LA MUJER CUBANA EN LAS RAÍCES DE TODA
LA TIERRA HERIDA
POR MAITÉ CAMPILLO
La mujer cubana en las raíces de toda
la tierra herida
Cuba, arte entre las artes a purita
danza y teatro
impregnada en Ritmos dolientes, Surco,
Pulso y Onda
Cuba, Territorio libre y La tierra
herida
de Martí y Fidel y todos los que por
ella dieron la vida
Cuba, la bella de Ondas mambisas y
Ondas milicianas
de Blas Roca y su envío de mil
combatientes a las Brigadas Internacionales
Cuba, íntegra en tu palabra Navarro
Luna
de Así es y tu Elegía en la verdad del
aire y de la luz.
26` La chispa que sí prendió
El despertar de
Cuba se hizo internacional, no tuvo parangón en toda América, y es que a Cuba
no solo se la ama, se la defiende! Salto cualitativo que define y marca el
triunfo final de la victoria que cambió el rumbo y trascendió a la historia
universal. A ese puntal movimiento (MR 26-J) pertenecieron auténticas flores
autóctonas. Un nuevo rostro, brotó de ellas, el de la revolución. A todas las
que la hicieron posible desde ese ‘largo lagarto verde’ del poeta Nicolás
Guillén: a la entrañable Celia Sánchez Manduley, Melba Hernández, Haydée
Santamaría,Vilma Espín, Lidia Doce, ‘Teté’, Pastorita, Clodomira, y tantas
otras unidas al valor y entereza de las grandes heroínas que las precedieron
desde Mariana Grajales a Ana Betancourt.
Desde los orígenes
de la revolución cubana hubo mujeres relevantes. Hablemos del asalto al
Moncada. Una de ellas fue Melba Hernández considerada, una de las heroínas de
la revolución, participó en el asalto al Cuartel Moncada, ayudó a preparar el
desembarco guerrillero del yate Granma y subió a Sierra Maestra con su fusil.
Dos fueron las mujeres que participaron en la acción del Moncada, Haydeé y
Melba, donde se marcó el inicio de la lucha armada contra la dictadura
batistiana. Al morir, Melba tenía 92 años, y junto a Fidel y Raúl Castro
formaba parte de la generación histórica. Su voz se escuchó en los más diversos
escenarios del mundo condenando la agresión de las potencias contra el pueblo
de los anamitas: “La influencia vietnamita profundizó mis sentimientos de amor
hacia todos los pueblos del mundo”. Melba Hernández y Haydeé fueron las mujeres
del Moncada, dos combatientes que participaron directamente en el ataque
histórico, a estas dos mujeres, y también, a las fechas detonantes que hicieron
posible la revolución, ya eternas en nuestra historia, conscientes hoy más que
nunca que no se debe detener el motor que arrancó ese 26 de julio de 1953. A
ellas, y todxs los que entorno a tal hazaña directa e indirectamente
participaron para que la luz de aquella mañana fuera más grande. Soplo de amor
y reconocimiento, a quienes fungían como enfermeras saliendo el 26 en la
madrugada, de la granjita Siboney, acompañadas por otro entrañable, el doctor
Mario Muñoz Monroy junto a una veintena de jóvenes armados bajo el mando de
Abel Santamaría, segundo jefe del MR 26-J para ocupar el Hospital Civil
Saturnino Lora.
