TOMA DISCURSO
GERARDO
TECÉ
Portal de Belén. / Malagón
Querida suscriptora, querido suscriptor:
El cuadrante de la revista ha querido que sea yo quien, en vísperas de la navidad, escriba la carta semanal dirigida a quienes nos apoyáis en nuestro trabajo. Así que, para darle vuelo a esta página que en estos momentos está prácticamente en blanco, he pensado que qué mejor forma de llenarla de contenido que un breve discurso navideño contextatario. Y aquí me tienen, sentado frente al ordenador con chaqueta, corbata y sonrisa borbónica.
Ni que decir tiene que me llena
de orgullo y satisfacción dirigirme a ustedes para darles las gracias por estar
ahí. No son estas, como puede pasar en otros discursos que verán por televisión
en estas fechas, palabras vacías, sino llenas de significado. Hasta rebosar. Es
un orgullo y una satisfacción real porque, de no ser por ustedes, tanto yo que
les escribo hoy, como todos mis compañeros y compañeras probablemente
tendríamos que estar viviendo este momento histórico tan complicado y doloroso
en otros medios de comunicación diferentes. Medios en los que no se le tiene el
mismo respeto a la palabra que se le tiene en CTXT. Si no fuese por ustedes, yo
no podría mandar un artículo de opinión diciendo que lo que está sucediendo en
Gaza es un genocidio intolerable. Y al horror de lo que veo por televisión y me
mina el ánimo, tendría que sumarle el horror de verme obligado a torturar
palabras para poder llenar la nevera y pagar la hipoteca. Operación contra el
terrorismo, tendría que llamar, para que mis jefes no me despidiesen, a esas
imágenes insoportables de niños que, en el mejor de los casos, tiemblan de
miedo. No podría meterme en una reunión de trabajo y decirles a mis compañeros
que hoy estoy KO, porque asistir a un genocidio televisado en directo siendo
padre de un niño de 2 años me está reventando. No podría reconocer ante mis
compañeros que hago piruetas por abstraerme de todo esto como buenamente puedo.
Que yo, que me dedico a los medios, soy el primero que evita ver imágenes, que
estoy dejando de consumir información, que, por pura supervivencia anímica, veo
lo que es puramente necesario para mi trabajo. Esto, que parece poco, es mucho.
Es poder cagarte abiertamente en la humanidad y los psicópatas que la
gobiernan, porque no es humano asistir a la mayor barbaridad de nuestra
generación sin despeinarte, indignarte ni llorar a ratos. Es poder ser sincero
porque, en cualquier ámbito de la vida, también en el trabajo, la sinceridad
cura. Y esa sinceridad y curación, que valen para el que escribe y también para
el que lee lo que algunos escribimos, son imposibles sin libertad para poder
usar las palabras necesarias. Y esas palabras nos las regalan ustedes con su
apoyo.
Decía alguien muy sabio que las
palabras generan vida, porque algo sin palabra que lo nombre es algo que no
existe. Y por eso, en Gaza, ese portal de Belén en el que el niño Jesús agoniza
destrozado por las bombas, hay quien no quiere palabras ni periodistas capaces
de ordenarlas. Ese alguien es Israel. Y son ustedes quienes nos han permitido
que tengamos a Mahmoud Mushtaha, periodista palestino que nos tiene cada día
con el alma en vilo, sobre el terreno para ponerle palabras a lo que allí está
pasando. O a Marta Maroto, desde el vecino Beirut, contándonos las
implicaciones del genocidio en aquella zona del mundo. O que podamos pagarles a
reputados expertos para que, desde Estados Unidos, Reino Unido, Bruselas o
donde sea, escriban análisis que publicamos para usted en los que las palabras
se respetan. Y esas palabras las financian ustedes. Como diría Netanyahu,
financian ustedes el terrorismo, entendiendo terrorismo en este momento como no
cruzarse de brazos ante la infamia. Como decía Saramago –y yo repito cada vez
que puedo– si tenemos conciencia, pero no la usamos, para qué carajo nos sirve
la conciencia.
