GUERRA CONTRA FELIPE VI
ANÍBAL MALVAR
Con no poco regocijo asisto al duelo al sol que han entablado esta semana nuestro rey no emérito, o sea Felipe VI, y el socialista bolchevique español más aclamado, que no es otro que Pedro Sánchez. Quién nos iba a decir que Sánchez, al final, sí es el Pedro Botero quema conventos y guillotina-reyes que nos vendían Marhuenda, Rubido y Rosell desde las páginas de La Razón, el ABC y El Mundo. Al parecer, en acto de republicanismo impropio de un socialista español, nuestro presidente ha ofendido y agraviado al rey menos emérito de los dos que gozamos, vetando su presencia en la entrega de despachos de la última promoción de jueces.
La reacción del Borbón no se hizo esperar. Tras llamar a Jaime Milán del Bosch y a Alfonso Armada, o como se llamen los de ahora, Felipe VI se enfundó el traje de capitán general de todos los ejércitos, tomó el mando de la situación con determinación más brava que borbónica, y mandó pedir el teléfono de guerra para llamar al presidente del Consejo General del Poder Judicial. ¿Qué hace el rey con el teléfono personal de Carlos Lesmes? ¿Acaso es otro compi yogui de Letizia?
El rey estaba más
solo que nunca. Atrincherado detrás de un parterre de leocadias, Felipe VI
tampoco recibió noticias esperanzadoras desde Abu Dabi.
--¿Que el gobierno
no te deja ir a ver a los jueces? Ay, hijo, no sabes cuánto te envidio.
El caso es que,
viéndose impotente, nuestro atribulado rey llamó a Lesmes para agradecerle el
discurso vasallo y monarquista que acababa de pronunciar, y de paso mostrarle
al mundo lo que puede sufrir un monarca cuando lo someten a bullying los
poderes terrenales y democráticos.
A nuestra derecha
mediática se le han incendiado los rulos y grita despavorida por las esquinas
de la corte. "Sánchez es una amenaza cada vez más alarmante para la
continuidad de la España constitucional", aúlla ABC en su editorial de
hoy. El gobierno quiere "anular la figura del Jefe del Estado" y
provocar "un incendio en la Constitución".
En La Razón, Juan
Ramón Lucas ya se veía venir el golpe de Estado que acabamos de consumar.
Advertía el periodista contra "el escaso papel que se le está dejando
jugar [a la monarquía] durante la pandemia, limitados los reyes a paseos
callejeros fríos e intrascendentes, lejos de los focos de tensión, de los sectores
a quienes escuchar y animar". Qué razón lleva el hombre. Solo hay que
atender a las hemerotecas. De todos es recordada la actitud heroica, casi
suicida, de Felipe VI cuando fue a animar a los mallorquines víctimas de un
riada hace ahora dos años. Había ya una docena de muertos y se buscaba por
todos los medios a un niño desaparecido. Un tal Óscar Tarela, viendo la
predisposición del monarca a fundirse con su pueblo, ofreció a Felipe VI un
escobón para que achicara agua: "No, ahora no puedo", lo despachó
Felipe VI. Con esa frase, el paseo del rey dejó de ser intrascendente.
En El Mundo, el
magistrado Manuel Almenar sospecha que puede haber, detrás del veto al rey,
"un fraude constitucional al utilizar el refrendo para fines
partidistas". En el editorial, los chicos de Rosell apuntan a que
"Sánchez ha humillado al jefe del Estado impidiendo su presencia en
Cataluña, justo donde más falta hace".
Agraviar a nuestra
corona secularmente borbónica y corrupta es lo menos que se le puede pedir a un
gobierno de izquierdas, así que no sé de qué se escandalizan. Si son ellos,
estos mismos medios, los que llevan alentando a Sánchez desde que fue
investido. No es conveniente llevarle el desayuno a la cama a Hannibal Lecter.
Solo por estas diversiones, vale la pena de vez en cuando ir a votar.
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