En esta foto se
encuentra Marta Rojas, la que el mismo Alejo Carpentier definió como “Ágil y
talentosa escritora, de profunda vocación periodística, mirada sagaz, estilo
directo y preciso, don de mostrar muchas cosas en pocas palabras”. Según Marta
Rojas la joven periodista que cubrió el juicio a Fidel y resto de compañeros
asaltantes, el joven abogado de oficio, Baudilio Castellanos, defensor de las
dos mujeres combatientes, quería que ellas salieran absueltas: “Tenían a su
favor el hecho de que se aceptaba, jurídicamente, su presencia en el Hospital
como enfermeras (móvil noble), junto al doctor Muñoz, y el ‘móvil noble’ era
una atenuante, pero Haydée insistió en ser juzgada y condenada, al igual que
Melba y demás compañeros sobrevivientes, insiste en denunciar los crímenes con
fortaleza increíble”. Melba y Haydée fueron condenadas y trasladadas a la
Cárcel de Mujeres de Guanajay. Las dos participaron incondicionales durante los
siete meses de preparación hasta el día de la acción. No solo curaron heridos y
calmaron a los ingresados, la integridad de Melba motivaba y daba seguridad a
Haydée, se sumaron a la batalla con todas las consecuencias. Nada más salir
vuelven a incorporarse de lleno a la lucha divulgando los escritos, que Fidel,
escribe clandestinamente desde la cárcel. Otra mujer asoma en escena; la vivienda
de una extraordinaria santiaguera Magalis Martínez, es centro operativo de la
lucha y lugar habitual de Frank País, Pepito Tey, Armando Hart Dávalos, Haydée
Santamaría, Vilma y Asela. Estos días del 26 de julio absuelto por la historia
sobre el que se inició la revolución, fecha que marcó definitivamente el avance
de su liberación e independencia acabando con la dictadura del general
Fulgencio Batista Zaldívar, haciendo trizas a la dictadura militar, generando
las condiciones para el desarrollo de una nueva sociedad, antagónica a los
intereses capitalistas y del imperio yanqui (Cuba vivía una denigrante
ocupación y dependencia imperial tras el golpe de estado del 10 de marzo de
1952).
En este contexto
muchas fueron las oportunidades y ocasiones en que Fidel, conmemoró remarcando
la importancia de aquellas acciones y hazañas hacia la toma del poder,
recordando el 26-J, como un nuevo camino histórico en que la claridad y fuerza
de lo más consciente y revolucionario armado del pueblo cubano decide dar un asalto
hacia la cima. El dictador se había hecho con el poder derrocando a Carlos Prío
Socarrás, apoyado por la CIA, justificándose por tener al país sumido en la
bancarrota e inmerso en drogas y juego. Como Fujimori, en Perú, Batista llegó
al poder absoluto, y como su compadre peruano, no hizo otra cosa que agravar la
caótica situación que de manera ilegal gobernó hasta el primero de enero de
1959, día en que junto a sus más estrechos colaboradores, huye de la isla
cargado de millones. Santiago de Cuba vivió en directo sus estragos y una
política represiva. Represión y violencia regían bajo su mandato en decadencia
política y dependencia exterior, persecución política, prostitución,
esclavismo, etc. Aprovechando el 28 de enero, de 1953, fecha en la que se celebraban
los 100 años del nacimiento de José Martí; un grupo de jóvenes decide continuar
su legado antiimperialista de la guerra continua por él proclamada. La no
consecución de los planes trazados fue un fracaso militar, pero sin lugar a
dudas, se articuló como un éxito moral y político al marcar la ruta de la
posterior lucha guerrillera que culminó del 26 de julio de 1953 al 1 de enero
de 1959, en que se lleva a cabo la Revolución Cubana encabezada por Fidel
Castro, ‘Che’, Camilo Cienfuegos, Juan Almeida y Huber Matos; en este contexto
declara el comandante de la revolución:
“Quien no respete a
este pueblo,
quien quiera
arrebatarle su libertad,
su soberanía o su
derecho,
tendrá que matar
hasta el último hombre,
hasta la última
mujer y hasta el último niño”.
El 25 de noviembre
de 1956 Fidel Castro encabeza una expedición con 81 seguidores desde Tuxpan, en
México, hasta la playa de Las Coloradas, en el oriente de Cuba, donde arribaron
el 2 de diciembre. A las dos semanas de su llegada se refugian en Sierra
Maestra, es allí donde reinician la lucha contra las tropas del régimen
batistiano que duró tres años. El 1 de enero de 1959, Fulgencio Batista
Zaldívar con cientos de millones de dólares, como equipaje, cede el poder a una
junta militar y abandona Cuba amparado por la oscuridad con las tropas
revolucionarias ya a las puertas de La Habana. Triunfa la Revolución Cubana.
Sus líderes se convierten en uno de los hitos de la historia de liberación,
marcando positivamente a toda América Latina inspirando a la lucha y conquista
de su propia revolución. El 17 de mayo de 1959, Fidel firma la Ley de la
Reforma Agraria mediante la cual los terratenientes pierden los latifundios
superiores a 420 hectáreas y la tierra se distribuye en cooperativas y granjas.
