NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS
ANA PARDO DE VERA
Alberto Núñez-Feijóo e Isabel Díaz Ayuso, en una reunión del PP en
2019. EFE
Durante la Junta Directiva Nacional de este martes, Isabel Díaz Ayuso dio la campanada frente al auditorio del PP, donde salvo Teodoro el Terrible, todavía se dieron cita excasadistas y traidores junto al resto de dirigentes del partido, incluidos senadores, diputados, cargos orgánicos, autonómicos o provinciales, además del todavía presidente del Partido Popular, un Pablo Casado herido de muerte con la peor de las puñaladas: la deslealtad. Hay políticos/as veteranas que dicen que en política es normal esa deslealtad, pero yo me niego a aceptarlo: la lealtad debe ser un valor inherente a la política, ejemplarizante y sanador. Un partido que se presenta como desleal con los suyos, ¿de qué no será capaz con los y las ciudadanas?
El discurso de la
presidenta de la Comunidad de Madrid recibió un aplauso tibio, ni siquiera de
todos los asistentes, que incluso la criticaron en privado, sin que a ella le
importara lo más mínimo en su afán de montar un relato trágico de victimismo en
mayúsculas, comparándose con un referente añejo del PP como Rita Barberá, que
falleció después de que su partido le diera la espalda. Como a Casado, no como
a Ayuso, pero rodeada de corrupción y derrotas electorales en la Comunitat
Valenciana, uno de los grandes focos de la inmoralidad del PP.
Que echen a todos
los que no hicieron otra cosa que confirmar las informaciones periodísticas que
ya habían denunciado el negocio del hermano Tomás con dinero público madrileño,
mucho antes que Casado y Egea, pidió Ayuso. Que los echen a todos, digo yo, no
vaya a ser que sigan ensuciando su mandato con su propia porquería: legalidad
versus decencia, la asignatura pendiente en la política española.
Mientras el resto
de dirigentes que tomaron la palabra en la Junta del PP, aparte de Casado, se
esforzaron por apelar a la unidad y a la necesidad de abrir una nueva etapa
cuanto antes, la presidenta madrileña hizo una exhibición de fuerza con sus
votos y se los escupió a la cara al auditorio en un gesto de altanería infantil
e inexperto. Francisco Camps, por recordar a alguien vinculado muy
estrechamente a Barberá, ganaba elecciones a porrón y hoy sigue lidiando con
los tribunales y la indiferencia de su partido, pese a que la cuestión de los
"cuatro" trajes pagados por la Gürtel quedó en los anales de la
legalidad y la indecencia simultáneas, de la antipolítica.
Ayuso sabe que el
tema de los negocios de su familia con la Comunidad de Madrid le ha dejado
tocada y ya empieza a repartir culpas por lo que pudiera pasar en mayo de 2023,
fecha de las elecciones autonómicas y municipales. Ni siquiera sabemos si el
asunto se le va a complicar aun más, por ejemplo, con extrañas firmas a mano
sin código de verificación en las adjudicaciones a la empresa de la que cobró
suculentamente su hermano y que denunció este martes El Diario.es. Por eso,
quizás, hay prisa en echar a los malvados que han puesto en duda su
"honorabilidad" y la de su familia, pobre familia...
García Egea ha sido
bautizado por toda la prensa de derechas como Teodoro el Terrible este fin de
semana y Ayuso cree que todavía puede hacerle daño a ella. La ausencia del
exnúmero dos en la Junta del PP ha sido calificada como "inquietante"
por varios de los presentes. Las fuentes del partido, quizás algunas con mala
conciencia, se pusieron de acuerdo el sábado para llamarle de todo menos bonito
en los periódicos del domingo y concentrar en él la responsabilidad de una
hecatombe en el partido que es imposible que ejecute una sola persona por muy
malvada e inteligente que sea. El PP de sólidos cimientos de los que tanto
alardean sus popes no puede venirse abajo del modo en que lo ha hecho porque su
secretario general sea un Lucifer de Jumilla.
La presidenta de
Madrid ha lanzado el primer aviso a quien será el sucesor de Casado por
aclamación, Alberto Núñez Feijóo, al pedir que expulsen del PP a los
responsables orgánicos de investigar su nepotismo, es decir, como mínimo, a
Casado y a Egea. Parece difícil que Feijóo ejecute semejante venganza con
quienes, al final, estuvieron a punto de hundir al Gobierno de Pedro Sánchez y
Yolanda Díaz torpedeando la reforma laboral. Y cuánto habrían cambiado las
cosas.
La vorágine de la
política en estos tiempos hace difícil tomar decisiones a corto plazo; el barón
gallego prefiere las luces medias y largas, así como las emociones contenidas,
buenas o malas. El discurso de Ayuso tuvo que chirriarle en el alma, pero la
apoyará sin matices mientras la madrileña mantenga su poder electoral, que es,
en definitiva, lo único que importa en el PP. El presidente de la Xunta es muy consciente
que desde la prensa afín a Ayuso -y al dinero de la Comunidad de Madrid-
empieza ya a abrirse la crítica a su presunto "nacionalismo" gallego
(parece un chiste, pero lo dicen) y ese deseo de "descentralizar" el
partido a imagen y semejanza de la propia España, que no es la España de
Madrid. Feijóo puede pasar de bondadoso a malvado en dos ejemplares de prensa y
dos telediarios madrileños, ése va a ser su talón de Aquiles en la capital.
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