LA CORNAMENTADA VICTORIA FEDERICA
ANÍBAL MALVAR
Victoria Federica, el pasado miércoles. EFE/ J.J.Guillen
Tarde republicana este miércoles en la plaza de toros de las Ventas, según nos relata con fruición y excesos adjetivales nuestra vieja prensa del régimen. Allí salió por la puerta grande Victoria Federica de Todos los Santos de Marichalar y Borbón, hermanuquísima de nuestro líder en el exilio, el gallardo Froilán, también de Todos los Santos, o sea.
Le dieron a Victoria Federica el premio Juventud y tauromaquia y no defraudó al tendido: "Me siento muy orgullosa por ser reconocida por fomentar y alentar este admirable arte de la tauromaquia. Es una bonita herencia recibida de mi familia. Desde mi bisabuela, doña María de las Mercedes, de mi abuelo, Su Majestad el Rey Don Juan Carlos y en especial mi madre que me lo han transmitido con tanto cariño", fueron sus palabras, que resaltó El Mundo con gran prosopopeya e indisimulado vasallismo.
La empresa que
otorgó el premio a la regia influencer es Plaza 1, adjudicataria de las Ventas
y receptora de 3,5 millones de Isabel Díaz Ayuso, siempre dispuesta a apoyar las
más altas expresiones de nuestra cultura, cual torturar y asesinar a un toro.
Gracias al denuedo
informativo de nuestros medios tradicionales, podemos añadir que "para
esta especial ocasión, Victoria Federica ha hecho gala de su gran pasión por la
moda y se ha enfundado un total look de Dior, un conjunto que pertenece a la
colección crucero 2023 de la marca, inspirada en la ciudad de Sevilla y
presentada el pasado verano en la plaza de España de la capital andaluza. Como
calzado ha optado por unos mocasines estilo masculinos y un bolso de la maisón
francesa a juego, modelo Saddle, uno de los más icónicos". Si alguien me
explica qué significa todo esto me vuelvo elegante. Que yo sepa, nunca me he
puesto nada icónico. El mundo de las influencers es inextricable.
Lo cual que,
últimamente, nuestra bastante escondida monarquía a penas se deja ver si no es
delante de un toro. Bravura no les falta a los borbones. Más que una democracia
coronada, tenemos una monarquía cornamentada. Y así debía reflejarse en nuestra
sacrosanta Constitución.
Casi el único
asidero sentimental que le queda al borbonismo es la tauromaquia, quizá porque
las monarquías y los toros son igual de anacrónicas. Este año hemos observado
varias ferias taurinas rotundamente fracasadas, con plazas semi vacías y
empresarios bramando que el negocio de la muerte animal se les va al garete. La
Zarzuela, como los cosos taurinos, también tiene ya más exiliados que
habitantes. Se vacían los tendidos como coronas sin cabeza, pero nuestros
viejos periódicos siguen convencidos de que a golpe de epíteto laudatorio
podrán salvar tan obsoletas tradiciones.
Es evidente que, de
un tiempo a esta parte, se intenta renovar la polvorienta imagen de la
monarquía, y están sacando a los más jóvenes borbones en el couché para
instalarlos en el imaginario sentimental de la sociedad española. Con Froilán
eso salió regular desde el principio, pues heredó la más indomesticable
genética borbónica. Sin embargo, yo creo que precisamente por eso Froilán
hubiera contactado mejor que nadie con la juventud española más
tradicionalista, esa que en coro grita putas a las niñas desde los ventanales
de un colegio mayor de mucho pago.
Victoria Federica,
por mucho que vista prendas icónicas para ir a los toros, es mucho más sosa.
Menos carismática. Osaría incluso decir que menos borbónica, cual toro de lidia
con las astas afeitadas. La renovación de nuestra monarquía está resultando
harto fatigosa porque cada vez quedan menos borbones campechanos, bebedores y
follanderos. Y eso de publicitar la modernidad de Victoria Federica en un coso
taurino, pues de moderno ya tal. A este paso, dentro de cuatro o cinco siglos
tenemos garantizada la república, que los españoles somos gentes impulsivas y
aceleradas.
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