Con las primeras luces del 26 de Julio de 1953 el grupo de jóvenes liderados
por el abogado Fidel Castro Ruz, se dirigieron hacia Santiago de Cuba,
reavivando una vez más los ideales independentistas del gran maestro
revolucionario José Martí. Durante todo el mes de febrero los protagonistas de
la insurrección comienzan los enfrentamientos de tiro, organizados en
diferentes fincas entorno a La Habana, mientras consiguen confeccionar los
uniformes del ejercito, con los que se disfrazarían para entrar en las zonas
militares. En junio, la granja Siboney, cerca de Santiago de Cuba, un viejo
hospedero en Bayamo y dos casas de la ciudad entran a formar parte de la
revuelta como refugio de los futuros asaltantes. La noche anterior a los
hechos; se distribuyen en tres grupos: el primero, en el que el propio Fidel
irá al frente, atacaría el cuartel de Moncada; el segundo, Raúl tomaría el
Palacio de la Justicia; el tercero, a cargo de Abel Santamaria, ocuparía el
Hospital Saturnino Lora. Estas fueron las palabras de animo de Fidel antes de
los sucesos: “¡¡COMPAÑEROS, podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos;
pero de todas maneras, óiganlo bien, compañeros, de todas maneras el movimiento
triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si
ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar
la bandera y seguir adelante!!”.
La historia
posterior a esa fallida mañana es conocida por las mentiras que los militares
iban sembrando sobre el acoso guerrillero, persecuciones, asesinatos
despiadados, y finalmente un juicio a los jóvenes que no pudieron matar, entre
ellos, el joven abogado Fidel. Estos hechos fueron forjando militancia y la
nueva mujer revolución surge a la vida, se suma a ella como la admirable Ibia
Rodríguez, que declara: “Me integré al Movimiento 26 de Julio porque esos
crímenes colmaban en uno el ansia de libertad”. La Escuela Normal de Maestros,
la misma que fue del inolvidable Frank País, había sido una forja de
revolucionarios: “Formaba principios, teníamos profesores formadores de
conciencia. Muy pocos normalistas traicionaron a la revolución (afirma con
orgullo en la Revista Mujeres)”. Ibia se hizo maestra, en 1952, se preguntaba
cómo explicar a sus alumnos la situación que se vivía en Cuba, pero el asalto
al Moncada le dio la respuesta fue un catalizador de anhelo de independencia. A
mediados de 1956 el gobierno de Batista cerró su escuelita. Ya los rebeldes de
Fidel estaban por allí y el compromiso ético para Ibia se convierte en acciones.
Otra mujer, Pilar Seisdedos tenía fresco el orgullo de haber integrado la
primera promoción de profesionales de las leyes de la Universidad de Oriente,
carrera por la que batalló para su fundación y oficialización. El 26, como toda
la ciudad, se levantó entre los rumores y la incertidumbre. Pero cuando la
verdad se fue abriendo paso supo que, más temprano que tarde, tendría que ver
cara a cara al colega de profesión que había dirigido una acción tan
arriesgada. Se entera de que Fidel iba a asumir el tamaño reto de una
autodefensa: “Solo un abogado sabe bien qué cosa es eso”. En el Colegio de
Abogados, por intermedio de su Decano, el doctor Jorge Pagliery, supo que el 16
de octubre juzgarían al líder revolucionario en la Sala de Estudios de las
Enfermeras del Hospital Civil Saturnino Lora. Y hasta allí llegó Pilar
Seisdedos a pesar de tener fiebre, con su toga colgada del brazo, por si le
servía de salvoconducto para entrar a la sala. Junto a ella, esperando, estaban
varios abogados y según pasaba el tiempo se fueron retirando: “Pero yo tenía
muchos deseos de ver a Fidel, aunque fuera de lejos. Al poco rato llegó Juan
José Alvarado, un compañero de la carrera y juntos nos mantuvimos a la entrada
del hospital con la esperanza de verlo cuando sacaran a los acusados una vez
finalizado el juicio”. Pero vieron al coronel Chaviano, jefe militar de la
plaza y Juan José le dijo a Pilar que hablara con él: “Tú eres mujer, te va a
hacer más caso”. Me acerqué a Chaviano y le dije que éramos recién graduados de
la Universidad de Oriente y que queríamos ver el juicio. Asintió con la cabeza
y nos mandó adentro con un teniente. El pasillo estaba lleno de soldados con
fusiles y bayoneta: “Yo camine muy nerviosa, pues no estaba acostumbrada a
aquella imagen”.
