EL JUICIO A ASSANGE Y EL ASESINATO DE LA LIBERTAD DE PRENSA: ¿DE QUÉ
DEMOCRACIA HABLAN?
POR ISABELLA ARRIA
Julian Assange es ahora el pivote principal de esta lucha por la libertad de comunicación y por la transparencia democrática, pero detrás están los casos conocidos de Eduard Snowden o Hervé Falciani.
El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, afronta n Londres la segunda parte de su juicio de extradición a Estados Unidos, después de que Washington ampliara a última hora sus acusaciones, si bien mantiene los mismos 18 cargos de espionaje e intrusión informática y soliciuta 175 años de cárcel.
El proceso, que
empezó el 24 de febrero e iba a continuar en mayo, quedó pospuesto por la
pandemia. En este lapso, el informador australiano ha tenido dificultades para
comunicarse con sus abogados, según ha denunciado su pareja y madre de dos de
sus hijos, Stella Moris.
Imperturbables ante
las múltiples instancias internacionales, Naciones Unidas incluida, las decenas
de manifiestos, las miles de firmas de personalidades y profesionales de la
información que han exigido su puesta en libertad y el rechazo a la
extradición, el aparato judicial británico y el bulldozer paralelo de la
fiscalía estadounidense continúan su camino, al final del cual podrían caerle a
Assange más de 170 años de prisión.
En el primer día
del juicio, el abogado de Assange, Mark Summers, propuso posponer el proceso
hasta enero de 2021, con el fin de reunir datos para rebatir las imputaciones
contenidas en el nuevo auto de procesamiento emitido por la Justicia
estadounidense. Recién este lunes Assange tuvo acceso a todos los documentos
presentados en su contra. Como era de esperarse, la jueza Vanessa Baraitser
rechazó el pedido.
Baraitser denegó
además la petición de la defensa de excluir del proceso la «nueva conducta
criminal» atribuida al activista australiano por la Justicia estadounidense en
el auto de procesamiento emitido sorpresivamente en junio y formalizado en
agosto.
Éste mantiene los 18 cargos imputados en abril de
2019 pero amplía sobre todo el de intrusión, que contempla ahora no solo los
contactos con la exsoldado estadounidense Chelsea Manning en 2010, sino también
con otras personas con las que Assange habría “conspirado” entre 2009 y 2015
para difundir secretos en su portal digital.
Por la tarde prestó
declaración el profesor de periodismo de la Universidad de Maryland, Mark
Feldstein, quien fundamentó la tesis de la defensa de que las acusaciones
contra el informático tienen «motivaciones políticas” y constituye un «abuso de
proceso». Aseguró que en Estados Unidos no existían precedentes de que un
periodista o editor hubiese sido juzgado por publicar información clasificada.
JOHN SHIPTON, SU
PADRE
Los periodistas no
pudieron acceder a la sala e incluso a varios observadores internacionales se
les negó el acceso al juicio de forma virtual. Feldstein destacó que la Primera
Enmienda de la constitución estadounidense protege ese tipo de publicaciones, y
en su país trabajan periodistas especializados en temas de seguridad nacional
cuyo trabajo depende de las filtraciones del gobierno.
Indicó que, aunque
sea «poco ortodoxo», Assange es un «editor» protegido por la Constitución.
«Assange ha publicado información veraz e importante que ha expuesto actos
ilegales y no éticos del gobierno estadounidense», agregó.
Las publicaciones
revelaron pruebas de crímenes de guerra y lesa humanidad y abusos contra los
derechos humano y fueron el resultado de la colaboración entre WikiLeaks y
múltiples medios de comunicacióncomo The New York Times, The Guardian, Der
Spiegel, Le Monde, El País, ngtre otros. La decisión política de enjuiciar a
Assange no tiene precedentes y provocaría un escalofriante precedente para
todos los periodistas y editores del mundo.
El Washington Post
informó en 2013 que la Administración Obama no había procesado a Assange porque
no había forma de diferenciar las actividades de WikiLeaks de las de sus medios
asociados como The New York Times y The Guardian, pero el gobierno de Donald Trump desde el principio ha apuntado a Assange
y ha buscado restringir la libertad de prensa y publicación.
Los medios de
comunicación institucionalizados no siempre han sido capaces de ver que ahí se
jugaba su futuro. Beneficiarios muchas veces de las filtraciones que, como las
de Wikileaks se realizaban con el filtro de pools de medios tradicionales,
algunos han intentado adular al poder ostentando los vicios y pecados de los
nuevos periodistas críticos, como si la libertad de expresión se decidiera en la
virtud privada de sus protagonistas y héroes.
Gobiernos y ciertos
medios de comunicación miran así de forma cómplice para otro lado frente a la
persecución de esos auténticos periodistas digitales del Siglo XXI, capaces de
arriesgarse para denunciar las violaciones masivas de la legalidad y de los
derechos humanos, las corrupciones y los espionajes indebidos a escala nacional
e internacional, sñala Enrique Bustamante en eldiario.es.
La fiscalía
argumenta que las protecciones constitucionales de EEUU para la prensa y la
libertad de expresión no se aplican porque Assange no es ciudadano
estadounidense, haciendo valer la jurisdicción extraterritorial sin aceptar
protecciones constitucionales para los ciudadanos extranjeros. De aceptarse
esto, se abrirá la puerta para que otros
periodistas y
editores sean extraditados a Estados Unidos por reportajes que no le gustan a
Washington, mientras que los excluye de cualquier protección de libertad de
prensa.
En agosto de 2020,
después de haber pasado 17 meses detenido por la solicitud de extradición de
EEUU, el fiscal general William Barr emitió una solicitud de extradición de
reemplazo, dos días después de que el equipo de defensa de Assange presentara
su evidencia final para la audiencia de extradición de septiembre.
