CARTA A LA PRESIDENTA DÍAZ AYUSO
La
propuesta de modificación de la ley autonómica 3/2016 es inconstitucional y
equipara las sexualidades disidentes a una enfermedad que necesita ser
diagnosticada por los especialistas médicos
JOSÉ
ANTONIO MARTÍN PALLÍN
Las medidas de Ayuso. / J. R. Mora
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, tiene un discurso que, aunque suene a una especie de cantinela, hay que reconocer que cada vez lo interpreta mejor. Algo debe de tener porque después de la desastrosa e inhumana gestión de la pandemia en las residencias de personas mayores, convocó elecciones y consiguió la mayoría absoluta. Sería necio menospreciar su capacidad de transmisión, y conviene analizar el porqué de su impacto sobre una mayoría de votantes de su Comunidad. Sus intervenciones, dentro y fuera de la Asamblea, son lineales y sin capacidad de contraargumentar. Por ello, cuando se siente desbordada por las interpelaciones de la oposición, utiliza un comodín que se ha convertido en una muletilla. Todos son comunistas y ahí se acaba el debate.
La que se presenta
como paladina de la libertad no puede disimular su reaccionarismo visceral
contra el feminismo, la igualad y la no discriminación de todas las opciones
sexuales. En medio de una baraúnda legislativa, ha puesto en marcha una
modificación sustancial de la ley autonómica 3/2016, de 22 de julio, de
Protección Integral contra LGTBIfobia y la Discriminación por razón de
orientación e identidad sexual en la Comunidad de Madrid, promulgada cuando era
presidenta Cristina Cifuentes. Su propuesta de ley de modificación y derogación
parcial introduce la necesidad de los exámenes médicos y psicológicos para
acceder a los tratamientos para las personas trans. Es decir, son enfermos a
los que hay que curar y reorientar. Al mismo tiempo, suprime la prohibición de
las terapias de conversión. En definitiva, retrocede en el tiempo y equipara
estas orientaciones sexuales a una enfermedad que necesita ser diagnosticada
por los especialistas médicos. Por otro lado, las asociaciones que se dedican
al tratamiento y la interlocución pierden las subvenciones. Se prohíbe la
introducción de información y debate sobre este tema en el ámbito de la
educación. Se elimina la inversión de la carga de la prueba para justificar las
infracciones y determinadas sanciones establecidas para proteger sus derechos.
En igual sentido restrictivo, se eliminan los derechos que protegen a las
personas trans, que pierden su denominación y la identidad sexual. En fin, un
retroceso a tiempos remotos en los que las personas de este colectivo eran
reprimidas por dictaduras que las han perseguido y criminalizado.
La que se presenta
como paladina de la libertad no puede disimular su reaccionarismo visceral
Señora Ayuso, no
sabíamos, y quizá usted tampoco, que se había abrazado a las políticas de la
Unión Soviética sobre estos sectores de población que siempre se han visto
perseguidos y discriminados a lo largo de la historia. Un tal Josif Stalin,
allá por los años treinta, declaró oficialmente que la homosexualidad era una
enfermedad. En la Alemania nazi, el penalista Edmund Mezger, muy admirado en la
España franquista, elaboró un documento sobre las medidas que había que adoptar
para el tratamiento de los “extraños a la comunidad”, entre los que incluyó a
los homosexuales, aconsejando incluso su esterilización.
Respecto de la
dictadura franquista, le remito a la lectura de un párrafo de la exposición de
motivos de la ley de 2016, que ahora pretende desmantelar. Dice: “Durante la
dictadura franquista y en el inicio de la actual democracia, las personas
homosexuales y transexuales eran detenidas y encarceladas por su condición, si
bien no existen cifras exactas de esta persecución, por cuanto muchas veces el
motivo oficial de la encarcelación era el ejercicio de la prostitución. En el
año 1954 se reformó la Ley de vagos y maleantes, equiparando a los homosexuales
y sancionándoles como a los proxenetas, mendigos, enfermos mentales o lisiados.
