado nos advierten de las
consecuencias del aislamiento social, como sí se avisa de la gravedad de fumar.
En esta era de la
hiperconectividad es probable que estemos más solos que nunca. De hecho, parece
que el uso excesivo o inadecuado de las redes sociales está también relacionado
con la soledad no deseada, algo que se convierte en un círculo vicioso porque
cuanto más tiempo pasamos en las redes, menos nos relacionamos con los demás.
La precariedad laboral con jornadas extenuantes y poco tiempo para el ocio, la
falta de redes de apoyo especialmente en las grandes ciudades hacen que las
personas cada vez se enfrenten —nos enfrentemos— más a esta soledad no deseada.
Las personas con discapacidad, especialmente las mujeres, son de las que más
sufren esta realidad, debido en muchos casos a su falta de movilidad o a la
vulnerabilidad y precariedad con la que viven.
Según el
Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada, una de cada diez personas en
España padecen sus efectos, especialmente graves en la población mayor de 65
años. El gran aumento de los pisos turísticos en las grandes ciudades es un
factor que propicia esta soledad no deseada, rompiendo las redes de apoyo
vecinales y aislando socialmente cada vez más a las personas.
Por todo ello, es
necesario y urgente que se lleven a cabo políticas públicas sociales y
sanitarias que palien el problema, pero que también las personas nos asociemos,
tejamos redes vecinales e intentemos llegar donde a veces las instituciones no
llegan.
Debemos promover
tejer comunidad en los barrios, aumentar las redes de apoyo vecinales con apoyo
de las asociaciones, pero también de los comercios y locales. Hacer barrio con
redes solidarias sería el mejor antídoto para terminar con este problema de
salud pública.
«La soledad es un
oasis
no hace señales
pesa en la noche
lo ignora todo
la soledad no
olvida nada
cava memorias
está desnuda
se encierra sola»
Mario Benedetti
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