La prueba testifical
ya había pasado y apenas en unos minutos comenzó la autodefensa de Fidel:
“Estaba muy emocionado recordando las muertes de sus compañeros, pero enseguida
se calmo y empezó su defensa. Aquel hombre, abogado acabado de graduar, yo
suponía que iba a llevar libros de consulta, un periódico, una libreta. Pero
solo tenía un Código de Defensa Social de bolsillo que le sirvió para leer el
delito que había cometido. Cuando empezó a hablar me asusté. Se convirtió de
acusado en acusador, y yo decía, bueno, a este hombre no lo mataron, pero van a
matarlo aquí. La sala estaba llena de militares, pero él mencionó toda la
corrupción del país, e incluso atacó a Batista. Los magistrados que estaban en
el tribunal no lo interrumpieron ni un segundo”. A Pilar Seisdedos le
sorprendió ver raída la toga que tenía puesta Fidel y sintió el impulso de
ofrecerle la de ella: “Me sigue admirando que alguien pudiera tener un control
de un discurso como aquel, sin un libro, solo con su memoria privilegiada”.
Cuando se terminó el juicio y quedó concluso para sentencia, los periodistas,
muy pocos, se acercaron a hablar con el revolucionario. Pilar Seisdedos también
se aproximó: “Entonces Fidel se viró y me preguntó ‘¿somos colegas?’ Yo me
quedé sin habla por la admiración que me causó aquel hombre. Pensaba, tiene de
todo, juventud, elegancia, inteligencia y valentía. Le dije que sí con la
cabeza. Es algo muy grande ser colega de Fidel”. La expedición falló y el joven
abogado fue condenado a 15 años de prisión. El juicio se celebró un 16 de
octubre de 1953, donde pronunció su famoso alegato: “CONDENADME. NO IMPORTA. LA
HISTORIA ME ABSOLVERÁ”. Alegato que se convierte en el programa político del
movimiento revolucionario, reivindica el derecho a la rebelión y lejos de
exculpar sus actos, proclama la justa defensa ante la ilegalidad del gobierno
golpista: “En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca
para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la
temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta
compañeros míos”. Fidel permaneció en la cárcel hasta el 15 de mayo de 1955,
tras dos años de prisión, al igual que sus compañeros es liberado por una
amnistía.
Durante su
encarcelamiento en el penal de la Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud) funda
el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR 26-7). El 12 de junio de ese año,
en la vivienda número 62 de la calle Factoría, en La Habana, quedó conformada
la organización integrada junto a Fidel, por las camaradas Melba Hernández,
Haydée Santamaría, Ñico López, Pedro Miret, José Suárez, Celestino Aguilera,
Faustino Pérez, Armando Hart Dávalos, Luis Bonito, Jesús Montané y J. Manuel
Márquez; destacamento vanguardista que enarboló la vía sobre el compromiso
unánime de reactivar la insurrección armada. Inmediatamente se exilia en México
y desde allí, crea una guerrilla rural en la zona de Sierra Maestra. En
diciembre de 1956 un grupo de 82 guerrilleros, al frente de Fidel, se embarcan
desde México en el Yate Granma para desembarcar en la Playa de las Coloradas en
el Oriente Cubano. Tras un mal comienzo con numerosas bajas, un grupo de 20
personas del Ejército Rebelde, consiguieron instalarse en la base de Sierra
Maestra. Este fue el comienzo de lucha y revolución que derrocó a la dictadura
el 1 de enero de 1959. Un camino lleno de acontecimientos que pasaron a la
historia y definieron a Cuba y a toda América Latina su carácter de
independencia. Había irrumpido en escena un líder con las ideas claras, firme y
decidido, que supo sumar a ello un destacado núcleo de vanguardia indiscutible
con los que se planteó ¿qué hacer?: ¿Cruzarse de brazos y esperar por fórmulas
constitucionales propuestas por los partidos políticos tradicionales? ¿Llevar
adelante una revolución social que salvara al país? ¿Cómo levantar y organizar
a las masas para lograr ese propósito por el cual lucharon varias generaciones
de cubanos?. He aquí razones por las que se celebra el glorioso 26 de Julio
como ‘Día de la Rebeldía Nacional’. Había que convertir lo imposible, en
posible, lo cual significaba emprender una revolución contra el ejército de
Batista y toda la maquinaria que aupó al régimen de facto.