En el año 1970, la Ley de peligrosidad social modificó el castigo por el
denominado ‘tratamiento’, que podía incluir lobotomía y descargas eléctricas”.
¿Va a suprimir este texto o lo mantiene a pesar de todo?
Para no retroceder
excesivamente en el tiempo, le recuerdo que recientemente la Rusia de Putin
aprobó una ley que prohíbe las operaciones quirúrgicas de cambio de sexo. Como
muestra de su rechazo y desprecio, se prohibió también la adopción por parte de
parejas homosexuales y se anularon matrimonios entre personas del mismo sexo.
En el colmo del delirio, se califica como extremistas e incluso terroristas a
las personas de este colectivo que supuestamente “incitan al odio social y
religioso”. De hecho, el Kremlin acusa a Occidente de defender los derechos de
las personas LGTBI con la supuesta intención de desestabilizar a Rusia, e
intenta justificar así la discriminación contra el colectivo. De inmediato han
recibido la dura condena de la ONU y la UE.
Estoy seguro de que
ni siquiera se le ha pasado por la cabeza la posibilidad de caer en estos
excesos o utilizar medidas semejantes, pero dentro del marco constitucional ha
incurrido en una flagrante violación de nuestra Constitución, a la que tanto
ama, y de todos los tratados internaciones firmados por España en materia de
derechos humanos. El discurso del rey se ha centrado en un panegírico a la
Constitución: por favor, léasela. Establece que los españoles son iguales ante
la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento,
raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia
personal o social. La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le
son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a
los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social.
Que le adviertan sus asesores que las normas relativas a los derechos
fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán
de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados
y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España.
Si su propuesta
sale adelante, va a tener serios problemas con nuestro texto constitucional
Me parece que si su
propuesta sale adelante, va a tener serios problemas con nuestro texto
constitucional. Según la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Todos los
seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como
están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los
otros”. Añade que toda persona tiene todos los derechos y libertades
proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna, y que ningún Estado
puede emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la
supresión de cualquiera de esos derechos y libertades.
Usted, que se
proclama representante de la libertad para tomar cañas en las terrazas, debería
matricularse en un curso acelerado sobre los orígenes del liberalismo y
realizar un somero repaso de las ideas de sus padres fundadores, Adam Smith y
John Stuart Mill. El primero es el autor de la Teoría de los Sentimientos
Morales, obra en la que puede leerse: “Como no tenemos una experiencia
inmediata de lo que sienten otras personas, no podemos formarnos una idea de la
forma en que se ven afectadas si no concebimos cómo deberíamos sentirnos en una
situación similar”.
John Stuart Mill
fue el que más profundizó en el liberalismo como teoría política. Le recomiendo
la lectura de su libro Sobre la libertad. La libertad consiste en poder hacer
todo aquello que no cause perjuicio a los demás. El ejercicio de los derechos
naturales de cada persona no tiene otros límites que los que garantizan a los
demás miembros de la sociedad el disfrute de los mismos derechos. Estos límites
sólo pueden ser determinados por la ley.
Que la única finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho,
ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad,
es evitar que perjudique a los demás. Resumiendo, el autor cree que hay
diversas acciones que uno puede realizar indistintamente, sean o no estas
correctas, porque perjudican solamente al individuo. En este caso, la persona
es libre de hacer lo que quiera.
Creo que debe usted
reflexionar sobre las funciones y potestades que los políticos democráticos
pueden ejercer sin caer en un sectarismo casi patológico que les sitúan al
margen de la Constitución. El hecho de que ostente una mayoría absoluta no le
permite pasar por encima de los más elementales principios que constituyen la
base de una sociedad democrática, obligada a respetar la dignidad y libertad de
todas las personas por encima de sus creencias y fobias personales.
P.D.: Señora Ayuso,
aprovecho para recomendarle una reflexión sobre la promoción de la fruta.
Recuerde la que organizó Eva mordiendo simplemente una manzana.
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