En política española –el rey hace
esto, ¿no?, te pega un salto de un tema a otro sin que te lo esperes– vivimos
un momento-no-momento. Se ha logrado frenar a la ultraderecha en las urnas, lo
cual habla muy bien de un país que ha sido capaz de no irse por la taza del
váter en un momento histórico en el que el vátering es deporte de moda como el
balconing lo es en Magaluf. Pero es un momento-no-momento porque nada está
consolidado. Porque la ultraderecha perdió las elecciones en las urnas, pero
las ganó hace ya mucho y por mayoría absoluta en el IBEX, los juzgados, la
iglesia, el fútbol, el ejército o los medios de comunicación de masas. Porque
este país no es ajeno al gran momento-no-momento mundial en el que no sabemos
si nos dirigimos a un nuevo tiempo de luz en el que nos enteremos de una
puñetera vez que el planeta nos va a eliminar como especie invasora si no
cambiamos, que la pobreza no se combate con muros y que no hay futuro sin
igualdad, o si lo que se ve al final del camino son más sombras. Es un
momento-no-momento porque ni siquiera la izquierda local que tiene claro que lo
recomendable es caminar hacia la luz y escapar de la sombra, huye unida. Y
aquí, me van a permitir que no entre demasiado en materia porque –giro de
cabeza mirando a otra cámara, esto lo hacen muchos los borbones también– hoy
hablo por mí, pero también un poco por cada uno de mis compañeros, y cada uno
es de su padre y de su madre. Y porque el papel de CTXT no es aupar partidos o
plataformas, ni tampoco enterrarlos cuando los grandes medios deciden que ya
toca darlos por muertos, ni es decir espejito, espejito, cuál es el cerebro más
guapo e inteligente de la izquierda española, sino observar y poner palabras,
lo más honestas posibles, a esta disputa que se ha abierto y que se recrudecerá
en los próximos tiempos. Cuando se cabreen con alguno de quienes aparecemos en
CTXT porque nuestra posición sobre un asunto específico relacionado con las
guerras de la izquierda no coincida con la suya, piensen que no están solos.
Que junto a ustedes hay probablemente cabreados unos cuantos compañeros de
CTXT, tan en desacuerdo como ustedes con la opinión o el análisis publicado en
CTXT. Y que, al día siguiente, el desacuerdo cambiará de acera. Porque el
debate es eso, que no se nos olvide. Y aquí hemos venido a darle las gracias
porque su apoyo es fundamental para que este proyecto tenga salud, pero nunca a
pretender contentarle en todos y cada uno de nuestros artículos y análisis.
Usted, que es inteligente, ya lo sabe de sobra.
Y, para terminar –otro giro de
cabeza y el tiro de cámara dejando ver la foto que tengo detrás del niño este
verano en la playa comiendo arena porque la simbología en los discursos de
navidad es muy importante, dicen los expertos en la Casa Real, y comer arena
representa estupendamente la confusión del momento y el niño se puso fino de
arena de la playa creo que era en Cádiz aunque lo mismo fue en Portugal–,
desearles a todas y todas unas buenas fiestas y que tengan toda la salud
posible porque el número del gordo no les habrá tocado. Era de esperar. Las
posibilidades eran las mismas que las de ver a Abascal despierto un día a las
siete de la mañana. Aun así, y sin querer yo animar a la ludopatía, vuelvan a
intentarlo el año que viene porque nunca se sabe. Más difícil era que
sobreviviese un medio que pretendía aportar análisis y contexto en mitad de la
dictadura del click ligero y aquí estamos, a puntito de cumplir 9 años en
enero. Gracias por hacerlo posible. Mientras ustedes quieran, seguimos.
Eguberri on, Bon Nadal, Boas festas. Toma discurso.
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