DESAHUCIAR A LAS PROSTITUTAS
EN NOMBRE DEL FEMINISMO
ROCÍO MEDINA MARTÍN
El 21 de agosto el Ministerio de Igualdad enviaba una carta a las comunidades autónomas solicitando el cierre de los prostíbulos y, como era de esperar, se han reabierto las tensiones en el feminismo. Sin perjuicio de los debates de fondo, es necesario poner en el centro la situación devastadora en la que se encuentran hoy las prostitutas. También ellas, en condiciones más complejas y difíciles que el resto de la ciudadanía, necesitan salir adelante. Garantizar su acceso a recursos básicos es una obligación institucional y, por supuesto, un mandato feminista indiscutible.
El 21 de abril, el
Ministerio de Igualdad presentó el Plan de Contingencia contra la violencia de
género ante la crisis de la covid-19: medidas adicionales dirigidas a víctimas
de trata, explotación sexual y a mujeres en contextos de prostitución. Durante
algunos días se pudo pensar que las mujeres “en contexto de prostitución”
(quienes ejercen la prostitución) accederían como grupo excepcional al Ingreso
Mínimo Vital (IMV). Es decir, sin necesidad de cumplir el requisito de un año
de residencia legal en el país. Sin embargo, la redacción final las excluyó del
acceso al IMV, a diferencia de las mujeres víctimas de violencia de género,
trata de seres humanos y explotación sexual, que sí pueden acceder sin este
requisito (aunque, como ha denunciado Cruz Roja, esto solo es en teoría).
Como la mayoría de
trabajadoras sexuales en clubs son migrantes, muchas en situación irregular o
sin las cotizaciones previas requeridas, no pueden acceder ni al IMV ni a otras
ayudas y se han quedado sin alternativa económica y acumulando deudas. Ahora,
con el cierre de los clubs, además se les arrebata su único medio de vida, ya mermado
por la pandemia, y el único techo con el que contaban. Todo ello teniendo en
cuenta además que, aunque el IMV parecía que iba a ser la gran solución para
los excluidos pre y postpandemia, la administración está colapsada y a día de
hoy apenas está llegando a las personas que sí cumplen los innumerables
requisitos y han conseguido atravesar la odisea burocrática que implica su
solicitud.
Razones para el
cierre de los prostíbulos
Entre las razones
ofrecidas por el Ministerio para el cierre de los clubs se arguye “la necesidad
de prevenir contagios y evitar la propagación del virus”, razones sanitarias de
un lado, y “no dar tregua a la industria proxeneta y a la explotación sexual”,
argumentos básicos de corte abolicionista, de otro. Si bien las trabajadoras
sexuales nunca se han opuesto al cierre de la actividad en sí y comprenden la
situación sanitaria, aunque legítimamente exigen garantías de acceso a recursos
básicos, no está de más recordar que la Comisión y el Consejo Europeo han
solicitado a los Estados miembros que las medidas para enfrentar la pandemia
respondan, entre otros principios, a criterios científicos.
Sería importante
conocer cuáles son los indicadores básicos en salud que, teniendo en cuenta la
forma de contagio de la covid-19, hacen que los prostíbulos sí deban ser
cerrados, pero no los trenes lanzaderas o los asentamientos donde viven los
temporeros o los jornaleros precarios del sector agrícola, donde además de
afectar a más gente, no se respeta la distancia oportuna, no hay registros para
posteriores rastreos y, en el segundo caso, ni siquiera agua potable. Con todo,
a nadie se le escapa la necesidad lógica de prevenir los contagios en todos los
lugares, y por ello, hubiera sido conveniente sopesar posibilidades como
realizar guías de prevención y control –como en los asentamientos–, o paralizar
la actividad temporalmente sin necesidad de cerrar los burdeles para no
desahuciar a las prostitutas que, en muchas ocasiones, viven en ellos.