Londres: se reanudó
el juicio de extradición de Julian Assange – Comercio y JusticiaAssange no ha sido acusado de
piratería informática (hackeo). Esa palabra apareció para ser difundido por la
prensa hegemónica, en un comunicado de prensa de la fiscalía de EEUU que
anuncia la acusación de Assange el 11 de abril de 2019. El cargo se basa
en que Julián Assange, presuntamente,
accedió a intentar ayudar a Chelsea Manning a iniciar una sesión en las
computadoras de su trabajo (a las que ya tenía acceso) usando un nombre de
usuario diferente para mantener su anonimato.
Estados Unidos
testificó ante el tribunal que no pudo encontrar a nadie perjudicado por las
publicaciones de WikiLeaks, tanto en las audiencias de Chelsea Manning de 2013
como en las audiencias de Londres. El impacto de las revelaciones de WikiLeaks]
«era vergonzoso, pero no dañino», según un informe del Departamento de Estado
de 2010, que la agencia Reuters difundió
el 18 de enero de 2011
QUIÉN ES ASSANGE
El tratamiento de
Julián Assange en la prisión HMP Belmarsh ha sido bien documentado. El profesor
Melzer, relator de la ONU sobre la Tortura, señaló que “ha sido expuesto
deliberadamente, durante un período de varios años, a formas persistentes y
progresivamente severas de tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes,
cuyos efectos acumulativos solo pueden describirse como tortura psicológica».
El Consejo de
Europa aprobó una moción parlamentaria en 2020 declarando que «la extradición
de Assange a Estados Unidos debe prohibirse». Si bien el derecho de Julián
Assange a no ser torturado se ha violado invariablemente, su derecho a un
juicio justo también se ha visto socavado.
El informador y
ciberactivista australiano reveló ante el mundo los crímenes y las acciones
vergonzosas de muchos gobiernos, empezando por el de Estados Unidos. Al frente
de Wikileaks dio a conocer los aspectos más oscuros del poder público mediante
un sistema de filtraciones en el que la autenticidad de cada documento es
rigurosamente verificada para posteriormente entregarlos a diversos medios
informativos.
Wikileaks dio a
conocer hace 10 años expedientes secretos de las fuerzas armadas estadunidenses
que ponían al descubierto crímenes de lesa humanidad perpetrados por las
fuerzas ocupantes de ese país en Afganistán e Irak; el más indignante de ellos
es un video que documenta una matanza de civiles –entre ellos, niños y un
camarógrafo de una agencia internacional de noticias– perpetrada en Bagdad por
los pilotos de un helicóptero artillado.
Meses después
divulgó decenas de miles de reportes, muchos de ellos secretos o
confidenciales, enviados al Departamento de Estado por representaciones
diplomáticas de Washington en todo el planeta. El llamado Cablegate documentó
las maneras inescrupulosas e injerencistas de la diplomacia estadounidense,
además de la corrupción, el entreguismo y la torpeza de numerosos gobiernos.
El trabajo de
Wikileaks y de su fundador representó un golpe demoledor para la credibilidad
de Washington en el mundo y para sus pretensiones de guardián de la democracia
y los derechos humanos y es justamente por ello que la dplomacia estadounidense
m emprendió en contra de Assange una ofensiva judicial encubierta, con la ayuda
de los gobiernos de Suecia y Gran Bretaña, en la que se recurrió a la
fabricación de supuestos delitos sexuales en el primero de esos países.
Las autoridades
británicas, más deseosas de colaborar con Washington que de hacer justicia,
mantuvieron a Assange de manera sucesiva en reclusión, en detención
domiciliaria y en libertad condicional, a pesar de que Estocolmo jamás presentó
cargos formales en su contra.
La persecución
llevó al informador a buscar asilo en la embajada de Ecuador en Londres, donde
permaneció durante casi siete años, dado que el gobierno británico rechazó
otorgarle el salvoconducto para que pudiera viajar al país sudamericano.
El Departamento de
Justicia estadounidense, al tiempo que encarcelaba y procesaba a la informante
principal del australiano, la soldado
Chelsea Manning, contó con el tiempo para armarle 18 imputaciones por
delitos graves, en las que fundamentó su solicitud de extradición, y si ésta se
concediera, podrían traducirse en una pena de 175 años de prisión.
Obvio es que tal
proceso no sería un acto de justicia, sino una acción de venganza y un
escarmiento dirigido a informadores y periodistas para que no se atrevan a
exhibir las miserias internas del poderío estadunidense, señala un editorial
del diario mexicano la Jornada.
Así pues, si las
autoridades londinenses otorgaran a las de Washington la extradición de
Assange, no sólo serían cómplices de un brutal atropello a los derechos humanos
del informador y activista; estarían colaborando en la supresión de la libertad
de expresión de miles, del derecho a la información de millones y de la verdad,
que es un componente indispensable de cualquier democracia, añade.
Julian Assange es
ahora el pivote principal de esta lucha por la libertad de comunicación y por
la transparencia democrática, pero detrás están los casos conocidos de Eduard
Snowden o Hervé Falciani, e incluso de Rui Pinto (denunciante del caso reciente
de la Football Leaks), parangonables a los ya míticos Carl Bernstein y Bob
Woodward en el periodismo clásico, a quienes nunca se les exigió cartas de
pureza, señala Bustamante.
Despreciarlos y
ningunearles como piratas informáticos ilegales es colaborar a la represión
ejemplarizante del poder contra el periodismo crítico de este siglo 21. El
cuarto poder hoy reside principalmente en un periodismo capaz de hurtar la
información oficial u oficiosa en las redes, de difundirla y de desentrañar su
significación en contra de la «verdad y la razón de Estado”, concluye el analista
español.
* Periodista
chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de
Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
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