SANTO Y SEÑA
EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO Y POETA.
En el universo tecnócrata, la palabra es la auténtica subversiva, la palabra que en la obra de los trascendentes escritores, siempre ha tomado un papel desafiante, protagónico, que revoluciona haciéndonos escuchar algo distinto al monocorde discurso patético de políticos y devenidos pseudointelectuales de la posverdad.
¿Hay algo más posverdadero que nuestra autonombrada "normalidad institucional"? Pero si los golpistas mafiosos offshore, mienten más que hablar con lenguaje inextricable, sólo para comunicar lo incomunicable. Lo suyo es un ejercicio voluntarioso de la posverdad, cual símbolo de desestabilización puesta en acto día a día, desde la eficacia corpo mediática de información falaz.
Sin ningún reclamo,
solo el deber de miles de descerebrados de rescatar a 'aquel' que estafó al
pueblo argentino... él, hoy victimizandose, mientras su banda de estafadores,
incrementando sus beneficios en plena "crisis" de la pandemia, sigue
vigente en su tarea de destruir la República. Los estafados, mientras tanto, en
nombre de una democracia ficcional se hacen cargo del pago de su “estafa”,
levantando viejos himnos de guerra.
La psicosis y
desigualdad por lo tanto crece y la farsa se enriquece... ¡pero señores y
señoras! ¿no llegan a entender que mientras la impunidad no sea castigada,
seguirán siendo una democracia circense?, ¿un pueblo cómplice?
La verdad queda
tapada por la posverdad, de manera que la responsabilidad sobre los delitos
cometidos desaparece por arte de magia, es una proeza más de nuestra
"normalidad posverdadera" en era de pandemia que tiende a ser
endémica.
Palabras prohibidas
versus palabras permitidas, palabras publicadas en libros apócrifos y no en
biblias, el mandato humano sobre el mandato de los dioses, el mandato del
hombre sobre las máquinas. Las pantallas hipnotizan, enceguece la mirada con
sus haces de luz, dictaminan en monótono soliloquio, mientras sus mandatos son
venerados y cumplidos por masas de humanos, embrutecidos, confusos y perdidos
en la selva de la fantasía posverdadera, que apunta a desequilibrar el todo
armónico.
En el vasto
entramado de discursos de la contemporaneidad, pueden reconocerse, como
paradigmas innegables, los relatos que -desde la ficción- indagan, preguntan,
representan la realidad social mediata e inmediata.
La historia ha
perdido, en lo que va del milenio, su carácter de ciencia objetiva,
comprobable, para adquirir el carácter de discurso: una construcción verbal
ideológica, un nuevo tipo de relato, cercano a la escritura de ficciones… la
historia transita hoy otros caminos… se hace relato, novela, biografía
novelada, cómic, abandona los enunciados verificables y la remisión a
determinados y específicos hechos, comprobables de manera total y absoluta.
Historias plenas de
metáforas, alegorías lejanas de lo que ha sido el acontecimiento que pretenden
narrar… oportunistas publicaciones, publicitadas hasta el cansancio que
apuntalan la mentira, la estafa, el fraude, blindadas por las corporaciones que
se asimilan al decir de estos pasquines, mal facturados y sin rastros de rigor
con la realidad de lo que ha sido, de lo que es, sin verdades a mostrar, sólo
un simulacro de lo que jamás ha sido.
Creo importante
sumar a modo de parábola, que el cine está hecho de la misma materia que la
historia (tiempo, proyección y recuerdo), no es descabellado pensar en la
posibilidad de hacer una historia del siglo XX y XXI, una historia de nuestro
tiempo, con cine documental que en comunión con las estupendas películas de los
geniales directores comprometidos con su tiempo y la cultura política,
conforman un vasto panóptico de la historia de un tiempo que ha sido, a la que
los especuladores posmodernos le esquivan, pues asimilarse a un ideal conlleva
comunión con la verdad y la libertad de escribir la historia, de presentarla en
su sensible devenir.