El Manifiesto del
Moncada redactado por el joven poeta Raúl Gómez García señala: <<El 26 de
Julio de 1953 en Santiago de Cuba era domingo de carnaval cuando -de madrugada-
a las 5 y 15 a.m. un misterioso grupo de ciento setenta y cinco jóvenes
revolucionarios inicia el asalto hacia el salto del triunfo. Los grupos de Raúl
y Abel Santamaría lograron asaltar los edificios colindantes al cuartel, pero
un accidente hizo que el grupo de Fidel no lograra tomar la fortaleza. Los
jóvenes disfrazados se encontraron con una «guardia cosaca» que avisa de la
intrusión. Los asaltantes lograron una buena ofensiva, causan al ejército
treinta bajas, de ellas once muertos y diecisiete heridos (Pero el Moncada
acogía en su interior a más de mil soldados), optaron por retirarse tras un
combate de cerca de dos horas. En caso de no poder tomar el cuartel, la
consigna era retirarse a Siboney, y desde allí, procurar llegar a las montañas
de Sierra Maestra y proseguir la lucha: tampoco la retirada resultó de manera
satisfactoria. La represión desatada contra los asaltantes fue lógicamente
salvaje; Apresados tras el asalto a Abel Santamaría le sacaron los ojos, y a
Boris Luis Santa Coloma le arrancaron los testículos. Una veintena de
combatientes fueron sacados con vida del Hospital Saturnino Lora y trasladados
por los soldados de la dictadura al cuartel, donde por orden de Batista, fueron
asesinados a diez prisioneros por cada soldado muerto. Haydée Santamaría y
Melba Hernández, fueron detenidas y llevadas al Moncada. Estas dos guerrilleras
fueron testigos de excepción de la masacre allí cometida. Se libraron de ser
asesinadas gracias al fotógrafo que acompañaba a la periodista Marta Rojas, el
cual simula hacerles una fotografía (pensando que regándose la noticia, de que
en el cuartel había dos mujeres detenidas, los soldados ya no podían
presentarlas como muertas en combate). La brutalidad de la violencia ejercida
llegó a límites inimaginables. De las 70 personas que murieron el 26 de julio y
en días posteriores, sólo ocho, cayeron en combate; el resto de los cadáveres
sin excepción alguna, presentaban signos de evidentes mutilaciones y salvajes
torturas”. El día del asalto, las alumnas de enfermería del Hospital Saturnino
Lora se sumaron a los revolucionarios, propusieron ocultar a los jóvenes
combatientes y curaron a algunos heridos>>.
Algunos de los
sobrevivientes en la acción fueron capturados después, y torturados, a varios
les inyectaron aire y alcanfor en las venas, a otros les trituraron los
testículos o arrancaron la visión como a Abel Santamaría; a su hermana Haydée
le enseñaron un ojo de él haciéndola chantaje en quitarle el otro si no
hablaba, firme y corajuda se mantuvo con la misma dignidad que Abel enfrentando
a la tortura (Con un ojo humano ensangrentado en las manos se presentaron un
sargento y varios hombres en el calabozo donde se encontraban Melba Hernández y
Haydée. Dirigiéndose a la última, y mostrándole el ojo, le dijeron: “Este es de
tu hermano, si tú no dices lo que él no quiso decir, le arrancaremos el otro”).