Cerrar prostíbulos
no elimina la prostitución, especialmente cuando es el único medio de vida que
les queda, no solo a quienes son desahuciadas, sino a las miles de mujeres
empobrecidas
Ni en los más
relevantes documentos del Gobierno, del Ministerio de Sanidad, ni del Consejo
Interterritorial del sistema nacional de salud se acredita la necesidad de
cerrar los prostíbulos por cuestiones sanitarias específicas. Sin datos,
informes o estudios públicos y accesibles que avalen las declaraciones del
Ministerio de Igualdad sobre los prostíbulos como focos específicos de
contagio, el riesgo de que estas declaraciones profundicen el estigma de las
prostitutas como “sujetos infecciosos portadores de enfermedades” en un
contexto de miedo generalizado es evidente, y puede suponer una forma de
violencia institucional sobre las mujeres que ejercen la prostitución.
En las razones
ofrecidas por el Ministerio para el cierre tampoco se diferencia entre
prostitución libremente consentida y trata con fines de explotación sexual, a
pesar de ser dos cuestiones jurídicamente diferentes en el ámbito
internacional, al menos desde el Protocolo de Palermo del año 2000.
Sin recursos
económicos, sin techo y sin alternativa laboral alguna, las mujeres se ven
forzadas a seguir ejerciendo la prostitución en condiciones de mayor clandestinidad.
Las “casas de citas” no paran de recibir llamadas y las condiciones empeoran
para todas por la situación de extrema desprotección. Paradójicamente, el
cierre de los clubs ha dejado a las mujeres con menos derechos, más
estigmatizadas y expuestas a una mayor explotación, lo que hará más difícil
rastrear o diagnosticar los contagios y garantizar la salud pública debido a la
falta de información sobre sus paraderos, trabajos y contactos. Cerrar
prostíbulos no elimina la prostitución, especialmente cuando es el único medio
de vida que les queda, no solo a quienes hoy son desahuciadas, sino a las miles
de mujeres empobrecidas que enfrentarán este invierno la crisis económica que
está por venir.
La distancia entre
lo que se dice y lo que se hace: vulneración de derechos humanos y persecución
estatal
Para abordar
institucionalmente la prostitución sin ofrecer alternativas hay que generar
confusión entre conceptos como trata, explotación sexual y prostitución, un
mantra que repiten incluso quienes saben diferenciar lo que dicen las leyes de
lo que nos gustaría que dijeran. Con todo, lo más preocupante es la ocultación
sistemática del incumplimiento de derechos humanos básicos y de la persecución
estatal que esto supone. Cuando esto ocurre, estamos ante procesos políticos de
deshumanización por parte del Estado, lo que además de ser antidemocrático, es,
permítanme la expresión, dinamita en manos de la extrema derecha.
La contradicción
que arrastra la gestión del Ministerio de Igualdad viene de lejos, lo sorprendente
es que se haya aceptado esta herencia. De un lado, como quienes ejercen la
prostitución, según el Ministerio, no son, jurídicamente hablando, ni víctimas
de trata ni de explotación sexual, no tienen acceso específico como colectivo
al IMV. Por otro, como ideológicamente hablando, este mismo organismo ha
decidido que sí son víctimas de explotación sexual, se pide a las comunidades
autónomas cerrar los clubs, dejándolas ahora sin el poco trabajo que tenían y
sin vivienda. La contradicción es perversa: se las deja sin medio de trabajo,
sin acceso a recursos alternativos y sin vivienda. Mientras tanto, los
empresarios del alterne y todas las personas que trabajan para ellos, la
“industria proxeneta” según Igualdad, se acogen a los ERTE del Ministerio de
Trabajo. Si además, tal y como plantea el Ministerio, la mayoría de ellas
serían mujeres tratadas y explotadas sexualmente, la gestión política llevada a
cabo es más que nefasta y, se mire por donde se mire, difícilmente calificable
de feminista.
La prostitución
tiene un profundo vínculo con la pobreza, y esto, lejos de arrebatar agencia,
capacidad de decisión, ha otorgado a muchas mujeres un mecanismo de
supervivencia personal y familiar que quién nunca ha necesitado debería abordar
con un mínimo de empatía y respeto. Un ministerio sin capacidad política para
paliar la pobreza de las más excluidas –en un contexto de emergencia social sin
precedentes– y que nada puede decir a quienes durante años han otorgado
licencias a los clubs, porque son ahora sus nuevas alianzas ideológicas, no
debería desahuciar a la ligera a 60.000 mujeres sin ninguna alternativa, y aún
menos en nombre del feminismo.