El cine excava en
la memoria audiovisual y literaria del siglo, y reescribe su historia mediante
un procedimiento arqueológico que entrelaza estratos de textos y de imágenes
que las palabras del poema no dejan de evocar. La belleza de historia(s) del
cine es paradójica, fúnebre y vital al mismo tiempo, porque mientras salmodia
el tiempo y su arte, anuncia la posibilidad de un cine por venir, pleno de
creatividad y honra a la vida-naturaleza y pensamiento.
La superposición y
mezcla de todos los materiales posibles acumulados en esas dimensiones
perceptuales y culturales instala de entrada el tópico, ineludible en la
mayoría de las consideraciones sociológicas y filosóficas contemporáneas del
cine, de la simultaneidad. Simultaneidad de la conciencia, de la historia, de
la cultura, de la vida social, del siglo XX y XXI, que se explicita existencial
y políticamente en el montaje, estructura que al mismo tiempo resuelve la
exigencia narrativa y orgánica de la conciencia espectadora, de quién desea
tomar contacto con una realidad matizada, con imágenes, palabras, música,
ruidos, carteles y sobre todo imágenes de quienes fueron protagonistas de la
historia.
La renovación
formal de la construcción de la historia real, debe provenir del periodismo
audiovisual. Este género, ha fijado hace décadas, sobre película la historia
del siglo XX… hoy exiliado de la TV y de los films producidos en las
corporaciones mafiosas de la industria cinematográfica, pues no ignoramos que
la historia se hace a medida de los intereses de las multinacionales y las
mafias enquistadas en el poder… se eliminan trayectorias de grandes talentos,
para dar espacio a títeres manipulables, convertidos en referentes del milenio
de las ‘grandes muertes’.
A mediados de los
años 60 del pasado siglo, la heterodoxia narrativa de los noticieros
televisivos, constituyeron una cantera de inspiración permanente para muchas
formas características del inspirado cine de aquellos años. Estimulados por la
demanda de cadenas de televisión, los noticieros de aquel tiempo y el género
documental se desarrollaron extraordinariamente, llegando a ser fuente y
archivo de la historia en imagen y palabra de un tiempo y espacio.
De este modo, los
artificios de la ficción cinematográfica convergen, por caminos distintos, en
el caudal de la crónica histórica objetiva, en una variante narrativa del
periodismo audiovisual, haciendo del cine un legítimo espejo de la historia del
siglo XX… hoy presionado por el poder de la máquina neoliberal, se producen
noticias, fuera del marco de la realidad, de lo que es, para construir una
telenovela de la historia que jamás tuvo espacio, jamás la realidad devenida en
crónica histórica, fue tan escondida y bastardeada como en este tiempo.
Lo experimental
devenido en filmar la vida y sus actores (la humanidad toda), con la amplitud y
variedad de registros que nos presenta el ‘gran espectáculo’ del mundo, hoy,
podría darnos la posibilidad de acceder a la verdad de lo acontecido y por
acontecer, a la austera crónica histórica o el panfleto político, basados en
hechos auténticos, para de ese modo reconstruirlos con fidelidad o denunciarlos
sin miramientos.
El sistema
imperante, capitalista o socialista, nutrido de simulación, ha perdido sus
vínculos con el núcleo esencial de nuestra razón de permanecer en él
históricamente. El universo continuará su movimiento, pero quienes nos nutrimos
de verdad y libertad, ya no sabremos qué decimos, escribimos o dibujamos en él.
Lo mismo sucede con
la imagen: forma parte del movimiento y poco a poco se degrada, y esa
degradación impide ver la realidad, simulada y escondida por los poderes, tras
la siempre presente “santa contradicción”. Al contrario, va a imponer a la
historia la imagen que el hombre de hoy, se hace de él (o quiere hacerse). Hay
una inversión total, y la mirada mía es una reflexión filosófica, tecnológica,
poética, pesimista sobre la pérdida del mundo.
Para quienes aún no
están dominados por la molienda infame de este sistema, les comento que no dudo
«ha llegado el tiempo de la revolución silenciosa». No hay espacio ni tan
siquiera para el socialismo modelo tercer milenio, imbuido de la peste
neoliberal, jaqueada por la pandemia… instalar nuestra presencia en vida:
‘cero’.
(*) filósofo y
poeta
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