En 1960 la revolución cubana inicia la nacionalización de bancos
norteamericanos y numerosas empresas, entre las que se encuentran 105
azucareras. Meses después el 20 de octubre, EEUU inicia el bloqueo comercial,
económico, y en 1961 rompe relaciones diplomáticas con la isla. El 3 de febrero
de 1962 la ofensiva del imperialismo, responde con una operación militar, con
un ejército de 1500 exiliados cubanos y mercenarios, con el objetivo de
derrocar a Fidel y la revolución con visos de eternizarse; la acción terrorista
contra el pueblo cubano y sus líderes fracasa en menos de 65 horas, la
respuesta fue unánime contra la ofensiva; el tiempo pasa y la revolución se
mantiene. De la importancia de aquella heroica acción, Fidel pronunció diez
años después, en el X aniversario el 26 de Julio de 1963:
“La importancia que
tiene esta fecha radica en que aquel día inició nuestro pueblo, en escala
modesta si se quiere, el camino que lo condujo a la revolución. Cruzarse de
brazos ante aquella situación habría significado la continuidad indefinida de
la camarilla militar, la continuidad indefinida en el poder de los partidos
reaccionarios de las clases explotadoras, habría significado la continuidad de
la politiquería, de la corrupción y del saqueo sistemático de nuestro país. El
ataque al cuartel Moncada fue la réplica enérgica y digna al 10 de Marzo, fue
la réplica decidida a aquel gobierno instaurado a fuerza de bayonetas, fue la
respuesta que, una vez superados los primeros reveses, una vez superadas las
deficiencias, una vez superada la inexperiencia, se desarrolló plenamente e
hizo posible lo que antes parecía imposible: hizo posible la destrucción de un
ejército moderno, en contra de una serie de teorías según las cuales el pueblo
no podía luchar contra esa fuerza; hizo posible lo que parecía imposible, pero
no fue por un milagro; lo que ha tenido lugar en Cuba no es un milagro. Para
nosotros, los cubanos, no tendría tanta trascendencia conmemorar con júbilo,
con entusiasmo, con fervor revolucionario esta fecha, si esta fecha ante
nuestros ojos no tuviera el valor de una lección útil, utilísima, para decenas
y decenas de millones de hermanos. Todo lo que en Cuba se ha hecho y aún más y
mejor de lo que en Cuba se ha hecho, es posible hacerlo también en muchos otros
pueblos de Américalatina. No tendría tanta transcendencia esta fecha y lo que
ella simboliza si no entrañara un sólido aliento, una firme esperanza de que
hay remedio a los males de los explotados y hambrientos de este continente, de
los millones de trabajadores, de campesinos y de indios esquilmados en este
continente, sino entrañara una esperanza y un aliento a la posibilidad de
resolver de una vez y para siempre los trágicos males sociales de este
continente, donde los porcentajes de muerte entre la población infantil se
cuenta entre los más altos del mundo, donde el promedio de vida es bajísimo, y
donde minorías oligárquicas –en complicidad con los monopolios yanquis– saquean
despiadadamente. Esta fecha tiene valor no como hecho que se proyecta hacia el
pasado, sino como hecho que se proyecta hacia el porvenir”.
NOTA
El 12 de julio de
1997, Fidel recibe en la base de San Antonio de los Baños, ciudad Artemisa, los
restos del ‘Che’, y tres de sus compañeros, asesinados en Bolivia. Estos días
de atrás San Antonio de los Baños, y Cuba entera, ha vuelto a ser noticia. Una
vez más reclama su territorio libre y su derecho a vivir en paz. Corea entre
calles a uno de sus dirigentes más emblemático, que más responsabilidad tuvo en
liderar principios inalienables, organizar, crear, valorar y saber consolidar
un equipo unánime competente y arriesgado capaz de gloriosos actos encaminados
hacia la revolución, fulminando los viejos cimientos arraigados en el poder y
dentro de la sociedad: tarea nada fácil que exige un ingenio fabuloso teniendo
el monstruo de “vecino”, jefe de los genocidios y extorsiones internacionales.
Equipo de gran arrojo, estratega y político dotado de armonía y decisión, una
dirección ideológica patente y decidida que supo vencer. Atravesó montañas,
bajó a los llanos en busca de complicidad, ampliaron organización y tomaron las
calles, pueblos, ciudades, asaltando cuarteles, hoteles en manos del gringo y
prostíbulos laureando lucha antiimperialista, golpeando el capitalismo interno,
donde más le dolía arrebatando al yanqui su balneario predilecto en lo que
convirtieron Cuba: toneles de alcohol, drogas, salas de juego, degradación
humana, y prostitución haciendo de toda la isla su burdel favorito. Bajo el sol
cubano fomentaron servidumbre, analfabetismo y dependencia total dando ala
ancha a la corrupción de mafias y degradación más atroz de la mujer en objetivo
de explotación sexual y laboral. San Antonio de los Baños asomó una vez más a
defender su independencia contra los intrusos, encabezó un acento, una tonada
de luna llena, una raíz de sudor por la tierra y acción guerrillera. Tomó las
calles agitando consignas a favor de la revolución en vivas a los que por ella
combatieron y muchos dieron la vida. Avanzaron calles transformándose
espontánea y voluntariamente en Comités de Defensa de la Revolución,
reivindicando lo que la gran mayoría del pueblo conquistó y encaramó sobre la
cima de las lomas, entre selva, montañas y picos altos entorno al emblemático
Turquino y MR 26-7. Porque la revolución nacionalizó, expulsó al invasor, y
puso en sus manos la economía y construcción de una nación libre de
analfabetismo, abolió la esclavitud encubierta, la discriminación racial e
integró los sectores del pueblo más marginales, como el de la mujer, en todos
los campos sociales en igualdad de derecho, aunque en este campo falte camino
por andar y por eso quiero recordar alguna de las frases y sentimientos al
respecto de Fidel: “Cuando se juzgue a nuestra revolución en los años futuros,
una de las cuestiones por las cuales nos juzgarán será la forma en que hayamos
resuelto, en nuestra sociedad, los problemas de la mujer, aunque se trate de
uno de los problemas de la revolución que requieren más tenacidad, más firmeza,
más constancia y esfuerzo”.
