viernes, 3 de febrero de 2023

¿PODEMOS HABLAR DE ABUSOS SEXUALES POR PARTE DEL ESTADO?

 

¿PODEMOS HABLAR DE ABUSOS SEXUALES 

POR PARTE DEL ESTADO?

PATRICIA ARANGUREN


Hace unos años salían a la luz varios casos de mujeres en el Reino Unido cuyos maridos, algunos incluso padres de sus hijos, eran policías infiltrados. Ellas, activistas medioambientales. La justicia reconoció que era ilegal y que vulneraba derechos fundamentales que un agente infiltrado mantuviese relaciones sexoafectivas con activistas.

Que los policías se infiltren en nuestras asambleas no es nada nuevo. Sabemos que pasa, pero escogemos ignorarlo. No le prestamos demasiada atención, porque hacer activismo desde la sospecha sería insoportable.

 

Sabemos que pasa y que no puede pasar. No puede pasar porque la ley no lo ampara, solo ampara estas prácticas para casos muy concretos: terrorismo, crimen organizado y tráfico de estupefacientes. Pero nosotras estamos hablando de activistas ecologistas, de asambleas de barrio, de sindicatos de estudiantes, de gimnasios, cine fórums y talleres de bicis autogestionados. Es el Estado controlando toda vida organizativa con total impunidad.

 

Esta denuncia vuelve al debate público gracias a las investigaciones de La Directa. Hace unos meses publicaban la noticia de que un policía llevaba dos años infiltrado en el movimiento independentista catalán, en el movimiento por la vivienda y en el movimiento estudiantil.

 

Ahora destapan a un nuevo policía infiltrado, Dani, que ha participado en espacios libertarios, asambleas antirrepresivas y proyectos autogestionados de Barcelona durante más de tres años.

 

Para acceder a estos espacios, Dani mantuvo relaciones sexoafectivas con hasta ocho activistas. Con una de ellas, la relación más larga, de un año.

 

Ocho compañeras estuvieron saliendo o se acostaron con alguien que no existe, con alguien que el gobierno, ese que dice proteger a las mujeres, había puesto ahí para algo.

 

No es como si alguien te engaña sobre su equipo de fútbol o su estado civil. Realmente la persona con la que te acuestas no existe y nunca ha existido.

 

En una relación en la que una persona no es quien dice ser, el consentimiento y el deseo están viciados.

 

¿Podemos hablar de abusos sexuales por parte del Estado? Yo creo que sí.

 

Es el Estado, con el gobierno más progresista de la historia, son las instituciones públicas, el Cuerpo Nacional de Policía, el Ministerio de Interior quienes favorecen esas violaciones.

 

 

Es el uso de los cuerpos de las mujeres, de nuestros deseos y nuestras vidas, de nuestra intimidad y nuestra vulnerabilidad, de nuestros proyectos y nuestras esperanzas, como mecanismo de control por parte del Estado. Instrumentalización sentimental y terrorismo sexual pagados con dinero público.

 

Y no se puede jugar así con las vidas de la gente.

 

Participar en la vida asociativa de nuestros barrios, creer en un futuro político mejor y organizarnos para ello, pelear por la justicia social para todas en todas partes no puede exponernos a este tipo de abusos por parte del Estado.

 

Cuando participamos en un espacio político lo hacemos sabiendo que es un lugar de afinidad. En la afinidad caben los disensos, caben las discusiones, caben el hartazgo, las malas formas y la reparación. Caben porque se colocan bajo el prisma de la confianza de que todas estamos ahí por lo mismo: porque queremos cambiar el mundo, porque queremos cambiar el sistema, porque queremos cambiar todas las relaciones de poder que generan desigualdad e injusticia.

 

La confianza y la implicación que experimentamos en los vínculos que establecemos dentro de las militancias van más allá de la que podemos establecer en otras relaciones. Compartimos proyectos a gran escala, ponemos el cuerpo juntas, dependiendo unas de otras, confrontamos al Estado, al sistema y a lo que haga falta sabiéndonos juntas. Por eso nos queremos.

 

Y no es algo que debamos plantearnos, si es buena idea o no implicarnos a estos niveles con nuestras compañeras, pues es esa una de nuestras fortalezas.

 

El miedo a que tu compañero de asamblea pueda ser un infiltrado destruye esa confianza que necesitamos para seguir juntándonos con otras. ¿Qué hacemos? ¿Volvemos a la marginalidad, a los tiempos de hacer política en secreto, a no confiar en quien acaba de llegar? ¿O seguimos con las asambleas abiertas y las comisiones de bienvenida, celebrando que cada día somos más, a costa de ser más vulnerables?

 

¿Cómo generamos las herramientas para seguir organizadas de manera abierta y horizontal sin que el sistema pervierta la afinidad y la confianza mutua?

 

Al Estado: queremos reparación, queremos saber dónde más está pasando y queremos que cese ahora y para siempre.

 

A los policías infiltrados: os va a faltar planeta para esconderos.

 

A mis compañeras: sigamos organizadas porque por mucho que lo intenten nunca llegarán a controlar la digna rabia de quiénes peleamos contra todo lo que está mal.

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