martes, 15 de septiembre de 2020

BRUTAL ATAQUE DE GATOS

 

BRUTAL ATAQUE DE GATOS

GERARDO TECÉ

Esta semana la ultraderecha española ha puesto sobre la mesa la enésima problemática social no resuelta, otro anhelo más de libertad que la dictadura progre se empeña en negarnos: ¿por qué no dispararle más a menudo a los malhechores? ¿Qué falta de libertad es esa que impide que un policía pueda sacar su pistola más alegremente, sin los actuales remilgos? “Contra los delincuentes, plomo”, lo ha resumido en comisión parlamentaria Javier Ortega Smith, brillante orador y heroico patriota al que recordarán de capítulos anteriores como aquel en el que fue incapaz de aguantarle la mirada a una mujer víctima de violencia machista o aquel otro en el que abatía a tiros una diana en la pared –un terrorista del ISIS, según él–. Plomo. Alegre guiño al colombiano y padre, ya se sabe, de las políticas de seguridad mundiales, Don Pablo Escobar. Colombia, a propósito, ocupa junto a Estados Unidos uno de los puestos más altos del ranking mundial de homicidios. Mientras, en España, la tasa de delitos y muertes violentas es inferior a la de países como Dinamarca, Finlandia, Suecia o Islandia. Pero, bueno, ¿qué importan los datos y la realidad cuando de lo que estamos hablando es de extrema derecha?

 

El mayor éxito de la ultraderecha mundial ha sido, sin ninguna duda, el saber crear el ambiente necesario para que cualquier estupidez, por inmensa que sea, por absurda que parezca, ocupe un espacio central en el debate público. En plena crisis sanitaria, España debatía sobre si estábamos o no bajo el yugo de una dictadura socialcomunista por aquello del confinamiento en casa. Mientras, el debate sobre la necesidad de rastreadores, profesores o médicos pasaba a un segundo plano. Lo que pasó a continuación te sorprenderá. En pleno verano de crisis económica, con miles de familias perdiendo sus trabajos y casas, con la banca impagando una deuda de decenas de miles de millones de euros y más de tres millones y medio de pisos vacíos, debatimos sobre el problema de la okupación, Miguel Bosé y sus negacionistas, Bill Gates, la conspiración mundial y las vacunas que servirán para inyectarte a la población mundial el 5G. No hay que descartar que la G sea de gilipollas. En plena crisis ecológica y medioambiental, el documental de Netflix relacionado con el planeta que más éxitos acumula trata sobre un grupo de personas que aseguran que la Tierra es plana. Causa furor. No pierdan su tiempo en verlo.

 

Si mañana alguien propone eliminar a todos los gatos del planeta, la cosa no quedará en los delirios de un imbécil. Aparecerán rápidamente cuatro vídeos de gatos atacando a humanos y un puñado de estadísticas inventadas sobre muertes por ataque felino. Un buen día, tu primo el de Valladolid mandará al grupo de WhatsApp de la familia la foto del rostro ensangrentado de una persona que ha sido violentamente atacada por un gato. Tú, por la convivencia familiar, no le dirás que, en realidad, la foto corresponde a una carga policial en Ucrania en 2015. Podría sentirse atacado. El telediario de turno y los programas matinales entrevistarán a dos víctimas de ataque de gato a las que no podremos negarle su sincera angustia y preocupación. Cuando alguien explote preguntándose qué gilipollez es esta de los gatos, muchos le responderán que ojalá su familia sea atacada por una colonia de felinos, o que, si tanto le gustan los gatos, los meta a todos en su casa y se deje el sueldo en pienso whiskas. Zasca épico, dirán las crónicas. Unos distribuyen la idiotez y otros se ven obligados a tener que perder su tiempo explicando lo obvio, que la tierra es redonda y no plana, que sí existe violencia machista contra las mujeres, que Bill Gates no necesita una puñetera pandemia para que compremos móviles con tecnología 5G o que el problema no es el social-comunismo, sino la falta de inversión en sanidad pública. Lo haremos muriendo por agotamiento, porque la idiotez agota. Internet traerá conocimiento a la humanidad, nos dijeron.

 

La mala noticia es que el mundo está paralizado por la idiotez en un momento clave de la historia, con retos muy complicados y urgentes que resolver. La buena noticia es que la estupidez no triunfa por sus contenidos, sino por novedosa, por exótica. La idiotez supone un giro de 180 grados sobre el discurso habitual, el aburrido discurso pegado al mundo real. De ahí su éxito, su atractivo, como el de las pelis de zombies. Pero lo exótico y lo novedoso, tarde o temprano, deja de serlo y vuelve al plano secundario. Cuando produce el hartazgo suficiente, cuando la repetición necesaria del mismo esquema aparece una y otra vez, el fenómeno muere. La novedad del discurso idiota pasará al aburrimiento igual que pasaron al aburrimiento todo tipo de nuevos discursos, no importa que estuvieran pegados o no a la realidad. Cuando el 15M le puso nombre a la clase política –chorizos– y a las actividades económicas –somos mercancía en manos de banqueros y empresarios–, el discurso caló por preciso, por ser capaz de explicar aquel momento, pero también por atractivo, rupturista y novedoso. Cuando lo segundo murió, cuando la novedad dejó de serlo, aquel discurso acabó diluyéndose por más razón que tuviera. La estupidez morirá. Por entretenidas que sean las teorías, por mucho éxito que tengan en Netflix o en las redes sociales. Es cuestión de tiempo, repetición y hartazgo. Mientras tanto, toca esperar con estoicismo. No es fácil vivir una época clave de la historia teniendo que discutir con tu primo de Valladolid sobre lo que creías más que superado. Como dijo Salvador Allende, se abrirán de nuevo las grandes alamedas por las que paseará el hombre libre sin recibir bulos en el grupo de WhatsApp de la familia. Mientras tanto, ánimo.


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