PD.
Mario Muñoz Monroy,
el médico del asalto al Moncada, tenía 41 años, su frase define la conciencia y
claridad el momento crucial por el que atravesaba Cuba: “A Batista no se tumba
con elecciones, sino con las armas”. Fidel diría en su alegato: “El primer
prisionero asesinado fue nuestro médico, el doctor Mario Muñoz, que no llevaba
armas ni uniforme y vestía su bata de galeno, un hombre generoso y competente.
En el camino del Hospital Civil al Cuartel le dieron un tiro por la espalda y
allí lo dejaron tendido”. Mario se enfrentó directamente, a la dictadura de
Batista, cae fulminado por la espalda durante el asalto al Moncada. Aparte de fungir
como médico, Muñoz tenía la responsabilidad de dirigir un Manifiesto
Revolucionario para llamar a una huelga general política en contra de la
dictadura. Al dar Batista el cuartelazo del 10 de marzo de 1952, Mario se
dispuso a la lucha consciente de que junto con Fidel haría la revolución. Su
casa fue un centro de conspiración, donde se congregaban los conjurados, a las
reuniones asistían Fidel, Abel Santamaría, Boris Santa Coloma, Julio Reyes y
Martínez Arará… El médico aficionado a la radio transmisión, puso sus
conocimientos a disposición de la causa, y para Fidel construyó varias plantas.
Su militancia se desarrollaba entre los miembros de la dirección del
movimiento, formaba parte del Comité Civil. Mario apareció en la tarde del 26,
junto a otros combatientes de la acción en los alrededores del cuartel, en una
cuneta. En el automóvil de Mario se llevaban los discos con los himnos y
marchas, así como los documentos que se debían usar después en la toma de la
estación de radio. Fue conducido por los esbirros junto a Haydée y Melba, en el
trayecto antes de llegar a la posta 4, Mario fue brutalmente maltratado,
golpeado y asesinado por la espalda, cayendo por la acera de una calle interior
del Moncada. Melba Hernández testigo de su muerte afirmaría: “A Mario lo
asesinan en la callecita interior del cuartel, iba a algunos metros de
nosotras, veíamos la discusión de Mario con la soldadesca y, de pronto, el
tiro. Cae Mario. Entonces las dos pasamos por el lado de él, nos inclinamos
para ver si estaba vivo todavía y si se podía hacer algo. Creo que murió
instantáneamente”. El padre de Mario declara: “Me dijo que iba a Guines a un
acto público contra Batista, no pensé que fuera el asalto del Moncada. Yo
hubiera ido a pesar de mis años con él.” Fidel en su alegato: “Mis compañeros
no están ni olvidados ni muertos. Viven hoy más que nunca y sus matadores han
de ver aterrorizados como surge de sus cadáveres heroicos el espectro
victorioso de sus ideas”. Junto a Haydée y Lidia Castro, Melba Hernández tuvo
un papel decisivo en la recopilación y organización de las notas que Fidel
Castro iba logrando sacar de la cárcel y que constituyeron su alegato en el
juicio del Moncada, conocido luego como La Historia me absolverá, así como en
su posterior impresión y distribución clandestina. Las combatientes logran
impremir con ingenio y sin recursos 10.000 ejemplares que se distribuyeron en
todo el país isleño. Implacables en la victoria, las dos mujeres del Moncada,
en sus puestos de responsabilidad cada una fueron baluartes de la revolución
durante toda su vida de incondicional entrega, valentía y dignidad excepcional.
* Maité Campillo (actriz y directora d` Teatro
Indoamericano Hatuey)
No hay comentarios:
Publicar un comentario