Numerosos estudios
han analizado la vulneración de derechos fundamentales y la persecución estatal
que las prostitutas han sufrido en aplicación de las ordenanzas municipales de
civismo que existen en muchos municipios y de la Ley Mordaza. Las feministas
sabemos que las violencias patriarcales suelen justificarse en beneficio de las
víctimas, del mismo modo que la violencia institucional patriarcal y racista se
ejerce en nombre de las castigadas. Una lógica profundamente autoritaria y
colonial: el “civilízate o te mato”, que durante los últimos siglos ha ocultado
parte del pensamiento político occidental, sigue hoy impregnando de
salvacionismo a las izquierdas europeas y, lamentablemente, a algunos sectores
feministas.
Declararse mujer
tratada como alternativa: efectos y posibilidades
Otra presumible
opción que ha quedado a las prostitutas para acceder al IMV sin tener que
acreditar un año de residencia legal y sin haber cotizado lo suficiente, es
declararse como mujeres víctimas de trata de seres humanos y explotación sexual
ante las entidades del tercer sector que trabajan con ellas. La protección de
los derechos humanos no deberían estar condicionados de esta manera. Entender
así la política pública es especialmente victimizante porque implica que no hay
derecho si no hay víctima. Y es además punitivista, en la medida en que no hay
víctima sin agresor, ni por tanto derecho sin agresión previa. Así, el Estado
se sacude su función preventiva y educadora, y moviliza sus recursos solo al
hilo de la política criminal y su lógica de individualizar en ‘agresores’ lo
que también son problemas estructurales de clase, género, ‘raza’, etc. En
nombre del feminismo se están justificando lógicas jurídico-políticas
neoliberales más preocupadas en identificar víctimas y agresores, especialmente
racializadas y racializados, que en atender, debatir y prevenir las causas
estructurales que los producen.
Hoy más que nunca
es también necesario continuar creando espacios
feministas de apoyo y acompañamiento a las trabajadoras sexuales
En segundo lugar,
que las mujeres se vean abocadas a identificarse como tratadas puede tener efectos
muy preocupantes en los datos que desde ahora comiencen a recabarse sobre
trata, teniendo además una ley pendiente sobre esta cuestión. ¿Cómo vamos a
diferenciar aquellas mujeres que se han identificado como tratadas porque no
han tenido otra opción? Más que nunca necesitamos metodologías de recogida de
datos fiables y transparentes. Por último, es posible que, con todo, la mayoría
de las mujeres no se declaren como tratadas a pesar de la situación en la que
se encuentran. La desconfianza con la que ven a los poderes públicos, el miedo
real a que les sean retirados sus hijos e hijas –una situación que se produce
de facto–, el posible encierro en centros de internamiento o expulsión, sumado
a las ya evidentes carencias del IMV como estrategia de contención de la crisis
social, coloca a las mujeres en una situación de desprotección frente a las
instituciones que paradójicamente deberían protegerlas. Ante la gravedad de la
situación, es el momento para que en el Ministerio se tomen medidas urgentes
que garanticen los derechos básicos de las prostitutas y reviertan la lógica de
estigmatización y persecución estatal que soportan desde hace ya demasiado
tiempo.
Por todo esto, hoy
más que nunca es también necesario continuar creando espacios feministas de apoyo y acompañamiento a las
trabajadoras sexuales que exijan a los poderes públicos el cumplimiento de sus
obligaciones con la ciudadanía, especialmente con las más vulneradas. Hoy, ante
la dificultades sociales y económicas que están aún por venir, lo político es
más que nunca personal. En tiempos de auge del odio, cuando hay quienes
intentan expulsar a las prostitutas del feminismo y de las políticas sociales,
justo ahí emerge una brújula para saber dónde y con quiénes empezar a
reconstruirnos, a desgastarnos menos y a cuidarnos más. ¿Es posible articular
políticas de cuidados feministas sin reconocer, sin mirar y sin cuidar a
quienes se está dejando atrás?
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