AVANZAR CONTRA LA INDUSTRIA DEL SEXO
ANDREA FERNÁNDEZ
DIPUTADA DEL PSOE POR
LEÓN
En España no es complicado ver desde el coche a una mujer aguardando para ser prostituida en medio de la noche, ni pasar por delante de un club de carretera, ni ser conocedor de la existencia de un local dedicado a la prostitución, pero ¿quiénes son estas mujeres? ¿cómo han llegado ahí? ¿con qué soñaban de niñas?. Y es que sí hay un denominador común para todas las ciudades del país es el contar con una zona dedicada a la prostitución; bien sean pisos, polígonos, carreteras o clubes: desde el paseo de Papalaguinda, en León, hasta la calle Montera, en el corazón de Madrid, se cuentan por miles las historias de mujeres que todos y todas vemos pero que son invisibles más allá de los manidos chascarrillos que solemos aceptar sobre este tema sin reparar demasiado.
Durante estos meses
la crisis de la covid 19 nos ha dejado ver nuestras costuras. Al día de hoy
podemos afirmar que vivimos en una sociedad más desigual de lo que pensábamos
desde todos los puntos de vista, pero especialmente para aquellos y aquellas
que ya antes de la pandemia eran invisibles, incómodas o directamente un
problema asumible para la sociedad y las instituciones públicas. Una de esas
realidades a las que me estoy refiriendo es la existencia de una industria
sexual que, inevitablemente, colisiona con los derechos humanos.
Sin duda, estamos
ante uno de los debates más complicados desde un punto de vista legislativo. No
es una sorpresa que se trate de un tema que levanta ampollas y sobre el que
existen multitud de posicionamientos. Evidentemente, esto responde a la
complejidad que entraña la cuestión, en especial si aplicamos la mirada
feminista; mirada que es siempre diversa, crítica y profunda. Además, partimos
de la base de que carecemos de datos y de estudios de campo suficientes, lo que
hace que las certezas sean escasas aunque sí suficientes para que el debate se
plantee en términos abolicionistas.
Sin embargo, a
veces el debate, el matiz, la palabra exacta nos hace caer en la parálisis; por
eso es fundamental que encontremos los nudos de consenso y sobre ellos
empecemos a hacer política legislativa. Uno de estos puntos puede ser el volver
a incluir en el Código Penal la llamada tercería locativa. Este concepto no
está incorporado en el Ordenamiento Jurídico, sin embargo está ampliamente
aceptado que hace referencia a la responsabilidad penal en relación con los
espacios dedicados a la prostitución. Se trata de un delito que ya estuvo
tipificado en el Código Penal de 1973 cuyo artículo 452 bis disponía que:
"El dueño, gerente, administrador o encargado del local, abierto o no al
público, en el que se ejerza la prostitución u otra forma de corrupción, y toda
persona que a sabiendas participe en su financiamiento. En las mismas penas, en
su grado mínimo, incurrirá toda persona que, a sabiendas, sirviera a los
mencionados fines en los referidos locales."
Sin bien es cierto
que por aquel entonces este delito se encontraba incluido en un título dedicado
a los delitos "contra la honestidad" y que esa perspectiva ha
evolucionado, tampoco podemos obviar que hoy en día este concepto no encuentra
reflejo en nuestra legislación de forma expresa. Quizás, un argumento contrario
a esta figura pudiera ser el principio penal de intervención mínima o de ultima
ratio sin embargo, hay que tener en cuenta las telas de araña que sabemos que
sostienen la industria del sexo. En relación con esto, no perseguir a quienes,
directa o indirectamente, dan el soporte material que hace posible que la
prostitución exista de forma sistemática supone desproteger a las víctimas.
Prueba de ello es que los delitos contra la prostitución han sido reformados en
cuatro ocasiones (en 1999, 2003, 2010 y 2015) y en todos los casos para
tipificar más conductas pero esto no ha servido para eliminar, ni siquiera para
reducir, la prostitución en España.
Es necesario que
empecemos a concebir la prostitución como una realidad estructural y con un
evidente componente de género: sería ingenuo obviar que son los hombres los que
pagan por acceder al sexo. La legislación que trate de ponerle coto debe ser
transversal; desde el ámbito de la política criminal hasta el sistema de
atención social.
Llegados a este
punto, quizás sería necesaria una gran ley integral que aunara el consenso de
todo el Parlamento como ya lo hizo la histórica ley contra la violencia de
género en 2004 de la mano de Rodríguez Zapatero. Debemos buscar estrategias que
nos permitan ir acercándonos a ese horizonte; reformas concretas como esta que
nos pongan en la senda hacia una solución global del problema. En este sentido,
no son pocos los emplazamientos a ello que recibimos, sin ir más lejos la
memoria del 2018 del Ministerio Fiscal fue especialmente contundente con lo
relativo al tratamiento legal de la prostitución. Dicha memoria destaca, entre
otros muchos datos, que "solo tipificando todas las manifestaciones del
proxenetismo se vislumbrará el inicio del camino que conduzca a acabar con la
trata de mujeres para ser esclavizadas en la prostitución".
Más allá del
legítimo debate, de la confrontación de ideas o del marketing político están
las vidas. Vidas que no pueden seguir siendo invisibles; realidades que no
pueden seguir siendo tolerables o pospuestas en la agenda política. La postura
del PSOE es clara: desarrollar agenda legislativa y políticas públicas que
consigan que la prostitución sea una práctica del pasado. Ninguna sociedad
puede ser construida en igualdad mientras los hombres tengan acceso al cuerpo
de las mujeres por precio. Detrás de la palabra prostitución hay miles de
mujeres de carne y hueso con una historia, una vida. Y ahora díganme, ¿Qué
soñaban ustedes de niñas o de niños?
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